La ópera de Bizet se estrenó anoche en el Teatro Real extrapolada a la España se Franco. No en la Sevilla que imaginó Mallarmée, sino en la Ceuta del contrabando y la marihuana. Y no hay soldados decimonónicos, sino legionarios desabrochados, postrados como idólotras a los atributos genitales de un gigantesco toro de Osborne.
Y diréis a cuento de qué viene esta provocación de Calixto Bieito, tal como están las sensibilidades. Ok diario, por ejemplo, ha organizado una campaña de indignación. Y hay patrocinadores que no quieren identificarse con este montaje transgresor. Transgresor, es verdad, y antiguo. Porque la Carmen de Calixto Bieito es ya un clásico de la ópera que se estrenó, qué cosas, en Perelada, provincia de Girona, hace 18 años. Y que recala en Madrid después de haber itinerado y triunfado en 35 teatros, tan diferentes en su cultura y geografía como puedan serlo Oslo, San Francisco o Palermo.
El contexto de la batalla de las banderas ha excitado las verdaderas intenciones de Bieito. Por eso ha accedido a retirar la suya. Que era la española utilizada como papel higiénico. Y no es que el director de escena tenga miedo a la represalia o que se haya arrepentido. Lo que sucede es que esa provocación ha adquirido un valor y un significado que él nunca quiso darle. Bieito es un director de escena tan inteligente como feroz. Y es un provocador audaz. Por eso retira su bandera. Para que no le sustraigan el sentido que él quiso concederle. Que era el de Camen restregándose el símbolo patriótico que excitaba la lujuria de los legionarios.