MÁS DE UNO

El indulto de Rubén Amón: Anabel Díez

Igual que hacen los presidentes americanos con los pavos, o como hizo Poncio Pilatos con Barrabás, procedo a indultar a un tertuliano. Y no escasean las oportunidades ni las candidaturas, pero me voy a decantar por Anabel Díez.

Madrid | 26.12.2018 10:46

Es la manera de expresarle la admiración y el cariño que le tenemos tantos colegas. Y tantos políticos. Una proeza contemporánea porque Anabel nunca ha incurrido en tentaciones lisonjeras. Todo lo contrario, el respeto se lo ha ganado por la integridad y por la credibilidad. Creo que son los objetivos a los que debemos aspirar los periodistas.

Y Anabel los desempeña sin engreimiento. Crees en la fiabilidad de lo que escribe. Y respetas lo que piensa, más allá de la coincidencia o la discrepancia, porque Anabel Díez tiene criterio. Es un salvoconducto para la reputación del tertuliano, estirpe en entredicho porque escasean las anabeles, pero la nuestra, Díez, representa, como dicen los cursis, un referente, o más cursi todavía, un modelo aspiracional, aunque Anabel nada tiene de cursi y mucho de sensible.

Se queda uno a escucharla. Le gusta a uno leerla. Estos tiempos mediáticos tan líquidos y gaseosos agradecen las personalidades sólidas. Anabel es una periodista currante. Más brillante de lo que ella está dispuesta a admitir. Lectora, viajera, cosmopolita, tolerante. Imagino que este retrato le produce sonrojo y embarazo, pero tendrá que escucharlo. No como un antídoto a su modestia, sino como la expresión de que le tenemos sus compañeros. Si Anabel Díez es periodista, la profesión tiene razones para sentirse orgullosa, digna.

Y le gusta mucho a mi madre. Nunca he agradecido tanto que la devoción materno-filial se conceda esta fabulosa excepción. Te queremos, Anabel. Y no voy a seguir hablando, porque igual ocurre que me intoxica el espíritu navideño. A Anabel Díez le sobra la tilde del apellido. Mirad que bien suena Anabel Diez.