OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Sánchez presentará unos Presupuestos a sabiendas de que los pierde pero intentando convertir esa derrota en un éxito para su campaña"

Las elecciones generales serán la próxima primavera.

@carlos__alsina

Madrid | 05.12.2018 08:10

La campaña del candidato del PSOE, señor Sánchez, empezó anoche en el informativo de Piqueras.

El presidente encaja el leñazo andaluz y prepara el decorado para intentar salir airoso de su examen verdadero: el que llegará con las urnas. Para aprobarlo necesita de una movilización del electorado de izquierda que hoy no se percibe. Todo lo que haga de hoy en adelante debe ser visto en esa, y sólo en esa clave: agitar el tablero para que el personal no se quede quieto.

Después de escuchar a Sánchez anoche, con sus argumentos reversibles, sólo cabe decir que los tiene cuadraos. No es una novedad, pero sigue siendo im-presionante.

No, él no dijo que vaya a convocar elecciones porque eso sólo se dice el día que se convocan. Pero dio pistas suficientes. De lo que viene y de la exhibición de contorsionismo político con que nos va a obsequiar a todos.

El presidente asume, de hecho, que no tiene mayoría parlamentaria para seguir adelante y anuncia que presentará, pese a ello, unos Presupuestos Generales a la cámara. A sabiendas de que los pierde pero intentando convertir esa derrota en un éxito para su campaña. Culpará a los independentistas de no querer el progreso de la gente, enterrará la empatía que hasta hoy predicaba con Junqueras y con Torra (no descarten que hasta le vuelva a llamar xenófobo) y hasta es posible que le diga algo a Rufián si le vuelve a llamar carcelero y secuestrador de presos políticos. Ah, y martilleará en cada comparecencia pública —esto también empezó anoche— su nuevo estribillo electoral: que Casado y Rivera se verán abducidos por la ultraderecha en cuanto pacten para gobernar Andalucía. Ha llegado Vox al rescate del argumentario socialista. Vox como acicate para movilizar el voto de la izquierda. Por si acaso flojea, como parece, el famoso efecto Sánchez encomendémonos ahora al efecto Vox. O contraVox.

El domingo hubo elecciones en Andalucía. Sánchez y Díaz se dejaron, a cuatro manos, catorce escaños y cuatrocientos mil votos. El líder supremo del PSOE no se achaca a sí mismo (sólo faltaba) responsabilidad alguna, pero visto el resultado ha recurrido a lo que él mejor sabe hacer: cambiar de planes.

Carece de novedad, en Sánchez, decir una cosa y su contraria dependiendo de la semana en que hable, pero habrá que refrescar hoy, de nuevo, la memoria. Hace veinte días esta cadena les adelantó que la intención del presidente era incumplir su deber constitucional de presentar unos Presupuestos al Parlamento. Él mismo lo admitió después.

Que no nos quería marear. Lo que va de aquella afirmación a esta que hizo anoche en TeleCinco…

…es sólo una cosa: el cálculo de lo que a él más le conviene para mantener el poder. Esto no tiene nada que ver ni con cambiar el país, ni con resolver los problemas de los desfavorecidos, ni con tener una idea de lo que significa gobernar y lo que significa el Parlamento. Porque todo eso no puede cambiar, en un gobernante, de una semana para otra. En lo que está Sánchez antes, durante y después de las elecciones andaluzas es en el cálculo de sus posibilidades.

O sea, que sí. Que su partido se ha pegado un leñazo en Andalucía que ni él ni Tezanos habían calculado y que la reacción de Sánchez es de navegador de coche: recalcular el camino para poder terminar llegando al mismo sitio.

A Pedro Sánchez cuando era Simplemente Pedro, Just Peter, le parecía evidente que Puigdemont era un reaccionario fanatizado, que Torra era un xenófobo y que Junque-ras había dado un golpe a la legalidad democrática. Pero cuando Just Peter llegó a presidente de gobierno, aceptando de buen grado los votos de los diecisiete votos, se puso a la tarea de pactar con esos dos partidos un Presupuesto que le garantizara gobernar hasta el 2020. Digamos que, aplicándole a Pedro la doctrina Sánchez, le faltó cuajo para decir que no iba a mezclarse con quienes, reaccionarios y xenófobos, habían intentado tumbar la Constitución y el Estatuto.

Urge que el gobierno se ponga a sí mismo ante el espejo. Y urge que la ministra de Justicia, Delgado, aclare sus ideas. Madre mía, qué empanada. Esto de ayer de que los partidos que están en el Congreso aceptan la Constitución pero Vox no la acepta.

Si por rechazar partes de la Constitución entiende la ministra que hay cosas en la Constitución que querrían cambiar, pues mire: meta en la lista a todos los partidos. Podemos, por ejemplo, aspira a que España deje de ser una monarquía y sea república. El PSOE aspira a convertir España en estado federal. Ciudadanos, a eliminar el Senado. Vox aspira a eliminar las autonomías. Esquerra y el PDeCAT, y el PNV, aspiran a que haya autodeterminación. No pasa nada. Eso no pone a ninguno de ellos fuera de la Constitución. Tampoco a Vox. Son todos partidos constitucionales. En efecto. Vox también, ministra. Si hoy Vox no está en el Congreso no es porque aspire a cargarse la autonomías, es porque no tuvo votos suficientes en 2016 para conseguir escaños.

El problema no es querer cambiar cosas de nuestro sistema. Es pretender imponer los cambios ignorando la Constitución, incumpliéndola o violentándola. Hurtando a los ciudadanos de todo el país su derecho a decidir sobre esos cambios. Y ahí, ministra, sólo hay dos partidos que han intentado hacerlo. Por las bravas y abusando del poder que tienen en las instituciones del Estado. Se llaman Esquerra Republicana y el PDeCAT. Con el aplauso, por cierto, de Bildu, que si algún día gobierna en el País Vasco intentará también cargársela.