OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Murió Hawking, el hombre que ayudó a valorar la exploración del universo como camino a la supervivencia de nuestra especie"

Fue uno de los episodios más celebrados de esta serie de humor sobre científicos cerebritos que se llama 'Big Bang Theory'.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 14.03.2018 08:16

Cuando Sheldon Cooper conoce a su ídolo de siempre. Un científico inglés en silla de ruedas que habla con ayuda de una máquina.

Stephen Hawking era un físico brillante, un teórico de esto que se llama el espacio tiempo y los agujeros negros, pero era sobre todo, para el común de los mortales, un tipo simpático que encaraba la vida —su vida de enfermedad degenerativa, de silla de ruedas motorizada, de sintetizador para poder hacerse oir-- con un ánimo envidiable.

"Visionario" es la palabra que más se repite en los diarios británicos. "El hombre que encarnó el poder de la mente humana", dice el Washington Post.

La mente fue su instrumento para viajar y para disfrutar de la libertad.

Hawking no puso patas arriba la física como Albert Einstein a comienzos del siglo XX pero sí alcanzó la notoriedad, la popularidad, la simpatía popular de que disfrutó aquel. Y el éxito editorial de un Carl Sagan.

Sólo si además de un científico brillante has tenido una vida singular te invitan a salir en Los Simpson o se fija en ti un cineasta para hacer la película de su vida. Y Hawking tuvo película propia.

La teoría del todo. Le dieron el oscar a Eddie Redmayne por su interpretación del Hawking de verdad.

Stephen Hawking. Fallecido esta madrugada en su casa de Cambrigde.

Esto dice el comunicado de sus hijos:

"Estamos profundamente entristecidos por la muerte de nuestro amado padre Fue un gran científico y un hombre extraordinario, cuyo trabajo y legado vivirá por muchos años. Su valentía y persistencia, y también su humor y brillantez inspiraron a gente de todo el mundo. Lo extrañaremos siempre”.

Se murió Hawking.

El hombre que se tomó la divulgación como una diversión y como una obligación casi moral. Hacer saber, hacer entender. O ayudar a saber, ayudar a entender, ayudar a interesarse por las leyes que rigen el universo. Y ayudar a valorar la exploración del universo como camino a la supervivencia de nuestra especie. Y a anticiparnos porque si antes de que lleguemos nosotros a otro planeta habitable llegan aquí extraterrestres con ánimo de someternos estamos fastidiados.

Veinte días han pasado. De la revuelta de los abuelos. Los jubilados que por decenas de miles salieron a las calles de las principales ciudades a preguntar por lo suyo.

Llevando la carta que recibieron del ministerio de Empleo y en la que se les informa de la subida del 0,25 % en sus pensiones. El 0,25 % que no da para compensar lo que suben los precios, un 1,1 %.

Ellos mismos lo decían hace veinte días. Somos nueve millones de votantes. Cómo no van a tenernos en cuenta.

Es evidente que no todos los jubilados votan lo mismo. Hay pensionistas de izquierdas, de derechas, de centro, pensionistas que cambian su voto de unas elecciones a otras, pensionistas a los que no les interesa la política. Pero a todos ellos quieren tener de su lado ahora los partidos políticos. No sólo aquel que cosecha entre los mayores el mayor porcentaje de voto, el PP, sino también quienes aspiran a desbancar al PP del gobierno, el PSOE, Ciudadanos, Podemos. A ninguno se le ocurre a estas alturas reprocharle a los jubilados que voten tanto al PP. No hay reproches cuando se busca atraer el voto.

Dentro de una estaremos en el Congreso para escuchar cómo arranca el pleno sobre las pensiones. La consecuencia directa de las manifestaciones que hace veinte días alertaron a los grupos de la oposición, y también al gobierno, de que había tema. Una cosa es debatir en la cámara sobre indicadores económicos, estadísticas de población y partidas presupuestarias de decenas de miles de millones de euros (emocionante no resulta) y otra hacerlo con el eco de los abuelos movilizados como nunca antes se había visto. Esto es lo que hace distinto el debate de hoy: que quien suba a la tribuna con idea de recitar datos y números y más números y más datos tendrá la batalla perdida; quien sea capaz de dirigirse a los pensionistas y hablarles en un idioma que se entienda tendrá media batalla ganada.

Ojo, hablar de manera llana y en cristiano no significa tener que sustituir los datos por los eslóganes y los análisis por las consignas. Los jubilados tienen una cabeza encima de los hombros y no son ni ignorantes ni borregos. Son personas que han trabajado toda su vida, que han cotizado y que tienen el compromiso del Estado —sea el gobierno del color que sea— de que su pensión mensual está garantizada. Lo más inmediato que ellos quieren saber es qué pasa con su poder adquisitivo, si el gobierno se plantea algún cambio ahora que los precios suben más de lo que les han subido a ellos la pensión o tienen que resignarse a ver reducida su capacidad de compra. Respuestas claras para saber a lo que atenerse y, si les parece oportuno, seguir manifestándose.

Esto es lo más urgente, digamos, del debate de hoy porque ha sido el detonante de la protesta y de este pleno parlamentario. Y después de eso, abriendo el ángulo, el sistema de pensiones. Cómo cumplirá el Estado la obligación que tiene con quienes hoy están cotizando y algún día serán pensionistas. La obligación de asegurarles la pensión. La obligación de anticiparse a los problemas y encontrar la manera de que haya recursos suficientes para abonar la paga todos los meses a la legión de jubilados que lo seremos dentro de veinte años. Todo eso a lo que se dedica, supuestamente, la comisión del Parlamento que se llama Del Pacto de Toledo. Que no es otra cosa, se lo recuerdo, que el compromiso que se firmó hace más de veinte años para ir actualizando el sistema y dejar fuera del debate partidista el asunto de las pensiones. Aquel reproche que se hacían mutuamente Felipe y Aznar de asustar a los viejos para que les votaran a ellos. El pacto de no agresión que un mes después de firmarse ya se estaba incumpliendo.

Hoy la oposición le recriminará a Rajoy su falta de sensibilidad hacia los pensionistas y Rajoy le le recriminará a la oposición que abuse del eslogan y la pancarta.

Sólo el PP defiende el actual sistema de actualización de las pensiones. El índice aquel que aprobó en 2013 y que se traduce en que mientras la economía tenga problemas como el déficit público o la falta de ingresos de la Seguridad Social, las pensiones suben un 0.25 % y sólo un 0.25 %. Suban lo que suban los precios.

Y que fue la fórmula que sirvió en 2013 para dejar tranquilos a nuestros socios europeos. El invitado invisible al debate de esta mañana: la UE, que es quien tiene dicho a los gobiernos españoles que mantengan a raya el crecimiento de las pensiones porque no sólo es la mayor partida de gasto del Estado, también es la que más ha ido creciendo (no porque suban las pensiones, sino porque suben los pensionistas).

Los demás grupos piden una revisión de ese índice o un regreso a la vinculación al IPC. Que es lo que plantea Pedro Sánchez cargándole la factura a los accionistas de los bancos.

Sobre lo otro, la madre del cordero que es cómo financiar las pensiones de hoy y del futuro, va a encontrar el gobierno comprensión en Ciudadanos y sólo en Ciudadanos.

Aunque Girauta empezara ayer por decir que no esperan nada de un presidente que deja pudrirse los temas.

Esto que suena así muy crítico, en realidad no lo va a ser tanto. Porque Ciudadanos —que se apuntó el último a este pleno monográfico— va a coincidir en realidad con el gobierno en la idea de evitar la demagogia y buscar el pacto de Estado.

Que suena muy parecido a lo que ayer dijo Rafael Hernando poniendo voz al argumentario que difundió entre los dirigentes del partido el Palacio de la Moncloa.

Pacto de Estado, Pacto de Toledo. Que es el acuerdo que firmaron los grupos políticos hace más de veinte años con el objetivo de dejar fuera del debate partidista el asunto de las pensiones. “No utilizar el temor de los jubilados a perder su pensión” para hacer campaña y quitarle votos al adversario, según se dijo en su día. Rajoy insistirá en el pacto de Toledo y se presentará como el gobernante que pide un debate serio frente a los partidos de la oposición que —dirá él— prometen la luna y agarran la pancarta.

Podemos reclama deshacer la reforma de las pensiones de 2013 y también la de 2011, la que hizo Zapatero persuadido (o forzado) por la UE. Y el PSOE insiste en dejar de fiarlo todo a las cotizaciones de quienes estamos trabajando y sacar dinero en otro sitio. Es decir, crear impuestos nuevos.

Éste es el contexto. A partir de las nueve, y con los jubilados pendientes, veremos si alguien dice algo nuevo.