OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Podemos decía que el sistema estaba blindado para que partidos como el suyo nunca pudieran gobernar España"

No es por quitarle grados a la euforia con que buena parte de España celebra que Pedro Sánchez ha sido por fin investido; y tampoco por quitarle grados a la desolación con que buena parte de España lamenta que la investidura se haya producido; pero Pedro Sánchez no empieza hoy a gobernar nuestro país, no empieza hoy a entenderse con Podemos y no empieza hoy a apoyarse en nacionalistas e independentistas para asegurarse el cargo.

Carlos Alsina

Madrid |

La novedad no es que Sánchez gobierne. La novedad es Podemos. Que gobierne, un poquito, Podemos. Toca poder en la administración general del Estado y pisa moqueta. La novedad es el éxito, la victoria, de Pablo Iglesias. De su partido y su proyecto.

No es por quitarle grados a la euforia socialista, pero hasta ayer tenían un gobierno en solitario y desde hoy no les ha quedado otra que compartirlo. No es por quitarle grados a la desolación conservadora, pero el programa del gobierno anterior lo pactó Sánchez con Iglesias en la Moncloa, o sea que tampoco es nuevo.

Uno entiende que el aparato de propaganda de la izquierda pretende convencernos de que hemos llegado, al fin, a la tierra prometida y que el aparato de propaganda de la derecha pretende hacerlo de que se han abierto las puertas del infierno. Pero si lo piensan un poco, tampoco ha cambiado tanto el panorama.

Al equipo de publicistas de la Moncloa hay que reconocerle el empeño que ha puesto estos días en que parezca que hasta ayer ha gobernado España la derecha, culpable de todas las averías que arrastramos, y desde hoy, por fin, llega al go-bierno la izquierda para resolver todos nuestros problemas. Fake news. Sánchez será hoy presidente. Es decir, lo que ya era. Dispondrá en el Congreso de 155 escaños seguros para sacar adelante sus proyectos, los suyos y los de Podemos. Es decir, lo que ya venía ocurriendo. Contará con el aliento del PNV, de Esquerra y de Bildu para completar su mayoría. Es decir, lo que también ocurrió ya cada vez que hubo que convalidarle al presidente sus decretos leyes.

¿Qué ha entonces de distinto entre lo de ahora y lo de antes?

Pues mire, lo nuevo es que Sánchez hasta hoy era presidente porque estos mismos socios, más Puigdemont, le auparon al poder para descabalgar a Rajoy. Y como tantas veces proclamó (y presumió de ello) el presidente, no tuvo que negociar ni pactar nada porque el apoyo se lo dieron todos gratis. Bueno, el PNV le exigió que mantuviera los Presupuestos de Rajoy contra los que el PSOE había votado: fue el primer aviso de que las convicciones del candidato eran como un junco.

Cuántas veces no se le escuchó a Pedro Sánchez entonces negar, volver a negar y escandalizarse de que le achacaran haber pactado con quienes querían romper España. Y tenía razón: para llegar el poder no necesitó pactar con ellos nada. Para seguir en el poder sí lo ha necesitado.

He aquí las dos novedades:

· Primera, que el presidente, ahora sí, ha aceptado (o tragado) con el marco mental y la jerga de Esquerra Republicana. Ha resucitado la mesa de partidos que en febrero provocó la crisis del relator, y la ruptura de aquella negociación secreta, y ha pagado, así, la primera cuota del precio que le ha puesto Junqueras. Esto no son interpretaciones, son hechos. Lo interpretable es en qué consisten las próximas cuotas y si Sánchez se propone irlas pagando o, haciéndose un Sánchez, ahora que está investido si te visto, no me acuerdo, Junqueras.

· Y segunda, que vamos a tener ministros de Podemos. Después de cinco años predicando lo que había que hacer, ahora le toca a los de Iglesias dar trigo. Es el Podemos gubernamental. Un partido muy reciente, cinco años, con postulados nada recientes y que nació impugnándolo todo: la ley electoral, el régimen del 78, la Constitución, los partidos tradicionales, la casta, la gran empresa, la banca, los grupos mediáticos. Sus fundadores se ocuparon de repetir en 2014 esto que hoy ya puede confirmarse que era mentira: decían que el sistema estaba blindado para que partidos como el suyo nunca pudieran sentarse en el Congreso y nunca pudieran gobernar España. La monserga aquella del no nos representan. Era mentira y hoy queda probado. Iglesias y Montero van a ser ministros con la misma ley electoral, la misma Constitución y el mismo sistema que había hace cuatro años. No se le ocurra a usted llamarlo casta porque será tachado de antidemócrata.

En un rapto de arrogancia declaró ayer Echenique que por fin habrá un gobierno que defienda a los humildes. Y en un exceso de entusiasmo prometió ayer el vicepresidente Iglesias que los niños podrán tener estudios nazcan en el barrio que nazcan y que los homosexuales podrán formar la familia que quieran. Es decir, lo que viene ocurriendo desde hace años. Hay educación pública y gratuita para todos los niños de todos los barrios y los homosexuales se casan con quien les da la gana. Ahora, es un hecho que Iglesias le volvió a comer ayer la merienda a Sánchez con un discurso mejor interpretado y con más alma.

Hay una novedad más. Y es que este gobierno en pequeñito de Podemos dentro del gobierno nodriza del PSOE no sólo negocia con soltura con el independentismo (en esto ya ha empatado el PSOE) sino que comparte la mayoría de sus planteamientos. Es decir, que una parte del gobierno de España coincide con una diputada como Montserrat Bassa en que la autodeterminación es un derecho, los presos son políticos y el Estado español es represor. O verdugo, que es como esta señora llamó, verdugos, a 270 de los 350 diputados del Congreso. Sin que a Podemos se le moviera un músculo, porque ese discurso lo hace suyo, y sin que el PSOE creyera necesario responder a la vomitona.

Esta Esquerra que según los portavoces gubernamentales ha renunciado a imponer su voluntad al resto y apuesta por abrir una etapa de diálogo, moderación y concordia, dio este ejemplo impagable de lo que entiende por lealtad al socio con el que ha pactado.

A ella le importa un comín la gobernabilidad de España, le importa un comino el derecho a decidir del resto de los españoles (no sólo no le importa, sino que aplaude el intento de arrebatárselo), pero a España tiene que importar sobremanera la frustración de ella, sus sentimientos heridos y su identidad histórica. Por eso España, sabiendo que a ella le importa un comino, debe aplicarse para lograr que la señora Bassa se sienta cómoda perteneciendo a este Estado.

Y por cierto, ahora que terminó la investidura, a ver si empiezan a hablar con palabras normales que reflejen cómo van a gestionar los que gobiernan aquello que es de todos, cómo van a fiscalizar al gobierno los que van a ser oposición, y dejan de ponerse todos estupendos y de contarnos cada minuto cómo salvan la libertad, la voluntad popular y la democracia. Tan democrático es el parlamento que inviste un presidente como aquel que le niega su confianza. Tan democrático es el sí que el PSOE le ha dado a su líder como el no que le dio en septiembre de 2016 a quien había ganado las elecciones. Tan democrático es el sí que Podemos le ha dado ahora a Pedro Sánchez como la abstención que le dio en julio o el no con que le obsequió hace tres años. Ni el PSOE era enemigo de la voluntad popular en 2016, ni Podemos era enemigo de la voluntad popular en julio, ni el Partido Popular es enemigo de la voluntad popular ahora.

No debería la portavoz del grupo del gobierno, que por cierto tiene vetado a este programa, repartir y retirar con tanta frivolidad los carnés de demócratas al resto de los diputados. No vaya a parecer que es ella quién no acaba de entender en qué consiste el equilibrio democrático.

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