Iniciando este día de conversaciones futboleras, les digo una cosa. Sobre otra cosa. Apunten:
• El PP no genera ilusión.
• El PP es un partido antipático.
• El PP no se sabe qué ideología tiene. Ni qué principios defiende. Ni qué posturas mantiene en la mitad de los asuntos de debate público.
• La política de comunicación del PP es desastrosa.
• La cúpula del PP no se entera de que sus militantes llevan años dándole vueltas a lo que les está pasando.
• El PP hay que refundarlo de arriba a abajo.
• Y es Esperanza Aguirre quien quiere refundarlo.
Antes de que me llame Cospedal para preguntar qué he desayunado —-por qué nos zahiere— les aclaro que sólo les he leído algunas frases que no son mías.
Son de un libro que sale hoy a la venta y que Rajoy no se piensa comprar. Ni leer. Para qué, si él ya sabe que Esperanza Aguirre tiene una pésima opinión sobre su liderazgo. O su falta de liderazgo. Después de leer el libro, y de ver la opinión que tiene Aguirre sobre lo que hoy significa su partido, la pregunta que a uno le surge es qué hace todavía ahí, cómo es que no ha salido corriendo. ¿Respuesta? Porque el PP hay que refundarlo. Y ella se ofrece.
Lo que ha publicado Aguirre no es un libro, es una moción de censura. A los cuatro años de gobierno mariano. Y a los doce años de marianismo en la dirección nacional de su partido.
Dice ella que el libro también es autocrítico, pero por cada crítica que se hace a sí misma hay veinte a Rajoy y al marianismo. Predica un partido permeable, con participación de las bases, cuya cúpula no parezca un grupo de amigos, pero deja entrever a lo largo de todo el libro que es justo así como ella ha dirigido el PP madrileño, como si fuera el reino taifa que mantener a salvo de la dirección nacional, un grupo jerárquico y disciplinado en el que ella ponía y quitaba a capricho secretarios generales, diputados autonómicos, candidatos a alcaldes y concejales paracaidistas.
Rajoy aparece retratado como un conservador socialdemócrata que rehuye el debate ideológico. Un líder que carece de aptitudes para serlo. Sin principios ideológicos claros, sin fuste para definir un proyecto, sin arrojo para salir ante la opinión pública a combatir los mantras de la izquierda. Nada que no se supiera, pero a lo que añade la señora Aguirre frases redondas en forma de pedrada y opiniones que ahora ya expresa sin cortarse un pelo.
Dos ejemplos:
• “Su primer consejo de ministros en 2011 dio la impresión de que nadie había preparado ese primer consejo. Después de siete años de oposición ya había tenido tiempo”.
• “El sms a Luis Bárcenas, el día después de publicarse la cuenta en Suiza, fue letal para todo el partido. Y, de remate, la triste sesión del congreso en agosto con todos los diputados del PP en pie aplaudiendo al presidente, me recordó al parlamento argentino aplaudiendo que su país entrara en impago”.
Palo tras palo a Rajoy y encendidos elogios, mira tú por dónde, a la “firmeza ideológica y la brillantez oratoria de Albert Rivera”. El líder que se ha llevado los millones de votos prestados que obtuvo el PP, entiende ella, en 2011.
A las nueve estará aquí Esperanza Aguirre.
El día que ella fue a comunicarle a Rajoy que dimitía como presidenta autonómica le dijo que lo entendía porque “lo más importante en la vida es ser feliz”. Bien sabe Esperanza Aguirre lo feliz que le hicieron a Rajoy cada una de sus retiradas.
Soria no irá hoy, pero la semana que viene sí. Hoy no irá el ministro a la comisión de Industria del Congreso —plantará a la oposición, que diga misa Patxi López— pero sí acudirá la próxima semana. A hablar de lo suyo, que él mantiene que no es suyo. Y si puede, con papeles que prueben que esta información es un error. Contrapapeles, digamos, con los que neutralizar los otros papeles, los de Panamá.
Le honra ofrecerse al señor ministro responder a cuantas preguntas quieran hacerle los grupos de la oposición. Y le perjudica haberse ofrecido a hacerlo veinticuatro horas después de haber argumentado largamente por qué no pensaba ofrecerse.
Noche del lunes en La Brújula. El ministro Soria explica por qué no van a comparecer ni él ni Rajoy en el Congreso a hablar de Panamá. Tarde del martes en el Congreso. El ministro Soria explica por qué ha pedido él mismo su comparecencia en la comisión de Industria.
Cambio de criterio. Para bien, porque negarse a comparecer —por más que lo explique el gobierno en términos jurídicos, su condición de gobierno cesante o en funciones que tiene limitadas sus funciones políticas— transmite la idea de que a uno le resulta incómodo que le pregunten los grupos parlamentarios por el mismo por el que le están preguntando al ministro todos los periodistas sin que él se esconda.
Tuvo que aparecer la segunda entrega de “El nombre de la cosa” para que el ministro aceptara la comparecencia. ¿Y qué dice la segunda entrega? Pues que la misma empresa de la que aparecía como administrador en el registro de Bahamas, UK Lines, antes existió como sociedad británica y ahí aparecía Soria como director de la compañía, con formulario oficial rellenado a mano y firmado, supuestamente, por el hoy ministro. ¿Hay algo irregular en dirigir una empresa que tiene su sede social en el Reino Unido? No. Lo que causó extrañeza, también en algunos dirigentes del PP, es que Soria hubiera afirmado tan categóricamente el lunes que UK Lines era una sociedad con la que su familia tenía trato comercial pero nada más y que ahora aparezca el padre como copropietario y él mismo como director hasta el año 98.
¿Qué dice el ministro? Que ni fue administrador de una sociedad ni fue director de la otra. Que no sabe por qué aparece su nombre ahí y que espera que Panamá aporte toda la información que él reclama porque eso probará que estamos ante una formidable confusión, una cadena de errores que han generado una impresión completamente falsa.
Por cierto, atención, para aquellos que atienden poco a lo que los ministros dicen: es Soria quien habla de presentar datos que prueben que no tiene relación con esa sociedad británica, o panameña, o bahameña. No es que él tenga que demostrar su inocencia —tampoco está inculpado de ningún acto irregular—- es que él se ha propuesto demostrarla.