Érase una vez un cuentista tan acostumbrado durante años a contar cuentos, que llegó el día en que quienes le escuchaban no alcanzaban a saber si, cuando los contaba, él mismo se los creía. Se atrevió un joven, respetuoso, a preguntarle: 'Venerable contador, ¿sabe usted que lo que está contando es solo un cuento, verdad?’' Y respondió el veterano, mientras señalaba su propia cabeza: 'No lo voy a saber, si peino canas'.
El primer juicio de nuestra historia al Fiscal General del Estado -procesado y jefe de la fiscalía al mismo tiempo, inasequible al deterioro institucional que está provocando-, está siendo una reedición de la investigación judicial previa porque nada distinto están declarando los testigos -hoy va Lobato-.
Pero, a la vez, escucharles a todos, uno tras otro, concentrados en unas pocas horas está permitiendo asistir, en toda su crudeza, el efecto perverso que produce el cruce de caminos entre la fiscalía y la política. No solo por la polarización que anida en pisos más altos de la institución -y que explica que para tan doctos expertos en materia jurídica sea una verdad incuestionable lo que para otros es un cuento chino- también por la franqueza con que cargos políticos que nada tienen que ver con el asunto del novio justifican que se metieran de hoz y coz llevados de su encomiable celo profesional como valedores de aquel (o aquella) que les ha colocado.
A Miguel Ángel Rodríguez, cargo de confianza de la presidenta madrileña Ayuso, experto en la fabricación de relatos y en difundirlos, entre su grupo de periodistas amigos, como si fueran hechos probados, se le escuchó ayer en el Supremo que él dio aire a esta versión falsa según la cual la iniciativa del pacto era de la fiscalía porque entre sus obligaciones está velar por la reputación de su jefa.
Va a ser eso. Es llamativo que, al cabo de un año predicando que el caso del novio es del novio, no de la Comunidad de Madrid y no de su presidenta, y habiendo escuchado en este mismo programa a Ayuso admitir que patinó al salir a hacer valoraciones, como presidenta, de un caso que afectaba solo a su novio, sostenga ahora Rodríguez que la reputación de ella se veía afectada y que ahí estaba él, cual valeroso caballero, para defender -con intoxicaciones-el buen nombre de su señora.
Cuentos. La actuación, chusca y contraproducente, de Rodríguez en esta historia nunca tuvo nada que ver con sus funciones como jefe de gabinete -o como se llame el cargo que tiene-; Rodríguez, aparte de polemista, es un estratega de la confrontación y la gresca que bien podría hacer suya la frase de su enemigo García Ortiz: 'que no nos ganen el relato'. Porque es a eso a lo que se dedica: a colocar el relato más favorable a los intereses de quien le ha colocado, no necesariamente coincidentes con los intereses ni de la institución -el gobierno autónomico- ni, por supuesto, de los gobernados.
Rodríguez, aparte de polemista, es un estratega de la confrontación y la gresca
Francesc Vallés, jefe de propaganda de la Moncloa
En la misma sesión se escuchó a quien fue jefe de propaganda de la Moncloa -perdón, secretario de Estado de Comunicación- intentar justificar (y justificarse) por haber mojado él también en un asunto por complejo ajeno a sus funciones. Francesc Vallés, árbol caído, instruyó a Lobato, a través de un este, para que le hiciera los coros a Pedro Sánchez en el Parlamento madrileño usando la situación procesal del novio para exigir que dimitiera la novia. (No que dimitiera como novia, sino como presidenta).
Lógicamente, dice el secretario de Estado, confundido ya para siempre entre sus funciones legales y sus funciones partidistas. Con toda la tranquilidad lo dijo: que el secretario de Estado de Comunicación (Gobierno) está para garantizar que todos los ministros, y senadores, y diputados, y secretarios regionales del partido, se ciñan, y cacareen, la consigna. Im-presionante. Qué menos que haberle cambiado el nombre a la secretaría -comisariado de la verdad- y haberse hecho cargo de la nómina en Ferraz, no en la Moncloa.
Que el presidente del Gobierno de España se ponga a pedir dimisiones de presidentes autonómicos ya es para nota. Pero como dice Vallés, dándole categoría de hito, es que era la primera vez que algo así sucedía. Es enternecedor recordarlo: que Sánchez exigió a Ayuso su renuncia no por nada que hubiera hecho ella, sino porque su novio estuviera investigado en un juzgado.
Consejos vendo que para mí no tengo. Preguntar al presidente dónde tributaba su hermano o atacarle por el procesamiento de este es inaceptable, pero embestir a Ayuso por el impuesto de sociedades del novio, y exigir su renuncia, es perfectamente razonable. Teoría y práctica de la ley del embudo. Tres años lleva Sánchez imputando corrupción a Ayuso por el caso, no de su novio sino de su hermano.
Da igual que el caso fuera archivado y el hermano, exonerado. Si Sánchez dice que hay corrupción, pues la hay. Y si Sánchez dice que los comisionistas que tenía bajo su manto en Ferraz y en el ministerio de Transportes no eran cosa suya, pues no lo eran. Ley del embudo.
Ayer, por cierto, se escuchó por primera vez en público la voz del novio. Alberto González Amador. Que lo vio venir. Cuando se supo radiografiado por Hacienda, y con denuncia previsible de la fiscalía, vio venir que a su novia le complicaría la vida este asunto suyo. Por eso le dijo a su abogado que a ver cómo podía hacerse para que su fraude fiscal, presunto, no levantara mucho polvo.
El abogado le explicó lo del pacto de conformidad pero no debió de enterarse mucho, al menos no de la parte que supone admitir tu culpabilidad para negociar después la pena. Que es lo que aparece en el famoso correo que, al ser difundido, ha llevado a media Humanidad a darle ya por condenado. Incluido él mismo.
El ministro Torres esquiva a la UCO
Ángel Víctor Torres sale vivo del esperadísimo informe de la UCO. Conocidos los doscientos folios que faltaban, no aparece respuesta a la pregunta esencial que cabe hacer cuando alguien es sospechoso de participar, colaborar o facilitar la labor saqueadora a una trama de corrupción, que es: él, ¿qué se llevaba? ¿Qué obtuvo a cambio? ¿Pasta, chales en Cádiz, favores políticos? No hay respuesta. Y de las conversaciones de guasap que se reproducen tampoco cabe concluir que Torres era la filial canaria de la trama de Ábalos, Koldo y Aldama.
El único borrón en la postura que siempre mantuvo el ministro es lo poco preciso que fue sobre cómo y por qué conoció a Aldama y lo poco avispado que estuvo a la hora de tener fichado a Koldo. Sobre Aldama, le fue presentado por Koldo en un restaurante de Madrid justo antes de que cenara Torres con Ábalos. Se pasa Koldo por allí, como han quedado, y le trae de la manita a un señor de la empresa que ha contratado las mascarillas para Canarias y que dice que aún no ha cobrado. Guasap de Torres a Koldo al día siguiente.
No parece que sea el tono en el que hablan dos camaradas de pandilla basura. Más bien es un presidente autonómico queriendo quedar bien con el hombre de confianza del superministro Ábalos, que en aquel momento no era el presunto corrupto apestado que hoy representa para los socialistas sino el delegado de Sánchez en Fomento y en Ferraz, palabras mayores.
Ángel Víctor Torres siempre negó que él hubiera intervenido en la elección de Soluciones de Gestión como empresa proveedora. Y tampoco eso lo desmiente el informe de la UCO. Cuando Torres aparece en escena es después, una vez que la empresa ya ha sido elegida y Koldo se inquieta porque el pago no ella (entiéndase que Koldo cobraba cuando sus patrocinados también lo hacían). Ayer repitió el ministro que él interviene, sí, pero no al principio sino al final.
Con él ya comentamos aquí lo anómalo que resulta que un presidente autonómico despache estas cuestiones con un asesor del ministro, pudiendo hablar con el ministro en persona, o derivar la cuestión a algún subordinado. Y admitió aquí que pueda chirriar, pero añadiendo que es que Koldo, en aquel momento, era mucho Koldo.
Y, como anticipamos ayer aquí, el motivo que alega el ministro para tener tanto interés en que los pagos se ejecutaran y la empresa proveedora se quedara contenta es que estábamos en los meses duros de pandemia cuando la urgencia total era que las mascarillas llegaran.
Nada dice el informe ni de trato frecuente con Aldama, ni de dinero cobrado por Torres, ni de pisos con señoritas en Atocha. De modo que, a día de hoy, y con lo que hay hoy, Ángel Víctor Torres esquiva la bala. Si acaso se le podrá preguntar algún día si no le chirrió que el asesor del ministro tuviera tanto interés en presentarle en el restaurante al representante de una empresa privada.
Nada dice el informe ni de trato frecuente con Aldama, ni de dinero cobrado por Torres, ni de pisos con señoritas en Atocha
Es decir, ¿no le chirrió que el asesor del ministro ejerciera de introductor, o mediador, de la empresa elegida para una adjudicación pública? ¿No sospechó que Koldo ejercía más de conseguidor para esa empresa que de inmaculado asesor ministerial cuyo único afán es que Canarias disponga cuanto antes de mascarillas? ¿De verdad no sospechó que Koldo, de todas estas gestiones, algo se llevaba? Ángel Víctor Cándido Torres.

