Monólogo de Alsina: "El panorama político que tenemos a la vista promete tres semanas más de pérdida de tiempo"
Ya estamos todos. Perecita, ¿eh? Pereza. Dices: ¿por volver a trabajar? No hombre, por dios, eso es una bendición. Volver a madrugar, al atasco, al estrés, al jefe, a los subordinados, a los compañeros obsesionados con atiborrarte a fotos de ellos en bermudas y camiseta de tirantes. Qué horror.
Madrid |
Pereza ante el panorama que tenemos.
Seguro que han aprovechado nuestros líderes políticos —cada vez menos líderes y menos políticos— para medir el grado de hartazgo que manifiesta el personal. El hartazgo por la reiteración, la infantilidad, la pasividad, la escandalosa falta de resultados. Esto que tanto les preocupa a los líderes, ¿no? La desafección, que decía el presidente ayer en la entrevista fallida de El País (dice desafección pero quiere decir desafecto). Que la gente cada vez está más cansada de los políticos.
Oiga, el desafecto no es herencia recibida, es herencia recibida y aumentada. Si algo provoca desafecto, distancia, desconfianza, fatiga, indiferencia, tedio es ver que nos hemos plantado en septiembre —las elecciones fueron a final de mayo— sin que se haya resuelto uno solo de los problemas que encara el país. Ninguno. Ni en agosto, ni antes en julio, ni antes del verano. Desperdiciando días, tirando al cesto las semanas, pero ocupados en el bla bla bla y el juego de cromos. La política reducida a juegos (jueguecitos) de estrategia. Qué listos somos y cómo se la vamos a colar a nuestro adversario. Ayer escribía un cronista: "Un sector de Podemos sospecha que Sánchez se ha propuesto destruirlos". Qué linces los del partido menguante.
Ellos siguen en la nada y el país, mientras tanto, sigue funcionando. Usted sigue yendo a trabajar, las familias se buscan la vida, las empresas sortean como pueden las señales de enfriamiento que ya han llegado y la vida sigue. Ajena, menos mal, a los amores y desamores de Pedro y Pablo. La pareja a palos. Ajena a los discursos autojustificantes de Rivera y del otro Pablo. A Sánchez de presidente no lo queremos, a Podemos gobernando todavía menos; ¿elecciones de nuevo?, para nada, por favor, para nada. Eso tampoco lo queremos. Y entonces, ¿qué quieren ustedes?
Ya imagino que, para usted, el curso comienza con la cabeza puesta en otras cosas. En el colegio de los críos, en su trabajo, si este conseguirá que le hagan fijo, o que le suban el sueldo, si saldrá bien la operación, si es hora de asumir que dejó de funcionar la pareja, si sobrevivirá al invierno (y a la distancia) este amor suyo nuevo de verano, si irán a más las perdidas de memoria, y los cambios de humor, que ha empezado a detectar este mes de agosto en su madre, ya anciana.
La vida cotidiana tiene el debate político (si es que a esto se le puede llamar debate) como paisaje secundario. Muy secundario. Es la música de fondo, o mejor, el ruido de fondo al que atendemos sólo a ratos, sólo para saber que todo sigue igual.
Nuestro hecho diferencial, como país, han conseguido que sea la provisionalidad. La España a medio hacer. En eso seguimos. Y seguiremos, mientras los encargados de sacarnos del atasco sean estos que hoy presumen de su sagacidad y su abnegada entrega al bienestar de los ciudadanos. Están herniados de tanto socorrernos, señora.
El panorama que tenemos a la vista promete tres semanas más de pérdida de tiempo, una campaña electoral para final de octubre, una sentencia del Supremo entre septiembre y octubre, y nuevos episodios del serial interminable catalán.
El tribunal que juzgó a Junqueras y compañía aún no ha terminado de escribir su sentencia pero los partidos independentistas, siempre ofendidos (ofendiditos), echan la mañana y la tarde discutiendo si es mejor convocar elecciones en Catalu-ña (ya tocan, porque aquí son cada cuatro años) o encargar a los cdr que monten una buena algarada patriótica cortando carreteras y asaltando vías de tren para hacerle la puñeta a los demás.
Vienen tiempos revueltos, otra vez, y en el vivero de propaganda de La Moncloa cultivan ya los nuevos estribillos, los eslóganes, las consignas con que el presidente y sus ministros nos obsequiarán este otoño. El primero lo estrenó ayer Sánchez en la especie de entrevista-manifiesto que le dio al diario El País: la pamema ésta de la tercera vía. Dice: ni gobierno de coalición (con Podemos, se entiende), ni elecciones, hay una tercera vía. Que resulta que es lo de siempre: que Podemos le haga presidente sin formar parte del gobierno. Para ser la tercera vía se parece muchísimo a la primera. Es una nadería, pero da igual. Él dice: tercera vía. Y ya está el coro repitiendo el salmo como si fuera nuevo: tercera vía, tercera vía.
Lo único que nunca para en la Moncloa es el criadero de papagayos. Hay que alimentar a los voceros con estas cosas. Antes de la investidura fracasada se inundaron las crónicas de papel de referencias al ajedrez, el jaque, el jaque mate, el pase lo que pase ganamos, que es el santo y seña de esta presidencia. El jefe de gabinete les suelta lo del ajedrez a unos cuantos periodistas influyentes y ahí están las columnas, que parecen todas escritas por Kasparov.
Ahora llega lo de la mayoría cautelosa.Copyright del mismo equipo creativo, la factoría de ficción de Moncloa. Consiste en dar por hecho que Pedro arrasará en noviembre porque la mayoría del país quiere seguridad ante los meses turbulentos que se avecinan: que si el Brexit, que si las guerras comerciales, que si la sentencia del procés. Le sueltas lo de la mayoría cautelosa a Enric Juliana y te hace medio periódico en La Vanguardia. La tercera vía. La mayoría cautelosa. La nada.
En la entrevista de El País le preguntaban ayer a Sánchez veinte veces la misma cosa, terminó la entrevista y no había nada.
· ¿Cuándo se va a reunir con Podemos?
Pues… pronto, dice. Total, se ha reunido con media España este mes de agosto y sólo quedan veintiun días para que expire el plazo de una investidura. Pero vamos, que un día de estos ya si eso se reúnen.
· ¿Y usted cree que así se evitarán las elecciones?
Ah, es que no depende sólo de mí. Es verdad. Depende de que Podemos le invista aunque sea maldiciendo por lo bajo y depende —no lo olvidemos— de que Rufián le eche el cable definitivo presentándose como lo que es: el tercer socio necesario. Si Esquerra Bildu vota en contra eso no sale. La tercera vía es Rufián.
· ¿Y si a Pablo le vale ahora con que haga vicepresidenta a Irene, por qué no se lo ofrece de nuevo?
Ah, pues porque no.
· ¿Por qué no?
Porque no. Si no se fían de nosotros, pues no se fían.
· Pero si no se fían de ustedes, ¿cómo van a confiar en que ejecute ese programa de gobierno amoratado que mañana presentará con trompetería impostada?
Pues no sé, pero vamos, ¿no pensará usted que yo también quiero ir a elecciones, verdad? ¿A quién se le ocurre, qué escándalo, dónde vamos a parar? Voy a decirle a Piqueras que me entreviste otra vez para dejarlo claro.
La nada en bucle. Habitar la Moncloa no equivale (ya se ve) a gobernar.
Conozco gente que está pasando de decir qué horror, elecciones de nuevo a decir si no podrían ser mañana mismo. Y así nos ahorramos este hacer tiempo para nada.