EL INDULTADO DE RUBÉN AMÓN

Rubén Amón indulta a El Juli: "La armonía conmovió los tendidos. Alborotó una tarde de euforia y de histeria"

Esta sección tiene más sentido que nunca porque ayer asomó en el palco de La Maestranza el pañuelo naranja. Nada que ver con Ciudadanos, sino con el color que se estila en la tauromaquia para indultar a los toros excepcionalmente bravos.

Rubén Amón | @Ruben_Amon

Madrid | 17.04.2018 09:52

Y excepcionalmente bravo fue Orgullito, un ejemplar del hierro salmantino de Garcigrande al que Julián López El Juli administró acaso la mejor faena de su vida. Que se le tiembla a uno la voz de evocarla, pues se desmayaba El Juli en cada muletazo. Se abandonaba, como se dice en el argot. Y se reunía con el toro como si no fuera ya posible distinguirlos.

La armonía conmovió los tendidos. Alborotó una tarde de euforia y de histeria. No digamos cuando los aficionados elevaron a hombros al torero. Y lo convirtieron en paso de semana santa, depojándolo del oro como a un tótem de la fertilidad y asomándolo al espejo del Guadalquivir cuando casi anochecía.

Y levantaban los sevillanos los móviles hacia el cielo. Como si fueran candelabros. Y gritaban torero al Juli, cuya mueca de felicidad con la cicatriz de una antigua cornada identificaba la tarde más feliz de su vida. Esas muñecas rotas. Y esa suavidad con que había mecido los vaivenes de Orgullito, igual que hace el viento con las espigas. El niño prodigio se hacía hombre prodigio.

Y se le quedaba corto el apodo. El Juli suena a poco. Parece el diminutivo restrictivo de un torero superlativo. Qué lejos ha llegado aquel chavalillo rubio al que las autoridades prohibían torear en España porque no cumplía la edad. Qué grande parecía ayer en La Maestranza Julián, arrebatándose con el capote, ciñéndose la embestida de Orgullito como si el torero y el toro hubieran acordado dejarse ir, de la vida a la muerte, o de la muerte a la vida.

Fue un acto de entrega y de generosidad. El del toro, el del torero, y el del público también, pues los espectadores revistieron los tendidos de pañuelos blancos a semejanza de un oleaje embriagador para reclamar el indulto de Orgullito y los laureles de Julián César. Ave, Juli.