Hoy no es el conde Draco, es SuperMario Brosal rescate de la princesa, digo de la moneda. En realidad, sus palabras mágicas de esta mañana, en Londres, fueron tres. Estas tres: “créanme, será suficiente”. ¿Suficiente para qué? Para sostener el euro. ¿Y qué es lo que será suficiente? Lo que hará el Banco Central Europeo. Qué es lo que hará no lo ha dicho, pero ésa es la ventaja que tienen los gobernadores de bancos centrales, que pueden dejar las frases sin terminar y ya se encargan los inversores, los analistas financieros y los diarios económicos de completar la línea de puntos. ¿Qué es lo que hará el Banco Central? Pues se entiende que comprar deuda pública de España e Italia. ¡Vaya!, ¿será posible que por fin haga lo que el gobierno español ---y no sólo el gobierno--- le viene reclamando desde hace dos meses sin que él se diera por enterado (o mejor, enterándose perfectamente de la petición pero sin hacerle ni puñetero caso)? Pues eso es lo que han debido pensar los inversores, que va a intervenir en el mercado de deuda, porque de golpe se ha enfriado nuestra prima de riesgo y nos han bajado el precio del bono a diez años. ¡Milagro! Ésta es la otra ventaja que tienen los gobernadores de bancos centrales, que no hace falta que hagan algo, basta con que insinúen que lo van a hacer para que se consiga el efecto inmediato. Hoy, de momento, efecto conseguido. Mañana ya veremos, porque una vez que amagas con usar el bazuca lo más probable es que te pongan a prueba y tengas, al final, que usarlo. El mensaje que hoy soltó nuestro amigo Draghi ---qué tipo tan majo, eh--- no iba dirigido a nosotros, sufridos ciudadanos de un país medio intervenido y asfixiado por los intereses de la deuda que pagamos, sino para aquellos que están apostando a que el euro acabará deshaciéndose porque no hay ni herramientas adecuadas ni voluntad real de los gobiernos nacionales de mantenerlo a flote y a toda costa. Lo haremos, dijo el conde, lo mantendremos cueste lo que cueste. Creánme, será suficiente. En Moncloa se lo contaron a Rajoy y, según una versión apócrifa, dijo algo parecido a “yuju, yuju”. Es natural que el gobierno español celebre este cambio de criterio del mismo gobernador que hasta anteayer decía que él no está para solucionar los problemas financieros de los gobiernos nacionales, tan hosco y tan germano. En otros foros, la pregunta que de inmediato se planteó, al saber lo de Draghi fue, con toda lógica, “qué ha pasado”. ¿A qué se debe el cambio de criterio? ¿Por qué ahora sí y hasta ahora no? Y también: ¿esto lo sabe Merkel? Explicación oficial del nuevo discurso del italiano no existe. De hecho, esta es otra ventaja de los gobernadores de Bancos Centrales: siempre explican sus decisiones con el mismo argumento, “lo hago para cumplir mi función de garante de la eficacia de la política monetaria”, que es muy parecido a no explicar nada. Y, a falta de explicación formal, algunos analistas han reparado en dos hechos de estas últimas horas: el primero, que la agencia Moody’s ha anticipado que le va a bajar la nota a diecisiete bancos alemanes porque son vulnerables a la crisis de la deuda pública que están sufriendo países muy principales del euro, como España e Italia. Para entendernos, que están hasta las trancas de deuda pública española e italiana. Y si estos dos países dejan de ser fiables, esos bonos que tienen los bancos alemanes (y también franceses) se devalúan. Si hay alguna otra razón que aún ignoramos, la iremos conociendo a partir de los movimientos y declaraciones que estos días se vayan produciendo en Europa. Hoy la prima ha caído, gran verdad. Pero sigue más cerca de los seiscientos que de los quinientos, y esto también es una gran e inquietante verdad.
Sólo Draghi podía eclipsar la presencia de Rato en la comisión de Economía del Congreso para hablar de Bankia. Porque el asunto siempre ha sido Bankia, aunque se haya envuelto en una indagación general sobre las cajas de ahorros y la supervisión del sistema financiero. Aunque luego iremos entrando en detalles sobre lo que ha dicho cada uno de los comparecientes ---Rato, sobre todo--- algunos consejos rápidos para sus señorías, por si tuvieran a bien atenderlos, para que estas comparecencias sirvan de algo (de algo más que cubrir el expediente). El formato de estas comparecencias, como han señalado muchos diputados, es, en efecto, pésimo. Porque consiste en que el compareciente suelta el rollo inicial que trae preparado de casa, luego los diputados van tomando la palabra uno a uno para reprocharle que no haya ido al meollo del asunto y haya dejado sin responder las principales preguntas, que ellos, en realidad, todavía no han hecho y que, en muchos casos, se revelan incapaces de hacer ordenada y razonadamente. La intervención inicial del compareciente, que la quiten. Y el estribillo de cada diputado abroncándole por irse por las ramas, también. Ambas cosas sobran. Que se dén los buenos días y vayan directamente al turrón: preguntas y respuestas, que para eso se hacen las comparecencias. Tres consejos:
1.- Que se ahorren darle las gracias al compareciente por comparecer. Con que lo haga una vez la presidenta de la comisión, sobra.
2.- A cada pregunta que se plantea, que se escuche de inmediato la respuesta. Para que, a cada respuesta, pueda haber una re pregunta. Ir haciendo preguntas que el compareciente anota en un papel para responderlas cuarenta minutos después en un totum revolutum es un absurdo.
3.- Los discursos para lucirse que los dejen los diputados para cuando suban a la tribuna. O para el mítin. A una comisión que busca aclarar lo ocurrido se va a preguntar con conocimiento de causa. La misión del diputado no es lamentarse de que las comparecencias sean una tomadura de pelo, sino encargarse de que no lo sean. O, en su defecto, poner en evidencia esa actitud del compareciente con datos y con hechos, no con encendidos discursos tan fáciles como vacuos.
Volviendo a Rato, dos nombres propios que él no mencionó, pero que debió de tener en mente toda su comparencia: Miguel Angel Fernandez Ordóñez y Luis de Guindos. Ha empezado por afirmar, el ex presidente de Bankia, que la fusión de Caja Madrid con Bancaja fue una idea del Banco de España, no suya. Y la salida a bolsa, también. El Partido Popular, como saben, atribuye a esa fusión con Bancaja todo lo que ha pasado luego en CajaMadrid-Bankia. Y ese argumento plantea la duda, necesaria, de si es que CajaMadrid (Rato) no tenía posibilidad de oponerse a ese matrimonio, plantarse y decir que no, como pasó en Galicia con las fusiones que aconsejaba el Banco de España o como hizo Unicaja. Cuidado, lo que Rato ha dicho es que la idea se la plantea MAFO y le insta a consumarla cuanto antes. Pero no ha dicho que esa fusión a él le pareciera mala. Los números que examinó salían y venían avalados por la auditora y por el supervisor. Pero la razón última que ha Rato para el desenlace que ha tenido Bankia no es aquella fusión, sino dos factores posteriores: los cambios normativos ---es decir, las exigencias de capital que el gobierno, anterior y actual, fueron aumentando--- y el deterioro de la situación económica del país, la nueva recesión, que ha repercutido en una valoración a la baja de los activos de los bancos. Son las reglas de valoración las que han cambiado, ha dicho, repitiendo, en el Congreso, lo que ya dijo en la carta aquella que envió a los consejeros de CajaMadrid: él presentó un nuevo plan para provisionar y ajustarse a los nuevos requerimientos que incluían ayuda pública, sí, pero muy inferior a la que acabó dando por buena el gobierno. En resumen, muy en resumen, lo que sostiene Rato es que la situación de Bankia no es sólo fruto del enorme riesgo inmobiliario que asumieron, en su momento, CajaMadrid y Bancaja, sino también de los sucesivos cambios de regulación (gobierno anterior y gobierno actual) que fueron elevando cada vez más el listón de las exigencias de capital para prevenir pérdidas futuras, obligando a las entidades a buscar ese capital en un mercado desierto y acudiendo, en última instancia, a las ayudas públicas: cada vez nos pusieron el listón de capital más alto y, a la vez, cada vez se fue valorando en menos nuestros activos. Con idea de ganarnos la confianza de los mercados hemos desnudado nuestro sistema financiero y lo hemos sometido a exigencias tan superiores a lo que existía antes, que hemos acabado teniendo que pedir un rescate bancario a la zona euro. Es decir, ésta es la tesis, que al gobierno se le ha ido la mano con la terapia del saneamiento. Urge un careo no ya entre Rato y MAFO, sino entre Rato y este hombre que hoy ejerce como ministro y que, aunque no fue citado por su nombre ni una sola vez en la comparecencia de Rato, fue el destinatario último de sus enmiendas: su antigua mano derecha, Luis de Guindos.