Rubén Amón indulta a Martin Scorsese: "Sangre hay en el cine de Scorsese, pero no se derrama gratuitamente"
Indultamos a Martin Scorsese en la coyuntura de la Princesa de Asturias que se le acaba de conceder.
Y no es que su carrera necesite esta clase de estímulos, pero sí los necesita nuestra sociedad mojigata y pacata. Necesita que se la zarandee con el historial de películas feroces, iconoclastas y redentoras del cineasta americano, ahora que la corrección recela de la provocación, de la altisonancia y del derramamiento de sangre.
Escuchad a Robert de Niro, su actor fetiche, en El Cabo del miedo. "Todo hombre tiene que pasar por el infierno para llegar al paraíso".
Sangre hay en el cine de Scorsese, pero no se derrama gratuitamente. Adquiere más bien un valor eucarístico y hasta catártico. No convoca a los espectadores para encharcarlos, sino para purgarlos en el espejo de las pasiones. Por eso tiene sentido comparar a Scorsese con Shakespeare. Escrutar a los hombres en la tarima o en la pantalla, de tal forma que la identificación nos conduzca a la verdad por el camino de la mentira.
He conocido a Scorsese en persona. Lo he entrevistado. Me impresionaron su carisma y su simpatía. También lo hizo la devoción que profesaba a sus ancestros. Los familiares. Porque sus abuelos emigraron de Sicila a New Jersey en la fragata del sueño americano. Y los culturales, pues Scorsese se ha esmerado en restaurar películas del pasado que se arriesgaban a consumirse entre el celuloide y el abandono.
Empezando por los títulos menores y mayores del neorealismo italiano. Que descubrieron a Scorsese el equilibrio entre el entretenimiento y la reflexión. No siendo él un neorrealista, sino más bien un expresionista, poderosa. al que no impresiona asomarse a la sordidez y a los instintos y al lado feroz del hombre, absteniéndose de escarmientos y de moralina.
No sé si os gusta mas Taxi Driver o Toro Salvaje. Si preferís El color del dinero o Infiltrados. O si dudáis entre Uno de los nuestros, Casino, El lobo de wolf street o Silencio. Para mí la respuesta está clara: me gustan todas. Hasta La última tentación de Cristo.