OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "En el desván de los trastos viejos quedó la doctrina Sánchez sobre la ejemplaridad exigible a los ministros de España"

Montón fue la última. Después de ella, no hubo más. Ni los va a haber, salvo catacismo político o munición insospechada de la fonoteca Villarejo.

@carlos__alsina

Madrid | 28.11.2018 07:55

En puertas de unas elecciones andaluzas que cada vez parecen más la última meta volante antes de unas generales anticipadas, Sánchez no va a sacrificar a ninguno de sus oficiales. Bastante deteriorado está su crédito y su discurso seis meses después de empezar a gobernar España.

Borrell va a seguir siendo ministro. Culpable, según el órgano que vela por la higiene en las operaciones bursátiles, de utilizar información privilegiada cuando era consejero de Abengoa. Sancionado por la Comisión del Mercado de Valores por comportamiento ilícito e irregular. Pero defendido ayer por el gobierno al que pertenece con mucha más vehemencia que el miércoles de la semana pasada. Cuando denunció el escupitajo de Esquera Republicana le dejaron solo. Pero ahora que el BOE publica la sanción por información privilegiada les ha faltado tiempo a la señora Calvo y el señor Ábalos (la vicepresidenta y el portavoz auténtico del gpbierno Sánchez) para decir que aquí no ha pasado nada.

En el desván de los trastos viejos quedó la doctrina Sánchez (o Sánchez-Calvo) sobre la ejemplaridad exigible a los ministros de España. Qué cosas se llegaron a decir en septiembre, vicepresidenta.

En el caso de la vicepresidenta no cabe aplicar la doctrina de la propia vicepresidenta, aquello de que lo que dijo Sánchez cuando no era presidente no se le puede reprochar al Sánchez presidente. Porque esto que acabamos de escuchar lo dijo Calvo siendo ya vicepresidenta. Lo admirable, democrático y exigente que es dimitir por cosas que ni siquiera tienen que ver con tu gestión como ministro.

La ejemplaridad de la que hacía gala aquel gobierno que acababa de destituir a Carmen Montón por plagiar un trabajo de fin de máster. ¿Es más grave plagiar un trabajo para terminar un máster que usar información privilegiada para deshacerse de unas acciones? Para el gobierno, sí. Sus actos dan fe de ello.

El ministro Borrell nunca ha llegado a admitir, es verdad, que él usara información privilegiada como consejero de Abengoa. Él mismo explicó en el Parlamento por qué renunció a recurrirla aun no compartiéndola.

Y es a esto a lo que se agarraron ayer la señora Calvo y el señor Ábalos para quitarle importancia al asunto. Según ellos, como ya sabían que la Comisión del Mercado de Valores acabaría sancionando a Borrell, no tiene relevancia que lo sancione.

Admitamos que en esto la fábrica de argumentarios de Moncloa se lo ha trabajado poco. No se recuerda una coartada más boba en la historia de las coartadas políticas. Como ya sabíamos que Borrell acabaría siendo declarado culpable, qué más da que lo haya sido. Pero es que, además, es falso. Recordemos lo que le dijo Borrell a la senadora Angulo cuando le preguntó por esta sanción.

No la dé usted por hecha. Fue el día 15 de noviembre cuando la sanción fue firme. Aunque fuera ayer cuando la publicara el BOE. Desde el 15 de noviembre, por tanto, el ministro (por más que no comparta el castigo) está sancionado por una infracción muy grave recogida en la ley del mercado de valores. A pesar de lo cual, Sánchez no ve motivo para apartarle.

De los autores de “este gobierno sí que dialoga, no como el de antes” llega ahora “con Torra que se reúna Pilar Rahola”.

Ya no es un secreto que la esperadísma, y correctísima, reunión que iba a mantener el presidente Sánchez con el president Torra en el Palau de la Generalitat como prueba de… ¿cómo lo llamó Sánchez?

…eso, como prueba de empatía, pues ya no se celebrará. Sí, ya sé que el presidente dijo hace veinte días que el 21 de diciembre celebraría un consejo de ministros en Barcelona y que, antes, vería seguro seguro seguro a Torra.

Y es verdad, claro que es verdad, que la señora Calvo tenía la seguridad (así lo dijo, con la convicción con que siempre habla), la seguridad de que habría reunión Sánchez-Torra.

Con normalidad y lealtad se iban a reunir. Pero ahora resulta que no se reunirán. Ahora es Torra quien anda pidiéndole a Sánchez, por boca de su portavoz Artadi, que por favor le haga un hueco en la agenda.

¿Qué está pasando en el serial? Pues que Sánchez ya sabe que con Torra, y con Puigdemont, no puede contar para negociar los Presupuestos de 2019 y, en ausencia de contrapartida, no le compensa retratarse con el muñeco del de Waterloo. El gobierno de España, dialogante, que a diferencia del de antes estaba decidido a batir todos los récords de empatía, dice ahora que esto de hacer cumbres entre el gobierno central y el autonómico no tiene ningún sentido. De modo que, en esto también, San Reculando.

Sánchez ya dejó de marear la perdiz, y de disimular, con la historieta aquella de que negociaba intensamente los presupuestos con todo el mundo y sólo espera a tener aprobada la subida del salario mínimo en el Congreso para ponerle fecha al adelanto electoral.

Muchas, muchas cosas. Subir el salario mínimo. Y a convocar. Sabiendo que el modelo que ahora desea el presidente para España ni es ni Finlandia, ni Francia, ni el Silicon Valley de California. El modelo es la Andalucía de Susana Díaz. Sonaban de fondo violines cuando Pedro se declaró anoche a su maestra.

El Supremo se hace un nuevo favor a sí mismo poniendo por escrito la pésima opinión que tienen unos jueces del trabajo de los otros.

Compañeros todos de la misma sala Tercera. Si el objetivo de la sentencia completa de las hipotecas, y de los votos particulares, era transmitir a la sociedad la idea de los jueces hacen y deshacen caprichosamente sus criterios, mision cumplida.

Ya sabíamos que la sentencia de las hipotecas se decidió por 15 a 13. Pero es revelador comprobar ahora cómo los quince de la mayoría despedazan por negligentes a los seis que firmaron las sentencias de octubre. Más allá de que tengan criterios diferentes, inquieta un poco leer que, a juicio de los quince, los seis que sentenciaron en octubre ignoraron todas las resoluciones del Supremo y del Constitucional que no les convenían y se quedaron sólo con la parte de la jurisprudencia que les interesaba. No llegan a acusarlos de prevaricar, pero sí de haber hecho un pésimo trabajo jurídico guiados por el objetivo último de darse la razón a sí mismos.

A su vez, los trece que perdieron la votación en el pleno perciben en la sentencia de ahora un tono despectivo o burlesco hacia los seis de octubre, una cacería contra ellos basada en medias verdades, desahogos verbales y argumentos poco rigurosos. De modo que, si hay que hace caso a los quince ganadores, hay seis jueces verdaderamente negligentes dictando sentencias en la sección segunda. Y si hay que hacer caso a los trece que perdieron hay quince jueces utilizando una sentencia para ridiculizar y escarmentar a esos seis jueces. Todo muy tranquilizador para que quien lo lee. Enhorabuena.