Madrid | 19.01.2017 10:01
E ignoramos si las variaciones semánticas, los neologismos o los eufemismos van a servirle de salvoconducto, pero, entre tanto, proporcionan a sus declaraciones tanta picaresca como temeridad.
Bárcenas, por ejemplo, nunca quiso referirse a la existencia de una Caja B ni a una contabilidad paralela, prefirió denominarla contabilidad extracontable, que es la forma de llamar al adulterio relación exramatrimonial.
Y ha perseverado el repeinado ex senador en sus proezas lingüísticas y en sus encubrimientos verbales. Empezando por catalogar su fortuna en Suiza como un plan de pensiones. Y un plan de pensiones es, ciertamente. No desde la ortodoxia, pero si desde las perspectivas de la jubilación que proporcionan 48 millones de euros. Un planazo.
La fiscal que lo incomoda con sus preguntas le reprochó haber escondido su dinero en una sociedad pantalla. Y Bárcenas prefirió llamarla, no es broma, sociedad visillo. Porque decía haber estado siempre visible.
Y haberse acogido incluso con transparencia a la amnistía fiscal de Montoro, otro maestro del eufemismo que llama a la subida de impuestos recargo temporal de la solidaridad y que denomina a la propia amnistía fiscal regularización de rentas y activos. Ssssera por lenguaje.
Tiene uno la impresión de que Bárcenas se está cavando su tumba. Y que la candidez del juez no alcanza a digerir sus tergiversaciones dialécticas. Ni siquiera cuando declara que su mujer, Rosalía Iglesias, recluida en una salita de los bancos suizos donde tenían el dinero, es inocente porque se limitaba a firmar lo que Bárcenas le colocaba delante.
Digámoslo con sus palabras: la ponía a firmar, ha dicho el ex tesorero, humillando a su esposa a un estado de sumisión vegetativo que aspira a preservarla de la prisión -la fiscalía le reclama 24 años-, y que lleva al extremo definitivo el estereotipo de la mujer florero. De hecho, Bárcenas declaró que firmaba por ella la declaración de Hacienda. Con un garabato, precisó. Y por qué no con una X.
Vale, Luis Bárcenas no será Luis el Cabrón. Pero desde luego no le faltan méritos.