opinión

Monólogo de Alsina: "Sánchez, que valora por encima de todo resistir, ha entregado a Puigdemont la figura del relator"

'Manual de resistencia', por Pedro Sánchez. Capítulo uno. La prioridad siempre ha de ser conservar el poder. A ella debe subordinarse la coherencia, la rectitud y la transparencia. Fin del capítulo. Y fin del manual.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 06.02.2019 08:14 (Publicado 06.02.2019 08:03)

Aún no ha llegado a su librería de confianza, señora, el libro éste que el presidente Sánchez, líder aéreo siempre ocupado en la promoción electoral de sí mismo, ha ido escribiendo en sus tiempos muertos, pero si es, como se ha dicho, el gozoso retrato que de sí mismo hace un superviviente, bien podría ser que la primera regla del manual fuera ésta: mientras aguante yo en el trono, qué importa el precio.

Tres noticias en un mismo día, o si lo prefiere, triple que Sánchez cree que anota pero que, en realidad, encaja.

1ª • El gobierno se rinde a la exigencia puigdemoníaca de que haya un mediador en la negociación de los partidos catalanes para esto que llaman la solución al conflicto.

2ª • Torra difunde el documento de los 21 puntos que Sánchez ha mantenido oculto a la opinión pública y ahí aparece, como punto número 3, la mediación entre las dos partes, entiéndase Cataluña y España.

3ª • Sánchez nos anuncia queha escrito un libro sobre cómo resistir.En cualquier circunstancia. A toda costa.

Junte las tres noticias y le sale la crónica de este día en España: el presidente que valora por encima de todas las cosas resistir ha entregado a Puigdemont otra de las bazas que éste anhelaba para seguir dando la matraca. No es que Sánchez resista. Es que Sánchez se resiste a someter ya al examen de los españoles votantes su labor política. Incluida su doctrina sobre la cuestión catalana.

Déjenme que refresquemos un poco la memoria de algunas cosas que han pasado en este programa de radio. El documento de los 21 puntos, por ejemplo.Torra, que es Puigdemont, le entregó al presidente en Pedralbes (aquella reunión de igual a igual exigida por Waterloo y concedida por la Moncloa) un papel que podría haberse titulado el manual de resistencia independentista. Las bases para una negociación de igual a igual entre España y Cataluña. El famoso documento que la Moncloa guardó (naturalmente que lo conserva) pero en secreto. Al ministro más próximo a Sánchez, Ábalos, le pregunté por el documento.

Ni Ábalos lo había visto. La versión oficial era: qué sentido tiene preguntar por un papel que el presidente ha desechado. Lo que pasa es que no era verdad. Sánchez no lo había desechado. Para desecharlo tendría que habérselo devuelto a Torra nada más recibirlo: oiga, esto es impresentable, ahí se lo queda. Pero se lo quedó. A Borrellle preguntamos también aquí por el papel de Torra.

Pues Torra ha querido ahora que tengamos todos el papel. Cuyo punto tercero exige que el gobierno central trague con una mediación internacional que conduzca la negociación en pie de igualdad. Siempre esta historia de que hay dos partes iguales en conflicto, España y Cataluña.

Ésa es la importancia que para los independentistas tiene que se acepte un mediador. Aceptar un mediador es aceptar que hay un conflicto entre dos partes que no puede resolverse a través de las instituciones democráticas que ya existen. Sí, ya sé que el mediador es para la mesa de partidos ésa que tienen creada en Cataluña, no para que media entre Sánchez y Torra, pero creado el precedente, el independentismo cabalga.

Pésima labor ayer la de Carmen Calvodespachando, con ligereza y frivolidad, lo que se le estaba preguntando.

El diálogo, la palabra comodín que sirve para todo. Tienen que dialogar quiénes. Sobre qué. En calidad de qué y representando a quiénes. Si el gobierno no es capaz de explicar en qué consiste ese diálogo, por qué le parece necesaria una mesa de partidos y desde cuándo los partidos requieren de un facilitador para hablar de lo que les dé la gana, entonces es que no ha entendido nada. Porque éste ya es, a ojos de buena parte de la opinión pública, el gobierno que dice que no y que no a las exigencias independentistas hasta que dice que por qué no. Ahora una rebaja de cargos de la abogacía del Estado, ahora una cumbre entre gobiernos en Pedralbes, ahora una mediación en el conflicto.

Estimada vicepresidenta, estimado líder de la resistencia, dejen ya de marearnos con las palabras y digan claramente en qué andan. Hasta dónde llegan las tragaderas. Cuánto más van a cooperar con Puigdemont, que es el que manda en Torra, en este empeño por puentear al Congreso de los Diputados.

Porque eso, al final, es de lo que se trata. Ésa es la meta final de la operación mediadores y mesas de partidos.

La concesión siguiente que los independentistas le van a arrancar al gobierno es que la mesa ésta de partidos no sea sólo de partidos catalanes. Puigdemont no tiene nada que ganar en una mesa de partidos catalanes porque para eso ya tiene la mayoría absoluta del Parlamento de Cataluña. Lo que quiere es que la mesa sea de partidos de todo el ámbito español. Estatales.

Le preguntamos aquí a Elsa Artadi hace un par de semanas: ¿qué tiene una mesa de partidos que no tenga el Parlamento? Y respondió: que en la mesa todos los partidos pesan lo mismo.

Ésta es la cosa. En una mesa de partidos el PSOE vale lo mismo que el PDeCAT y el PP vale lo mismo que Esquerra Republicana. En el Congreso de los Diputados, no. Allí los partidos contrarios a la autodeterminación representan hoy el 70 % de la cámara.

Lo que buscan Puigdemont y sus peones es salvar el tremendo obstáculo que para ellos supone representar sólo al ocho por ciento de los ciudadanos de España. Esto es lo que ellos llaman el muro de las Cortes Generales. La abrumadora minoría que respalda sus postulados. Por eso la soberanía nacional les estorba y la reforma de la Constitución no les vale. Porque tienen la voz cantante en Cataluña, pero contemplada la sociedad española en toda su extensión, los independentistas catalanes pesan poco. Pero en una mesa de partidos en la que esté, por ejemplo, el PNV cambian las cosas. A un lado PP, PSOE y Ciudadanos, tres sillones; al otro, PDeCAT, Esquerra, Podemos, PNV, son cuatro. Y el relator que levante acta.

El relator neutral. Que puede ser Toni Comín, por ejemplo. O Dolors Bassa, que es una procesada que le cae simpática al gobierno porque dice que en ningún caso hay que dejar caer a Sánchez. O Urkullu, que les gusta mucho a todos. Menos a Rajoy, porque se la clavó a traición en la moción de censura.

Tacita a tacita, el gobierno le ha ido comprado al independentismo el marco mental: el conflicto, las dos partes, el árbitro necesario. Sólo Les falta llamarlo proceso de paz y empezar a celebrar las reuniones en Ginebra.