Tras meses sin apenas una gota en la mayor parte de España, el frente de lluvias recorre hoy de sur a norte la península sembrando agua. Hemos pasado de la tierra agrietada a la tierra anegada, del polvo al charco, de la sequía a la tromba. La lluvia es bienvenida cuando revive y repudiada cuando ahoga. El de hoy está siendo un día difícil para cientos de españoles a los que el río se les metió en casa. Día de sobresalto para algunos miles que han visto sus calles inundadas, sus coches navegando, sus puentes rotos.
Imagina el sofoco que te llevas cuando estás en la oficina, en el taller, en la tienda, te suena el móvil es un mensaje que dice “alerta roja, pasen a recoger a sus hijos inmediatamente”. Remitido por el colegio de tu hijo, conforme al protocolo que permite a los centros desalojar cuando se declara la alerta. El mal rato que habéis debido de pasar los padres, camino, a toda prisa, del colegio, en Málaga capital, en Alhaurín, en Manilva, en Marbella. En Antequera hubo escuelas que ni siquiera llegaron a abrir porque no habían podido llegar, por las carreteras cortadas, los maestros. El respingo que debiste dar si eras uno de los pasajeros de ese autobús municipal de Málaga cuyo conductor pegó un frenazo justo a tiempo de impedir que se os cayera encima medio árbol.
La angustia de ver que la calzada de la A-7 de repente se tambalea entre Puerto Lumbreras y Lorca. La preocupación en Murcia al ver cómo no para de subir el caudal del Segura.
La alerta roja se levantó en la provincia de Málaga a la hora de comer. Pero la alerta amarilla o naranja permanece en otras veinte provincias. Lo anticipamos anoche: el frente entraba por el sur a primera hora, con muchos litros de agua por metro cuadrado, e iría luego avanzando hacia el noreste con episodios de temporal y aguaceros muy intensos en Almería, en Alicante, en Castilla La Mancha. En ello seguimos a esta hora de la tarde.
Continúa cayendo agua en muchos puntos del país, desacostumbrados al cabo de tantos meses en seco. Día de tormentas, día de barro Día a cubierto, los cielos encapotados, bien poco luminoso. Si el gobierno esperaba que hoy el sol resplandeciera en los mercados, con el Ibex espídico y la prima encogida ante la contundencia salvífica de los Presupuestos que ayer fueron presentados, se habrá disgustado un poco comprobar no tanto que los mercados censuraran sus cuentas como que les ha importado poco lo que dicen. Ni la prima de riesgo se ha desinflado ni se ha subido de repente a la parra. Anda en los 460 puntos, donde estaba el miércoles, antes de que Montoro y De Guindos actuaran.
El Ibex empezó la jornada en positivo pero a media mañana empezó a ponerse colorado y ha estado así, en caída, el resto del día. Es decir, que las tendencias que se apuntaban a mitad de semana parece que van a seguir ahí, y si eso pasa, si la financiación del Estado vuelve a ponerse cara cara, Rajoy tendrá que solicitar el famoso rescate. Los analistas financieros, por lo que fueron contando durante el día, daban más relevancia a la auditoría de la banca que se presentaba esta tarde que a los presupuestos con alfileres que se presentaron ayer. Hoy le tocaba poner el huevo a Oliver Wyman, el famosísimo Oliver Wyman que el día que salga a la calle tendrá que firmar autógrafos.
En realidad Oliver Wyman es un actor norteamericano, de treintaytantos años y especializado en poner voz a los personajes de las películas de animación. Su voz salía, por ejemplo, tachán tachán, en los Pokémon. Pero a este Oliver Wyman no lo contrató De Guindos para que viniera a España a hacernos un trabajo. Al que contrató fue al otro, al Oliver Wyman auditor, la compañía que fundaron hace veinte años Alex Oliver y Bill Wyman. Vaya, ¿Oliver y Wyman no son el mismo señor? No, eran dos. Que luego fusionaron su empresa con otra sociedad y vieron cómo crecía y crecía, aumentando sus clientes e incorporando a gobiernos interesados en tener el aval de una compañía privada independiente para sus diagnósticos sobre determinados sectores económicos. Por ejemplo, el gobierno español; por ejemplo, la banca.
Seguro que recuerdan que en aquella excursión por el río Chicago en la que Merkel le diseñó la hoja de ruta a Rajoy, la canciller insistió mucho en lo de nuestros bancos y las dudas que existían sobre las pérdidas reales que tendrían que encajar por la caída del mercado inmobiliario. De aquel barco de Chicago se bajó Rajoy con dos decisiones tomadas: deshacerse de Miguel Angel Fernández Ordóñez sin esperar a que le venciera el plazo y encargar a una auditora independiente la estimación de cuánto capital requieren los bancos españoles, en su conjunto y entidad por entidad, para sanearse de una vez y del todo. La idea era: si lo hace una auditora externa, se acabarán los recelos y las sospechas.
Tampoco es que se acaben del todo, porque mucha gente piensa que la auditora se ve obligada a presentar un resultado que sea del agrado del gobierno que la ha contratado, sobre todo porque el gobierno ya dio su propia estimación, 62.000 millones de euros, después de que el FMI abriera aquella horquilla que iba de 38.000 a 80.000 según los escenarios hipotéticos contemplados. Con todo, la consultora ha hecho su trabajo y esta tarde presentó su propio cálculo. Y el numero premiado es el 53.745 (cinco tres siete cuatro cinco). Que se acerca mucho a lo que había calculado el gobierno y que es menos de los 100.000 millones que están dispuestos a prestarnos nuestros socios europeos, el rescate aquel que se pactó y que sigue valiendo. El banco que más capital requiere es Bankia, 24.000 millones de euros, un poco más de lo que estimó el señor Goirigolzarri, y la segunda, Cataunya Bank, con casi once mil millones. En el lado contrario, Santander, el BBVA, la Caixa, el Sabadell, Kutxabank y Bankinter superan el examen con el capital que ya tienen. A partir de ahora, cada uno de los bancos con necesidades de capital cómo se apaña para conseguirlo, aunque será el grifo del crédito que ponga a su disposición la administración el que sirva para asegurar que todos cumplan.
Aunque antes será el Eurogrupo el que tenga que empezar a desembolsar las cantidades que tiene prometidas. Y una vez que los bancos intervenidos por el Estado terminen de hacer limpieza, empezará la la búsqueda de bancos potentes que estén interesados en quedárselas. Dentro de un año quedarán menos bancos de los que hay ahora.