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Rubén Amón indulta a Enrique Ponce: "No se justifica la crueldad con la que están siendo linchados"

Rubén Amón indulta en Más de uno al torero Enrique Ponce del linchamiento al que está siendo sometido por su romance con Ana Soria, una chica 27 años menor que él.

Rubén Amón

| 30.09.2020 10:00

Se supone que la sociedad española había prosperado en sus esquemas mentales y que renegaba incluso del hipócrita tradicionalismo, pero la repercusión de los amoríos de Enrique Ponce y una chica 27 años menor nos ha devuelto a los resabios de la corrala nacional, no ya convirtiendo al torero en una suerte de pervertido, sino atribuyendo a la "víctima" un papel angelical que redunda en la idea de la mujer infantilizada e incapaz de gestionar su vida a no ser que se la reconduzca un varón experimentado, mejor aún provisto de capa y espada.

Se nos ha colado Pablo Iglesias. Quizá este paternalismo parece olvidar que Ana Soria es mayor de edad a efectos legales, aunque la opinión pública ha decidido convertirla en un corderillo indefenso. Por lo visto una mujer de 21 años no tiene madurez ni independencia para decidir sobre sus deseos. Y por extraña razón, un hombre de 47 años se presenta ante la sociedad como una especie de pederasta.

Quiere decirse que Enrique y Ana serían la prolongación de aquella hiperglucémica pareja musical de setenta entre cuyas fechorías melófobas figura la perpetración del réquiem de Félix Rodriguez de la Fuente.

Enrique... Ponce y Ana... Soria alimentan la misma bestia que puede devorarlos. Y se han avenido a coreografiar una narrativa progresiva de acuerdo con la cual nos participan casi en directo de sus sentimientos y de sus sensaciones. Sus cuentas de instragram, sus entrevistas, sus mensajes y sus pasajes de edulcoramiento predisponen el juego perfecto del exhibicionista y del voyeur en un verano yermo de noticias people.

Y quien dice verano dice otoño, pues la extraña pareja permanece en la cima del interés de la prensa del corazón. La implicación de la extraña pareja en el merengue de la tarta nupcial y en la indescriptible cursilería no justifica la crueldad ni el escarnio con que Soria y Ponce están siendo linchados, caricaturizados, odiados y envidiados. La España hipócrita y justiciera se relame en sus antiguos espejos. La mujer recupera su papel gregario e infantil, mientras que el macho decadente, vestido de luces, se sacia en una víctima imprudente. Ha vuelto en plenitud el folletón del XIX cuando creíamos estar en el siglo XXI.

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