CON MARINA HERVÁS

El himno de Europa: Un repaso por la Novena Sinfonía de Beethoven

Marina Hervás realiza una audioguía de la Novena Sinfonía de Beethoven, elegida como himno de la Unión Europea en 1985.

ondacero.es

Madrid | 27.05.2024 12:44

El 7 de mayo de 1824 el Teatro de la Puerta Carintia de Viena albergó el regreso de Beethoven. Ante dos mil personas estrenó su nueva obra, la Novena Sinfonía, que compuso estando completamente sordo. Más de un siglo después, fue elegido como himno de Europa un arreglo del cuarto movimiento de la Novena sinfonía.

El interés por hacer de la “Oda a la alegría” el himno de Europa comenzó bien pronto. Un caso significativo es el del conde Richard Coudenove-Kalerghi, un señor que, aunque había nacido en ¡Tokio! le gustaba la idea de unir Europa de un modo parecido al que tenemos ahora: con moneda compartida, gobierno regulador de conflictos e intereses comunes, un parlamento, etc.

La Unión Paneuropea Internacional nació en 1923 y convenció a intelectuales de la época como Albert Einstein o Thomas Mann. Por aquel entonces, Richard ya terminaba sus reuniones paneuropeístas con la Novena de Beethoven, en parte gracias al renovado entusiasmo por Beethoven que se vivía por el centenario de su muerte, que se celebró en 1927.

Este proyecto quedó suspendido con la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, desde la creación del Consejo de Europa, en mayo de 1949, llegaron muchísimas propuestas de himnos a Estrasburgo, pero no terminaba de encajar ninguna. Y es que había un debate estético de por medio, que era el siguiente: ¿estaba alguna música de nueva creación a la altura de algo tan importante como el símbolo musical de una Europa que comenzaba a surgir?

La música nueva no interesaba tampoco por una cuestión práctica: elegir a un compositor muerto ahorra muchos enfrentamientos de egos y suspicacias de favoritismos. Y aquí, de nuevo, entra en juego Richard, porque fue quien propuso explícitamente, en 1955, usar la "Oda" de Beethoven como himno.

Una alternativa a esta música fue la Música para los reales fuegos artificiales de Haendel, una música más solemne y triunfal. Por esta se habían decantado en la Unión de Radiodifusión Europea. Aunque la UER la usa para todas sus retransmisiones europeas, es probable a que casi todo el mundo la asocie con Eurovisión, desde 1956. Es el “Preludio” del Te deum de Charpentier, escrita a finales del siglo XVII, que no trascendió hasta que se recuperó en 1953.

En 1972 se decretó que el himno del Consejo de Europa fuera el "Preludio a la Oda a la alegría del cuarto movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven". Eso permitía no meterse en el lío de la letra, se evitaba que se adquirieran significados añadidos a la noción de una Europa que estaba en construcción y así no había que traducir nada.

Le encargaron el arreglo de la partitura a Karajan, a Herbert von Karajan, uno de los directores más importantes del momento y amigos del entonces secretario general del Consejo de Europa, Lujo Tončić-Sorinj.

Karajan grabó el arreglo con la Filarmónica de Berlín en 1972 y se emitió el 5 de mayo por todas las radios y televisiones. Finalmente se adoptó en 1985 oficialmente como himno de la Unión Europea.

Se usó para celebrar el cumpleaños de Hitler

El uso de esta música no está exenta de polémica, pues se ha utilizado en contextos bien contrarios a lo que se pretende defender en Europa.

Por ejemplo, la Novena se utilizó en 1942 para celebrar el cumpleaños… ¡de Adolf Hitler! La dirigió en esa ocasión Wilhelm Furtwängler. Se conserva una grabación histórica de ese momento, que os voy a poner ahora; la grabación de un uso totalmente perverso de la sinfonía: mientras en los campos de concentración quemaban cadáveres, en Berlín se cantaba "todos los humanos serán hermanos".

Algo parecido a lo de la Alemania nazi sucedió con Rodesia -ahora es Zimbabue-, donde se usó la “Oda” como himno nacional en una de sus épocas más sangrientas: durante la guerra civil, entre 1969 y 1979. El himno se adoptó en plena guerra, en 1974.

Posibles significados del cuarto movimiento de la Novena

La música empieza con sonidos oscuros e inestables. Con esto, los materiales de la "oda" intentan emerger de la oscuridad, como si se desperezaran después de un sueño.

Esta oscuridad le sirve a Beethoven para seguir explorando uno de sus lemas: "ad Astra per aspera", que significa "a través del esfuerzo, el triunfo". Beethoven consideraba que teníamos que llegar al éxito a través del sufrimiento. Por eso, presenta cómo se construye la alegría desde la oscuridad, porque requiere un esfuerzo.

A los dos minutos empieza la melodía de la oda primero en cellos, en pianísimo (es decir, muy bajito). Cabe reforzar el significado de esa "Oda" a partir de la Sinfonía coral, escrita en 1808, es decir, 16 años antes que la Novena sinfonía.

Después de tres minutos, Beethoven rompe esa serenidad y vuelve a empezar con la oscuridad del principio, pero para crearnos el ambiente desde el que comienza a cantar el solista. Lo interesantísimo de esto es que nos dice: ¡Por aquí no, estos sonidos no son! Literalmente, diciendo: “¡Oh, amigos, no con esos sonidos! ¡Entonemos cantos placenteros y plenos de alegría!”. Es decir, niega a la orquesta.

El poema en el que se basa esta música, escrito por Friedrich von Schiller, nos dice, un poco después, que la alegría nos dio “besos, pámpanos y amigos”, al gusano “placer” y al “querubín estar ante Dios”. ¿Está Beethoven reconciliado con Dios? ¿O es una llamada dubitativa a Dios?

El poder de la belleza y el arte para hacer mejores nuestras vidas

Para entender este canto del “vor Gott” tenemos que volver a la Fantasía coral. El texto que acompaña esta fantasía coral habla del poder de la belleza y el arte para hacer mejores nuestras vidas. Es una creencia que Beethoven defendió de muchas maneras. Por ejemplo, en el testamento de Heiligenstadt, una carta que escribió a sus hermanos cuando se le pasó por la cabeza suicidarse por su sordera irremediable:

“Es el arte, y sólo él, el que me ha salvado. ¡Ah!, me parecía imposible dejar el mundo antes de haber dado todo lo que sentía germinar en mí, y así he prolongado esta vida miserable”.

En la fantasía coral, la belleza se une al amor y la fuerza. Fuerza, en alemán, se dice “Kraft”. Una palabra ya de por sí muy sonora. Así se escucha la aparición de la fuerza, la energía para seguir viviendo desde lo bello: ¡¡Es un grito!! Beethoven grita "amor y fuerza". Esto es similar a "vor Gott" porque Dios es fuerza en la Novena

Beethoven compartía las dudas de la época acerca de la responsabilidad de Dios sobre nuestra vida, que luego llevarían a la duda sobre su existencia en general. Beethoven querría creer que existe. Así que nos da dos vías (que pueden ser complementarias): la heroica, es decir, en la que tenemos que ser héroes de nuestra propia vida, o la esperanza de que Dios, verdaderamente, sí esté ahí.

La sinfonía acaba con la única esperanza: la alegría

Después del querubín, el “vor Gott”, nos construye la primera vía: es una marcha que incorpora en medio del movimiento, donde anima a “transitad, hermanos,/por vuestro camino, alegremente,/como el héroe hacia la victoria”.

Y la segunda vía: El texto de la Novena acaba, así, diciendo: “¡Hermanos!, sobre la bóveda estrellada/tiene que vivir un Padre amoroso./¿No vislumbras, oh mundo, a tu Creador?/Búscalo sobre la bóveda estrellada./Allí, sobre las estrellas, debe vivir”…”Debe vivir”, no vive.

Beethoven, de la oscuridad de la que empezábamos, nos escribe este cielo estrellado. La orquesta y las voces son ligeras…Y acaba la sinfonía por todo lo alto, con felicidad. Con la única esperanza: la alegría, cuyo “hechizo vuelve a unir lo que el mundo había separado”.