Monólogo de Alsina: "Sánchez e Iglesias fingen interés en colaborar pero en realidad quieren devorarse"
Éste es el momento en que un helicóptero de la policía científica de Caracas sobrevolaba la sede del ministerio del Interior de Venezuela y soltaba dos granadas sobre el edificio. Una explotó, la otra no. Después se dirige al Tribunal Supremo y dispara quince veces desde el aire.
Se sabe quién pilotaba el helicóptero porque él mismo grabó un vídeo antes para explicar por que lo hacía. Se llama Oscar Pérez y es inspector de policía.
Una coalición de policías y militares que denunciamos al gobierno criminal. Aparece en el vídeo el policía con cuatro individuos tras él —cubiertas sus cabezas y portando fusiles de asalto—. Cuántos son los complotados, como los llama el gobierno, no se sabe. Qué ha sido del tal Oscar Pérez tampoco. Está desaparecido, huído segun la información que ha dado el ministro portavoz de Maduro hace dos horas. En comparecencia televisada ha pedido la colaboración de la ciudadanía para localizar al policía y el helicóptero.
Añade el gobierno venezolano —como cabía esperar— que este episodio es la prueba de que hay un golpe de Estado en marcha (Maduro lo denuncia todas las semanas) y que están siendo investigadas las conexiones del policía insubordinado con la CIA y otros gobiernos extranjeros. Insta el gobierno venezolano a la mesa de la unidad democrática —la oposición— a condenar el ataque al Supremo.
El suceso del helicóptero se ha producido en puertas de una nueva jornada de manifestaciones convocada por la oposición en protesta por la muerte de un estudiante hace unos días. Y se ha producido a la vez que a las puertas de la Asamblea Nacional simpatizantes chavistas gritaban contra la oposición y horas después de que Maduro dijera esto tan democrático de que si la revolución bolivariana se ve amenazada, aunque perdiera las elecciones ganará con las armas.
La cosa va de parejas. Parejas cambiantes. Hoy contigo, mañana con tu enemigo.
Para hoy, lo de Pedro con Albert. Para decirse lo que ya se han dicho. Repetirse lo que los dos ya saben. Dejarse ver —bien por Pedro, que sin ser diputado se está haciendo un hueco (rehaciendo) en la vida del parlamento— y para que tengamos algo de lo que hablar en las tertulias.
Estos dos antiguos socios de investidura, que llegaron a tener un programa de gobierno común hace poco más de un año y llegaron a pedirle a dúo a Pablo Iglesias que les dejara gobernar España, tienen poco nuevo que hacer ahora en comandita. Socialistas y Ciudadanos votan lo mismo de vez en cuando, claro que sí, contra el PP para reprobar ministros o alumbrar la comisión Bárcenas, pero más allá de eso no va a participar Ciudadanos en operación alguna de cambio de gobienro y mucho menos si incluye a Podemos. Que tendría que incluirle porque si no, no sale.
Un año y pico después de la investidura frustrada de Sánchez, nueve meses después de la investidura deRajoy, hemos vuelto al baile éste de quién se empareja con quién. Y lo queda, porque la legislatura se nos puede ir entera en esto.
Hoy, Pedro-Albert. Ayer, Pedro-Pablo. Y para contraprogramar, Albert-Mariano, o Mariano-Albert porque es el presidente del gobierno el que convoca.
De la reunión en la Moncloa, poca cosa conocida. Que repasaron los asuntos de actualidad e intercamiaron opiniones y todo eso. O sea, nada. O guardan en secreto el contenido de la conversación o es que no hablaron de nada en concreto. Total, el objetivo era el que era. Para Rajoy, recordarle al personal que es él quien ha llegado ya a pactos con otros partidos para gobernar mientras Pablo y Pedro siguen hablando de llegar a pactos para que no gobierne. Para Rivera, revitalizar su imagen de actor necesario. El único que un día recibe la llamada de Rajoy y al día siguente de Sánchez. No es versatilidad de junco político, es servicio a España, señora.
De la reunión Pedro-Pablo, poco nuevo.
Sólo fingiéndose interesados en colaborar el uno con el otro creen que pueden crecer, aunque el objetivo último de ambos sea comerse mutuamente. Caimanes que avanzan en pareja pero mirándose de reojo.
La nueva meta volante de Pablo, que da por hecho que no hay moción de censura posible, es anticiparse a Rajoy, que cree tener apalabrados los presupuestos del 18, y aprobar un techo de gasto (primera piedra sobre la que construir luego las cuentas) con el Partido Socialista y otros grupos parlamentarios. Es decir, complicarle al gobierno la vida para los presupuestos del próximo año.
¿Y la plurinacionalidad cómo va? Pues ahí estáSánchez, evitando hablar de Bolivia e invocando a Peces Barba como fuente de autoridad para insistir en lo de la nación de naciones culturales. Que es una forma de que parezca que es más sensible a las demandas de los independentistas aunque sin serlo. O al revés, que parezca que lo es menos de lo que algunos querrían que fuera.
¿Cuál es la postura, a día de hoy (como diría Pedro) del PSOE sobre el artículo 155?: que no se va a aplicar. Anteayer Puente lo dijo como deseo: “Esperemos que no lleguemos a esa situación”. Ayer su jefe lo dijo como afirmación: “No se va a aplicar”.
Con certeza. O Sánchez tiene información de primera mano del gobierno sobre la no aplicación del 155 (esta idea de que basta con aplicar la ley de seguridad ciudadana) o trata como certeza lo que sólo es probabilidad.
Dijo más ayer en La Sexta (porque Sánchez estuvo en el programa de Ferreras, esto también es noticia): que el incendio éste que le organizó el alcalde de Blanes en este programa le parece (o eso dice, qué remedio) una anécdota.
El problema es que el alcalde en cuestión defiende abiertamente el derecho de autodeterminación de Cataluña y que el resto de España, por tanto, no tenga derecho a decidir sobre la integridad del territorio. Y eso anecdótico no parece que sea. Anecdótico es que el PSOE se agarre a esta doctrina de que una cosa es lo que se dice a título personal y otra lo que se dice (o hace) como alcalde (o como Nuria Parlón).
Ahora, es revelador del poco interés que tiene Sánchez en poner la cuestión catalana en el centro del debate ahora que ya han pasado las primarias. Y más revelador aún que afirme, como si fuera relevante, que en caso de que alguno de sus alcaldes contribuya a la celebración de un referéndum ilegal será sancionado.
Quédese el personal tranquilo que el díscolo, si ayuda a hacer un referéndum ilegal, será castigado. Temblando se ha quedado el alcalde Lupiáñez.