MÁS DE UNO

Monólogo de Alsina: "Ronaldo, consagrado y Messi, condenado"

Portugal en la final de la Eurocopa. Aún lo están celebrando nuestros vecinos de la izquierda, aquí en el mapa.

Carlos Alsina

Madrid | 07.07.2016 08:10

Portugal finalista y Cristiano, otra vez, héroe nacional. Éste sí que ha asaltado los cielos, Pablo. Consagrado Ronaldo el mismo día que a Leo Messi lo condenan por delito fiscal en Barcelona. Hay días que la actualidad se decanta claramente de un lado.

Ser un crack del fútbol no significa que cumplas siempre la ley. Y si no la cumples y así lo considera probado un tribunal, lo normal es que te caiga una condena de varios mesis de cárcel. Por muy bueno que seas en tu profesión y por mucho que tu profesión sea el fútbol.

A Leo lo han declarado culpable de engañar a Hacienda ocultándole los ingresos que obtenía por derechos de imagen y dejando de pagar al Estado español cantidades que superan el umbral exigido para que el fraude pase a considerarse delito. Cobraba más de lo que decía y pagaba menos de lo que le correspondía. La sentencia, que la defensa está en su derecho (sólo faltaba) de recurrir, tumba el argumento de que Messi se ocupaba sólo de jugar al fútbol y fue involucrado en el fraude, sin él saberlo, por los abogados de su padre. Cuando uno firma su declaración de impuestos se hace responsable de lo que allí declara. Cabría exonerar al ignorante, viene a decir el tribunal, si no estuviera en su mano saber lo que realmente pasaba. Pero en el caso de Leo Messi no es ésa la situación. Si era ignorante, lo era de forma deliberada. Escogió no saber nada y es tan responsable como el padre de haber vulnerado la ley en sus declaraciones fiscales.

Hay profesiones, como sabemos, en las que encajar una condena por delito fiscal supone el final de una carrera (la política puede ser el ejemplo que tenemos más a mano) y hay otras en las que uno puede seguir desempeñando su oficio sin que le falte ni trabajo, ni seguidores, ni aplausos. El fútbol es un buen ejemplo. El periodismo, seguramente, otro.

Habló el oráculo. Felipe otra vez en El País y en vísperas de un comité federal. Para mostrarles a los dirigentes del PSOE el camino. El camino que él cree que debe recorrer, que no tiene por qué ser (a las pruebas me remito) el que al final recorran. En enero publicó aquella entrevista río en la que aconsejaba a los diputados socialistas no impedir que gobernara el PP (y a los del PP no impedir que gobernara el PSOE). Quien tuviera más escaños detrás, que pudiera gobernar con la abstención del otro. Nadie le hizo caso y acabamos en nuevas elecciones. Ahora está por ver que su partido se lo hace cuando predica que han de sentarse a negociar con Rajoy un acuerdo de investidura. No dice que deban gobernar en coalición ni votar sí a la continuidad marianista, pero sí que deben escuchar las propuestas de quien ha ganado las elecciones y no obstaculizar que haya nuevo gobierno cuanto antes. Es decir, y despojado su artículo de hoy de todas la guarnición que le ha puesto para que no parezca que está recomendando rendirse, que si hay que abstenerse para que haya gobierno, se abstengan.

Le pone fecha incluso a la investidura: debe ser antes de que termine julio o, máximo, en los primeros días de agosto. Nada que ver, por tanto, con el espantajo que puso ayer en circulación la presidenta socialista de Baleares, Francina Armengol, encargada de re-encender y mantener viva la llama de una investidura de Sánchez en la que casi nadie cree.

Sobre el papel, es verdad, Sánchez podría intentarlo si Rajoy cosecha más noes que síes, porque el papel lo aguanta todo.

Rajoy sigue añadiendo capítulos de relleno a la liturgia del cortejo, dejando para más adelante la negociacion con el PSOE y desperdiciando minutos convocando en la Moncloa a Esquerra Republicana. Los de Esquerra han explicado muy bien para qué fueron. A decirle a Rajoy lo poco que les gusta,y a entregarle la copia de las grabaciones del ministro Fernández Díaz.

Es Rajoy quien no ha alcanzado a explicar por qué citó a la pareja esquérrica en la Moncloa. Si es obvio que jamás le va a apoyar y, en caso de planteárselo, exigiría pagar el peaje de un referéndum de autodeterminación. Cuando Sánchez aún no llevaba gorra e intentaba ser él el investido se reunió en Barcelona con Oriol Junqueras. Y al PP le pareció un escándalo que sondera al rey del independentismo, ¡anatema! Eran aquellos tiempos en que a Rajoy le parecía inaceptable que el aspirante fuera llamando a todas las puertas para sumar apoyos tacita a tacita.

Ahora que es Rajoy quien recibe a la pareja independentista nadie en el PP se escandaliza. La ventaja que tiene Rajoy respecto de Sánchez es que él no tiene comité federal que le ponga líneas rojas. Ni que le diga a quién puede pedir ayuda y a quién no.

Trece años después, la guerra de Iraq vuelve a ser objeto de debate en el Parlamentro británico. Los diputados discuten los 330 folios del informe Chilcot sobre la gestión del gobierno laborista (o el resumen que amablemente ha preparado el responsable de la investigación oficial para consumo rápido). El papel británico en aquella guerra no es un asunto cómodo ni para los conservadores, que mayoritariamente la apoyaron, ni para los laboristas, que gobernaban el país entonces. El diplomático de 77 años al que se encomendó la indagación oficial se planteó responder a dos preguntas:

• ¿Fue aquella guerra correcta y necesaria?

• ¿Y se podría haber preparado mejor el Reino Unido para lo que vendría después de iniciarla?

A la primera responde “no”. No se puede decir que fuera imprescindible enviar tropas a combatir a Sadam porque aún quedaban otras vías, no bélicas, que no se agotaron. No alcanza a pronunciarse sobre si la guerra fue ilegal o no, pero sí concluye que el argumentario del gobierno para sostener que era legal fue insastisfactorio.

A la segunda responde “sí”. Naturalmente que se podría y debería haber preparado mejor lo que vino luego. De hecho, éste es el mayor fracaso del gobierno y la principal impugnación que hace Chilcot de la política de Blair: la planificación fue un desastre, la preparación del ejército y de los planes de postguerra se basaron en la improvisación y la falta de información solvente.

Cameron, que estuvo a favor de aquella guerra, dijo ayer que todos los diputados que, como él, votaron a favor deben asumir su responsabilidad en lo que pasó.

Tony Blair, jefe de aquel gobierno, ha preferido subrayar otro aspecto del informe oficial: no lo acertado o erróneo de sus decisiones, sino el hecho de que no mintiera expresamente al pueblo británico. Hubo información de los servicios de inteligencia averiada que se presentó al público como si no hubiera dudas de su validez, pero el gobierno pensó que la información era correcta. Y eso es lo que interesa subrayar a Blair, que él se equivocó con las armas de destrucción masiva, pero no pretendió engañar a nadie.

El apellido Aznar aparece veinticuatro veces en el informe. La alianza del presidente español con Blair no era un secreto y ambos estaban interesados en persuadir a la opinión pública de que la guerra era inevitable. Es lo más duro que aparece sobre la participación española en la campaña política a favor de la intervención. Bien es verdad que Chilcot ha examinado al gobierno de su país, no a otros. En España no tenemos costumbre de informes exhaustivos encargados a una personalidad independiente, ¿verdad?, ni de primeros ministros que, pasado el tiempo, dan las explicaciones oportunas sobre el porqué de las decisiones erróneas que, en su momento, tomaron. En eso, y a pesar del Brexit, el Reino Unido es mucho más europeo que nosotros.