La paz está, desde hace una hora, un poco más lejos, o aún más lejos. Naftalí, Gilad y Eyal. Dieciséis años los dos primeros, diecinueve el último. Estudiantes los tres. Hacían autostop cerca de Hebrón hace 18 días, de noche, cuando desaparecieron. Esta tarde el Ejército israelí ha anunciado que tres cadáveres han sido encontrados cerca del lugar donde se les vio por última vez y que corresponden a los tres adolescentes. Muertos, según las primeras informaciones, por disparos y no mucho tiempo después de que desaparecieran.
Para dentro de media hora anuncia el primer ministro Netaniau una reunión de su gabinete. El gobierno israelí señaló desde el primer momento a Hamas, la organización palestina que gobierna Gaza, como responsable del triple secuestro. Abbas, el líder de la autoridad palestina (peleado durante años con Hamás pero resignado a restablecer un cierto acuerdo recientemente) reclamó la libertad de los tres adolescentes y condenó el secuestro, pero no alcanzó a romper con Hamás, en contra de lo que Netaniau leexigía. Si el primer ministro reclama justicia por los tres israelíes,
Los cinco jóvenes palestinos muertos durante la operación de búsqueda, según el ejército en actuaciones en defensa propia, según los palestinos muertos sin justificación alguna, solo por serlo.
Si el papa fuera otro, igual no habría ido el rey nuevo tan rápido a visitarle. Ahora que Madina y Pedro Sánchez quieren derogar el concordato, podría interpretarse la prisa vaticana de don Felipe como un zas en toda la campaña. El estado será aconfesional -sucedáneo de laico- pero su jefe (de Estado) es católico. Si el papa fuera otro igual habría tardado más en ir, pero es Francisco, el papa popular, el que gusta a todo el mundo, el pontífice ejemplar y moderno, el renovador que ha venido a limpiar la casa...para salvarla.
Ir a ver a este papa antes que a ningún otro jefe de Estado o cabeza visible de religión alguna, siendo la expresión pública de la religión que el nuevo rey profesa, siempre puede presentarse, o “venderse”, como la visita a un referente social, el hombre humilde volcado con los menos favorecidos, el mensaje evangélico trasladado a este siglo XXI de crisis y discursos contra el capitalismo: todo por los pobres, nada con los ricos.
Cabe una tercera interpretación, ésta más humana, y es que Felipe -recién proclamado- haya ido a pedirle a Francisco lo mismo que éste pidió a todo el que tuvo cerca cuando fue elegido: rece usted por mí, para que Dios me ayude, rece por mí que lo voy a necesitar. La tiara no deja de ser una corona, o tres en una, aunque el papa no la lleve sobre su cabeza tal como el rey de España no lleva la suya. “Rece usted por mí”, pudo haberle dicho Felipe al papa; “¡y también por mí!”, pudo haber añadido la reina Letizia. Crea uno mucho en el dios católico, crea poco o no crea absolutamente nada, que los demás recen por ti tampoco parece que moleste.
De la conversación del nuevo rey con el papa se sabe que ha durado cuarenta minutos, que el monarca le ha explicado a Francisco lo que él ya sabe -que la sucesión ha sido tranquila- y que le ha invitado a venirse a España el año que viene, no para quedarse sino de visita. O en misión pastoral. Con la cantidad de elecciones que tenemos el año que viene, debe de pensar el papa que mejor lo deja para después de las urnas. No consta que hayan comentado ambos, aunque hubiera sido interesante -ahí sí escucharles, la crisis por la que atraviesan las instituciones en España, cuestión que afecta tanto a la corona, en fase de enlucido, como a la jerarquía de la iglesia, pendiente de la sucesión del príncipe Rouco en la persona de quien Francisco quiera. Rouco no es de los que abdican, pero él también caduca. Cómo habría sido la conversación de rey y para sobre la encrucijada de las instituciones milenarias.
- Verá, Santo Padre...-diría don Felipe.
- Llámame Jorge-diría el papa.
- ¿No se llama usted Francisco?
- No, ése es mi nombre de guerra, o sea, de papa.
- Verá, Jorge, hay una crisis seria de confianza en las instituciones.
- A Noé le vas a hablar de inundaciones, rey.
- Es una crisis seria, Jorge, por los errores que hemos cometido, por la opacidad, por la corrupción...
- Por la pederastia.
- ¿Cómo dice?
- Que a mi institución, Felipe,o sea, la iglesia católica, lo que le ha hecho polvo es la vista gorda ante la pederastia.
- Entre otras cosas, Jorge.
- Sí, claro, entre otras cosas. Llevamos dos mil años en pie, hemos tenido tiempo para comportarnos de manera vergonzosa en infinidad de ocasiones.
- Yo lo que veo, santidad, es que la monarquía, como el papado, está cada vez más cuestionado y quería preguntarle qué haría usted para sentirse legitimado.
El papa medita y dice:
- No haré la broma de sugerirte un referéndum, Felipe.
El rey responde ágil.
-No debería hacerlo, Jorge, a usted tampoco lo han elegido los fieles.
- Cierto, eligen los cardenales, pero entiéndeme, Felipe, nunca hemos dicho que esto nuestro sea un papado parlamentario.
- Dos mil años de jerarquía y sin voto de los fieles, a eso en España le llamarían la casta, o la super casta.
-Soy consciente -concluye Francisco- de que, a mis setenta y siete años no podría desempeñar apenas ninguna responsabilidad en España. Rajoy aún no tiene sesenta y ya es el más viejo del lugar.
-No se lo tome a mal, santidad -concluye Felipe-, pero el más viejo del lugar sigue siendo Rouco.
No sabemos, en fin, lo que se habrían dicho en privado el rey llamado a renovar la corona y el papa empeñado en renovar el pontificado. Ni siquiera sabemos si está enterado el papa del afán, reverdecido, de los dos aspirantes con más posibilidades de dirigir el segundo partido de España por enterrar el concordato y acabar con la relación privilegiada entre el Vaticano y nuestro Estado.
Aunque esto del concordato dio para mucha guasa y le fue criticado a Pedro Sánchez por algunos de los comunicadores que más cancha le están dando, al menos es un asunto político sobre el que él y Madina han expresado criterio y postura. No lo han hecho sobre muchas cuestiones más. Como esta tarde dijo Susana Díaz, quien más está hablando de política y de programas, en esta carrera, es José Antonio Pérez Tapias, el tercer hombre. Claro que Susana lo dijo para arrearle un collejón -uno más—a Edu Madina, sin citarle: “Tapias habla de programa, no del origen geográfico de los avales”, dijo.
Fatal-fatal le ha sentado a la baronesa que Madina haya querido poner en evidencia algo que todo el mundo sabe: que Susana prefiere a Sánchez y hará cuanto esté en su mano para que Madina pierda. La lideresa del socialismo andaluz se esfuerza en afirmarse neutral en la carrera –aunque no lo sea—con el argumento de que, elegido nuevo secretario general y celebrado el congreso, habrá que trabajar por la unidad, entiéndase la convivencia entre el sector que pierda y el que gane, o dicho en términos susánicos, no repetir los errores del congreso del PSOE de 2012, aquel del que salió ratificado Pérez Rubalcaba, en el que fue derrotada Chacón y del que salió el partido aún más dividido de como había entrado.
Ahora se está diciendo, como si fuera una verdad indubitable, que para ser secretario general del PSOE se requiere del apoyo de la poderosa federación andaluza y su generala, la señora Díaz. Pero en aquel congreso de 2012 Susana Díaz (entonces subordinada de Griñán) se entregó a la causa de Chacón y a pesar de ello, el que ganó fue Rubalcaba. Las circunstancias actuales son bien distintas, es cierto -siempre son diferentes las circunstancias de unos años a otros-, pero hasta que en la noche del 13 de julio de abran las urnas todo lo que se diga sobre el desenlace es especulativo. Si gana Sánchez la duda será cómo se reparte el poder con la lideresa. Si gana Madina, cómo le afecta esa derrota a Susana y a su imagen de infalible e imbatible. Y si gana Pérez Tapias, si gana Pérez Tapias nadie tiene la menor idea de cuál sería, entonces, la partitura.