OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El Twister antes se llamaba Enredos"

Les digo una cosa… en este día en que todo el mundo habla de Sharapova y de su positivo. En el intento de ganarle el juego al adversario, nuestros cuatro jinetes del hipódromo político patrio ni se bajan del burro ni se apean de su argumentario.

Carlos Alsina

Madrid | 08.03.2016 07:55

Como las palabras son de goma las frases acaban siendo elásticas. Predican diálogo al por mayor, el destierro de los vetos y el borrado de las líneas rojas. Pero juegan a desacreditarse unos a otros por las parejas que han forjado o los emparejamientos en que han incurrido en las dos sesiones parlamentarias. No saben cómo va a acabar este baile porque hoy su prioridad es tenernos entretenidos, o mareados, o enredados con frases de todo a cien con las que cargarle el muerto al adversario. Déjense de Borgen y de House of cards. Este serial es otro.

Ésta es la historia de cuatro rivales. Uno tiene un sillón y los otros tres aspiran a tenerlo. Sólo uno ganó las elecciones, pero de nada le sirve porque nadie le apoya en el Parlamento.

De los cuatro, hay uno que sólo llama progresista a un gobierno del que forme parte él. Hay otro que sólo considera cambio quitar al que gobierna ahora para ponerse él. Hay uno que se llama centro-reformista porque le incomoda decir que es derechas y otro que se dice de centro liberal aunque pacte programas de gobierno socialdemócratas.

En el capítulo de hoy, Mariano Rajoy dice que él prefiere verse a solas, discretamente, con Sánchez, porque a una reunión a tres no le ve utilidad, aunque Rajoy fuera el primero en predicar la coalición de los tres partidos en la que se supone que los tres, alguna vez, tendrían que verse.

Pero a la vez dice Rajoy que si Sánchez se empeña en traerse consigo a la pareja, el escudero Rivera, pues oye, que se lo traiga. Está Rajoy desengañado con Rivera porque nunca esperó que se liara con Pedro Sánchez por más que la aventura haya desembocado en el naufragio del candidato propuesto.

Pablo Iglesias, que va a todas partes con sus socios de las franquicias territoriales porque son confluencias de Podemos pero no Podemos, a lo que no le ve sentido es a que Sánchez tenga que ir a todas partes con su socio naranja porque le parece una cosa cómica. La mesa morada, le ha dicho a Pedro, es para cuatro, no para cinco —cuatro es progresía, cinco continuismo—. Naturalmente aclara Iglesias que ellos, los de Podemos, no son de poner vetos ni mucho menos de líneas rojas, aunque estén vetando a Rivera y la línea roja, rojísima, se llame Ciudadanos.

Sigue despechado Pablo porque Pedro no sólo rehusó besarse con él el viernes sino que aprovechó el fin de semana para reverdecer su relación, cada vez más estrecha, con el joven Rivera. Ninguno de los actores de la trama quiere que votemos de nuevo. Aunque los votos serían consecuencia de sus vetos.

Rajoy y Sánchez presumen de ser personas muy dialogantes que piensan siempre en el bien común y nunca en sí mismos, pero están discutiendo algo tan sustancial para el bien común como a quién le corresponde convocar al otro. Si es Rajoy quien debe citar a Sánchez porque el PP ganó las elecciones…

…o es Sánchez quien debe citar a Rajoy con el peregrino argumento de que él, como ha pactado con Rivera, ahora tiene más escaños. Expresamente lo dijo así el candidato depuesto en su entrevista con Griso: que él tiene 130 escaños.

Hombre, Sánchez, tener tiene 90. Los otros 40 no son suyos. Son de Rivera. Apoyan su investidura, pero no se han fusionado, que se sepa, sus grupos parlamentarios. Una vez que el rey se ha quitado de en medio temporalmente, son los cuatro magníficos los que tienen en sus manos salir del laberinto. Aunque en estos primeros compases estén dando la impresión de no de salir sino de estar encantados de haber entrado. Quién sabe qué sorpresas nos deparan los próximos capítulos (porque dos meses en este plan no hay espectador que lo sobreviva).

Aunque Pedro permanezca fiel a Albert, Albert no pueda ver a Rajoy y Pablo le haya puesto la cruz a la pareja, una legión de comentaristas aferrada a la profecía que ella misma hizo perseveran en la tesis de que Pedro y Pablo terminarán por dejar de tontear con otros y acabarán liándose entre ellos.

¿De verdad acabará fraguándose un gobierno del PSOE con Podemos? ¿Terminará Rivera cambiando de pareja? ¿Crecerá Soraya en su aspiración sucesoria? ¿Escuchará Susana los cantos de sirena? ¿Aprenderá Rufián a hablar más deprisa? ¿Matará Patxi López a quien pida la palabra por alusiones? ¿Le dará Rajoy otra entrevista a la COPE?