El cuentito la verdad es que se lo podían haber ahorrado. Rivera, en su nuevo papel de negociador severo, quiso aparecer como el líder que es capaz, él también, de dar un ultimátum: si Pedro quiere nuestro apoyo, aquí están las cinco condiciones que debe aceptar sí o sí. Precedidas de un preámbulo destinado a convertirlas en lo que nunca fueron: los escollos dificilísimos de sortear en los que la negociación corría riesgo de naufragar del todo. Los modernos le llamarían a esto “ponerse en valor”. Cuanto más difícil sostengas que es para el otro partido aceptar esto que tú estás exigiendo, más reforzado sales tú cuando lo acepte. “Ponerse en valor” sin correr ningún riesgo, porque en el mismo momento de clavar sus cinco tesis en la puerta de Ferraz —de hecho, bastante antes— ya sabía que le iban a ser aceptadas.
Si hay que creer la versión de Ciudadanos y el PSOE, después de llevar negociando ininterrumpidamente tres semanas hablando de lo divino y de lo humano, Rivera cae en la cuenta de que al PSOE le cuesta mucho comprometerse a hacer estas cinco cosas tan arriesgadas:
• Despolitizar la justicia.
• Limitar los aforamientos.
• Facilitar las iniciativas legales ciudadanas.
• Limitar a dos los mandatos de un presidente.
• Y suprimir las diputaciones.
Muy peliagudo todo. Y si hay que creer la versión de ambos, cuando el lunes se ven Rivera y Sánchez no consiguen desbloquear estas cinco cuestiones, vaya. Uno se imagina a Pedro diciendo "no sé yo, a mí esto de despolitizar la justicia no me gusta, y prefiero que haya mucho aforado para que pueda corromperse a gusto, y las diputaciones, Albert, las diputaciones son intocables”. De modo que el martes por la mañana Rivera hace público el tremendo escollo y…¡los martes, milagro!, sin necesidad siquiera de volver a hablar va Sánchez y le dice que sí a todo.
Cuentito, cuentito, cuentito.
Que permite dar un barniz de gran dificultad a una negociación que ha estado, desde el primer momento, muy bien encauzada y que las direcciones de ambos partidos bendecirán hoy sin poner reparos.
Lo novedoso en el tablero político es esto: que dos de los cuatro partidos en danza ya han pactado. Sabiendo que con eso no suman para hacer presidente a Sánchez —-no hace falta que todo el mundo se lo recuerde, 90+40 no dejarán de ser 130—- pero, a pesar de ello, retratándose. Sánchez ha elegido pareja (entre Podemos y Ciudadanos prefiere Ciudadanos) y Rivera también (entre Rajoy y Sánchez, prefiere Sánchez, aunque use la coartada de que es el candidato al que rey ha propuesto). Ésta es la cuestión. Que no habiendo cambiado la aritmética, dos de los actores se han aliado. Y sabiendo también y que si hay nuevas elecciones este dato, su alianza, será juzgado por los votantes. Poniendo en cuestión uno de los estribillos favoritos de muchos comentaristas políticos, que era éste que decía que a Ciudadanos no le interesaba mojarse por el PSOE porque sus votantes proceden del PP y no lo entenderían. ¿Lo estarán entendiendo?
Aquellas sumas apresuradas que se hacían en la noche electoral—-PP+C’s frente a PSOE+Podemos—- hoy están desdibujadas. La llave de la Moncloa, todo el mundo lo tiene presente, la tiene bien el PP, bien Podemos. Por eso la investidura de Sánchez sigue siendo altamente improbable. Pero el único pacto que va a ser votado por los militantes socialistas es éste que se alcanzó el lunes. Con Ciudadanos ha habido negociación y fruto. Con Podemos todo lo que ha habido hasta ahora ha sido simulacro de negociación de la que no da tiempo a que salga nada sólido. Y con el PP no va a haber negociación alguna.
Los que tienen la llave, PP y Podemos, son los que más vaivenes han protagonizado en estos dos meses. Los populares, porque amagaron con una ronda negociadora que nunca terminó y declinaron por sorpresa intentar la investidura. Podemos porque fue dando un ultimátum tras otro a Sánchez sin que ninguno de ellos prosperara. Puesta la táctica de presión morada en perspectiva, no parece que se haya revelado muy eficaz.
Después de pasarse dos meses proclamando que no había negociación posible con el PSOE mientras Sánchez no se desmarcara de Rivera, el anuncio de boda de PSOE y Ciudadanos ha obligado a Podemos a corregir de nuevo el tiro y anunciar que su negociación sigue en marcha. Aún tiene la esperanza, dice, de que Sánchez rompa con Rivera y cambie de novio: con un único argumento, la aritmética. No sólo da por hecho Iglesias que ellos, y Compromís, e IU, apoyarían la investidura, sino que lo haría el PNV y se abstendrían los independentistas catalanes. Tiene que incluir a todos en la ecuación para poder decir que esta suma sí sale. Y para añadir, claro, que el progreso es él. Todo lo que no incluya a Podemos no es de cambio ni es progresista.
El problema, para Podemos, es que se está quedando atrapado en el discurso numérico. Da igual lo que pacte Sánchez y con quién lo pacte mientras la suma no le salga. Con expresiones como “ya puede pactar Sánchez con el capitán Trueno”, o “eso no es un pacto de gobierno ni aunque lo ratifique el papa”.
Que es situarse justo donde el PSOE quiere: en la proclamación de que tienen la llave de que este gobierno salga o no salga, o dicho a la inversa, que es Podemos quien impide que el signo del gobierno, el primero de marzo, cambie. ¡Votan con el PP!, este tipo de eslóganes trucados que ya empezó a entonar aquí, Oscar López y que, por burdos y manidos que sean, creen los estrategas de la propaganda que aún funcionan.