opinión

Monólogo de Alsina: "Queda todo por hacer, aunque termine el Diario"

Diario de la pandemia. Ocho de mayo. Ya queda un día menos para dejar todo esto atrás.

Carlos Alsina

Madrid | 08.05.2020 08:19

· Tengo dudas sobre cuándo debe terminar un Diario como éste. Hoy escribo la páginas del día número cuarenta. Con 'C' de confinamiento. ‘C’ de cuarentena. Confinamiento aliviado, y en fase de cambiar de fase en casi todo el país. Cuarentena que siguen respetando, no me olvido de ellos, miles de infectados en aislamiento que pasan la enfermedad en la habitación de su casa más próxima al cuarto de baño. Sentirse extraño en la casa propia.

· Tengo dudas y no creo que al terminar la mañana las haya resuelto.

· Sé que no estamos destruidos, aunque a Patxi le hayan nombrado delegado del gobierno en la comisión para la reconstrucción y no sé qué. No estamos destruidos. Sí estamos doloridos. Creo que debilitados. Y creo que impresionados. Por lo que nos fue sucediendo en estas ocho últimas semanas (diez, te diría, sumando los primeros quince días de marzo, cuando aún no teníamos Diario ni estábamos confinados), y por lo que tememos que aún nos va a tocar pasar. Lo que queda, todavía, de epidemia. Y que queda de destrozo económico. Que es deterioro laboral. Y es dificultad, y precariedad y aprender a apañarse con menos porque una recesión lo encoge todo.

· No estamos destruidos. Sí escarmentados. Sí habiendo abierto los ojos. Sabiendo más de en qué consiste una epidemia y entendiendo mejor a los médicos que hoy nos dicen que aún queda por delante mucho trabajo. No sólo de prevenir que no rebroten los contagios (contagios seguirá habiendo, se trata de que no se produzcan todos a un tiempo). Queda mucho trabajo de sacar adelante pacientes que hoy están infectado y queda mucho trabajo de atender las secuelas que deja una enfermedad como ésta en aquellos que han estado ingresados.

· Queda mucho trabajo de indagación. Sobre el virus, sobre la forma de debilitar el virus y sobre las otras consecuencias que está teniendo la ansiedad acumulada y el confinamiento.

· No termina el coronavirus. No termina la pandemia. No terminan las dudas, las preguntas, las críticas y las denuncias. Hoy lo único que termina es este Diario. Si algunos de los oyentes os resultó útil, misión cumplida. Puede que dentro de unos años, muchos años, me anime a releerlo entero y hacer memoria de la cantidad, y variedad, de historias que tuve la suerte de que muchos de vosotros nos contarais. Hoy sólo quiero agradecerte que lo escucharas.

· Aún me sorprende la atención con la que muchos escucháis todo lo que decimos. Me sorprende porque hablamos mucho. Pero mira lo que me pasó ayer. En la miniserie documental que estamos emitiendo a las 09.30 conté que el primer fallecido por coronavirus en España (o en rigor, el primero al que le fue diagnos-ticado) fue un hombre valenciano que había estado en Nepal en enero y al regresar enfermó y fue hospitalizado. Dije que la hospitalización se produjo a primeros de enero y me envió una nota de voz Sonia para corregirme la fecha. No fue a primeros de febrero sino el 25 de enero. Y si ella lo recuerda con tanta precisión es porque su marido, que es médico, ese día estaba de guardia.

El primer médico que trató, sin saberlo, a un contagiado de coronavirus en un centro de salud en España. Da vértigo decirlo, sabiendo ---como sabemos ahora—que el trato con los pacientes contagiados es lo que ha hecho enfermar a miles de profesionales de la sanidad de los ambulatorios y los hospitales. Muchos de ellos forman parte de la relación de fallecidos.

· Hemos ido conociendo aquí cientos de historias mañana a mañana.

· Y que seguimos conociendo. Lo de Estíbaliz, por ejemplo, aún no te lo he contado. Aquel día que el corazón de Estíbaliz se paró un instante. Le entró un whatsapp de una señora mayor a la que conocía y que estaba interna en una residencia de Burgos. Le contaba que habían detectado un contagio en la residencia y que quería que supiera lo mucho que la estimaba. En la cabeza de Estíbaliz se unieron estas tres palabras: residencia, coronavirus y despedida. Temió que la señora mayor también hubiera enfermado. La señora mayor tiene 95 años y se llama Isi, o en rigor, Iesida, que muy común es verdad que no es. Isi para los amigos. Entre los que se encuentra Estíbaliz, que tiene 38. Se hicieron amigas porque coincidieron en un proyecto de Cruz Roja hace cinco años: era una red social muy sencilla para poner en contacto a personas mayores usando la tableta. Mira qué útil habría sido ahora. Intentando sacar adelante el proyecto hicieron mucha vida juntas: un viaje a Londres, un acto en el Ministerio de Sanidad, una visita a la reina en la Zarzuela. En fin, cosas. Dice Estíbaliz que Isi es una mujer de origen humilde y muy espabilada que si hubiera nacido más tarde hoy sería presidenta de una compañía tecnológica. Cuando llegó el coronavirus quien peor lo pasó fue Estíbaliz, porque estuvo infectada. E Isi, desde su residencia de Burgos, llamaba cada día para ver cómo estaba. Y para animarla. Por eso el día que recibió el mensaje contándole lo del contagio el corazón se le paró unos segundos. Hoy puede contar, y me cuenta, que a Isi el virus no la tocó pero que sí pasó algunos días malos de ánimo. La vida sigue siendo anormal en la residencia de mayores, sin zonas comunes, cada uno en su habitación confinado, pero al menos les dejan salir un rato al jardín, de uno en uno.

· Sé que le voy a da un disgusto a Antonio, que dice que no debería acabar hoy el Diario de la Pandemia. Porque él aprovecha este ratito, que están los tres enanos aún durmiendo (10, 9 y 5 años) para desayunar tranquilamente mientras mira por la ventana. Él desayunando tan ricamente, y la mujer teletrabajando, Antonio... Describe las fases por las que va pasando según me escucha: a veces sonrío, a veces me enfado, a veces me emociono, a veces me ilusiono. Y luego ya se le pasa todo y se va a despertar a los críos. Pero como va tarareando el Facciamo, que es la canción más pegadiza de la historia (a la altura del Never endind story), Inés, a sus nueve años, sin saber por qué también la canta.

· Por cierto, un saludo agradecido a Luis María, de Velilla del río Carrión, artífice de la grabación que ofrecimos ayer, la coral La Reana interpretando el himno desde múltiples casas.

· Además de versiones cantadas, tenemos versiones instrumentales para ilustrar el programa todo el año.

Ésta es de uno de los nuestros, Juan Carlos Vélez, que es el único del equipo que tiene talento. Para la música.

· Me dicen que Raquel Carrillo, médica a la que le hierve la sangre según se describe ella misma, es sobre todo una currante. Ayer decidió compartir las dudas en que está ella. 'He pensado mucho estas semanas', escribió, 'sobre si merece la pena seguir ejerciendo la medicina. No nos han cuidado ni protegido. Y lo que es peor, no lo van a hacer. Pretender que continuemos con lo poco que tenemos es un drama'. Después de publicar este mensaje, algunos colegas (y algunos pacientes) respondieron dándole ánimos y compartiendo su desazón. Y ella explicó que el de ayer fue un día triste porque fallecieron dos compañeros (otros dos compañeros) en Madrid. Y eso, 'me ha roto'. Me acordé de lo que contó ayer Ónega: que una enfermera le confesó que la mascarilla que usa le tiene que durar una semana.

Ésta es la versión del Facciamo al piano que envía Julio desde Valladolid.

· Quizá entre las cosas que hemos aprendido estas ocho semanas está el valor que tiene el tiempo. El valor de cada minuto bien empleado. El valor de cada minuto que emplea un médico, o una enfermera, en atender a quien llega al centro de salud con síntomas. O en visitar en su casa a quien está pasando la enfermedad aislado. Del valor del tiempo habla esta nota que me ha enviado un taxista de Madrid. Uno de los muchos que desde que empezó esta crisis está trasladando a los profesionales de la sanidad de un lado a otro.

En estos días de confinamiento general, hay taxistas que están haciendo más carreras que antes. Y sin llevarse nada.

· Ah, y la casuística: a la lista de casos que venimos descubriendo aquí cada mañana –-efectos de las restricciones en los que no habíamos reparado— añado hoy lo de salir a correr cuando eres ciego. Que es el caso de Javi. Bueno, de Javi y de Judit, porque ella es la guía que va junto a él, agarrando los dos una misma cinta. He dicho 'va detrás' y quería decir 'iba'. A ellos esto que se permite ahora, salir a correr de uno en uno y dejando ocho o diez metros de distancia con el que va delante, no les sirve. Y además dice Judit que le daría miedo poder pegarle algo porque Javi vive con sus padres, que son mayores. Mientras ella le da vueltas a ver si se le ocurre una manera, me cuenta que se conocen hace tres años y que han legado a correr una media maratón. Llegaron los últimos, vale, pero es lo que dice el hermano de Judit, que hay carreras que no las gana el primero que llega sino el último. Los últimos en su caso. 'Volveremos a correr juntos'.

· Ojalá todas las cosas buenas vayan regresando. A la velocidad necesaria para no desandar la puñetera curva que tantos disgustos nos dio (y aún nos sigue dando).

Si es por eso, pongo a La España que Madruga a partir del lunes a cantar el Facciamo para que no se quede esta oyente que vuelve a la rutina del madrugón sin su inyección de ánimo.

· Sí, yo también he visto el corto que ha grabado en su cocina Manuel Huedo. Es él, sabiendo todo lo que sabe ahora, que viaja en el tiempo para visitarse a sí mismo en el pasado. El pasado es sólo unos meses antes de que nos viéramos metidos en ésta. Y el Manuel Huedo del futuro le aconseja que aprenda formas de entretenerse sin salir de casa.

Me ha divertido mucho el corto. Y me ha gustado que Huedo haya elegido la música de Caléxico que acompaña cada mañana este diario.

· A lo mejor te acuerdas de lo que le pasó a Ciro. Es médico de la Jiménez Díaz en Madrid. Y una mañana, al regresar a casa, levantó la cabeza porque estaba sonando una música que le resultó conocida. Lo que vio, al levantarla, fue el balcón de su casa con un cartelón enorme que decía: '¡Felicidades, papá. Gracias por ir todos los días con una sonrisa a ayudar a los que más lo necesitan. Te queremos'. Y asomadas al balcón estaban Rita, que es su hija de año y medio, y María, que es su mujer. María con Rita en brazos y bailando ambas al son del tutto va ben.

Bueno, pues María estaba embarazada. Hace una semana vino al mundo Coco, la nueva de esta familia. Tres kilos novecientos cincuenta gramos de hermana para Rita. Ésta es la nueva normalidad en casa de Ciro. Donde eran tres ahora son cuatro. La pequeña aún no sabe cantar el Facciamo.

· Aunque un Diario termine, la vida sigue aquí dentro, en cada una de las casas desde donde estáis escuchando el diario que acaba, y sigue ahí fuera. En la calle que con toda cautela, y por fases, vamos reconquistando.

· Sigue la vida, con libertad condicional a ratos, de la niña cautiva, que conmovió al país con su lamento desgarrado... y su injusta imputación al padre, que lejos de ser un carcelero no era más que un un hombre cívico.

· Sigue la vida, seguro que provechosa, de esta otra niña que le metió tanta presión al presidente y en este tono tan categórico que es a ella a quien tenemos que agradecerle que Pero Chánches se fuera decidiendo a lo de las fases y las franjas poco a poco.

¿Qué pasa aquí? Pues mil cosas van a seguir pasando. Y no pensamos dejar de contarlas.

· Sigue la vida de las mamás diminutas que anteponen el cuidado de sus bebés a cualquier otro deber que les pongan los profesores.

Cuando no te da la vida, pues no te da la vida. Y los bebés son lo primero.

· Y sigue la vida, en fin, de todos los pequeños cantantes que desfilaron por el diario cantando letras adaptada a la lengua de trapo.

Ellos seguirán cantando el Facciamo y cuando tengan cuarenta, o cincuenta, o sesenta años, tararearán la melodía sin darse cuenta y tendrán que explicárselo a sus hijos y a sus nietos. Que serán los niños del futuro y estudiarán en clase la historia de la pandemia que mantuvo encerrada en casa a media Humanidad en aquel año de 2020. Es decir, todo esto que aún nos sigue sucediendo.

· Bueno, y va a seguir la vida del Facciamo –--porque las canciones también vi-ven— y de Ombretta Colli, que es una señora de verdad. Hay oyentes que decían: es un nombre inventado. Oiga, pues no. Si fuera un nombre inventado no me respondería nadie si yo dijera ahora 'buenos días, Ombretta Colli'.

¿Lo ve? Ombretta no sólo es real, sino que está realmente asombrada de lo que ha sucedido entre la audiencia de este programa con su canción de 1975.

Hemos localizado a Ombretta en su casa de Milán ---en Italia, donde tanto daño sigue causando también el coronavirus---, y ha tenido la amabilidad de compartir con nosotros la historia de su canción y de su carrera para que yo la comparta contigo. Así que el lunes, en este programa, una conversación exclusiva con la señora que nos enseñó a todos a cantar que el cielo siempre es azul, que el sol brilla alegremente, los ancianos están bien y los jóvenes tienen la oportunidad de crecer. Nos enseñó a hacer como que todo va bien.

Como hemos hecho cada día, a esta hora, desde el lejano dieciséis de marzo, aclaremos la garganta, levantemos la cabeza (estira un poco más el cuello), llenemos de aire los pulmones y vamos a ello. A por el himno. Facciamo. Finta. Che.

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