La serie no es de política, aunque plantea un escenario que sería interesante ver como gestionan los políticos. Cómo trataríamos a los inmigrantes recién llegados si supiéramos que son, en realidad, nuestros hijos. O nuestros nietos. Cómo les trataríamos nosotros y cómo nos tratarían ellos a nosotros. Imagínate que aparecen aparecen mañana nuestros descendientes huyendo de un futuro que ha resultado ser un desastre. Con cara de malas pulgas y haciendo preguntas. ¿Fuiste tú, abuelo, quién hizo primer ministro otra vez a David Cameron? ¿Fuiste tú quien aplaudió que el gobierno se endeudara cada vez más? Confiesa, abuela, tu fuiste la que emitió este bono que me está matando.
Oiga, ¿se acuerda de cuando en las campañas electorales sólo se hablaba del déficit, de la deuda y de la prima de riesgo? No hay derecho, decían los dirigentes de oposición, no hay derecho a estar hipotecando el futuro de nuestros hijos con esta deuda impagable. 'Refugiados' no va ni de política ni de la deuda, pero a su manera conecta con un politólogo que se llama Runciman y que tiene escrito que uno de los rasgos que definen a la política occidental de nuestro tiempo es que miramos más por los intereses de los más mayores que por los de los de los más jóvenes. Dicho de otra manera, y el planteamiento es provocador, que al dirigente político le importa más seducir al pensionista que vota que al niño que aún no está en edad de votar pero cuyo futuro también depende de las decisiones que el gobernante toma. Y por eso fabula con la idea de crear, en nuestros parlamentos, la figura del defensor de las próximas generaciones, alguien que hable en nombre de quienes aún no votan pero pueden ser damnificados por las decisiones que tomamos los que sí votamos.
Es ciencia ficción, de acuerdo. Como el argumento de esta serie y como la mayoría de los discursos que se escuchan en los mítines de campaña. Haremos esto, haremos esto, haremos esto otro. Pero hombre, que las encuestas dicen que sacará usted el uno y medio por ciento de los votos. No se me embale.
Mientras España empezaba a disfrutar anoche de otra fascinante campaña electoral, en el Reino Unido empezaban a contar votos. En ello siguen: cumpliendo con el ceremonial que obliga a proclamar, en cada distrito, cuál de los aspirantes ha ganado el escaño. Y con estas dos cuentas que han sido simultáneas durante la noche: cuántos escaños lleva cada partido y cuántos se espera que tenga al final del escrutinio.
Lo que dice el sondeo que difundieron anoche las televisiones británicas es que Cameron habrá ganado de largo y Miliband habrá empezado a despedirse del liderazgo de la izquierda. Los conservadores obtendrían 316 escaños, a diez de la mayoría absoluta y mejorando su resultado anterior, todo lo contrario de los laboristas, que vuelven a perder unas generales y con menos escaños que hace cinco años. El sueño de intentar formar gobierno aun no ganando los comicios se esfuma para Ed Miliband. Barrido el Partido Laborista en Escocia por el nacionalismo que encarnan Salmond y su heredera Sturgeon.
En España, líderes y candidatos en danza. Rajoy ha pasado del síndrome de la Moncloa (el presidente recluido) a no parar en casa. Todo el día saludando gente, pidiendo el voto y exhibiendo currículum. Ésta es su baza, o eso piensan sus estrategas. La experiencia frente a la bisoñez. El veterano con su equipo de veteranos frente a estos jovencitos de “Sensación de vivir” que se han hecho con el liderazgo de los demás partido. Pezqueñines con mucha labia. En Málaga abrió campaña Rajoy contagiado del estilo susanista que ha extendido por toda Andalucía. “No pensamos hacer coaliciones con cuatro o cinco”, dijo, “nuestra coalición es con los vecinos de cada municipio”. Como Susana cuando se hace encarnación de los andaluces: “Mi pacto es con los andaluces”. “Mi vida son los andaluces”. “Mi embarazo es de los andaluces”. El pueblo se hace categoría cuando aprietan las urnas.
Albert Rivera es, de repente, el portero mayor del reino, el hombre que tiene la llave de los ayuntamientos y los gobiernos autonómicos. Ciudadanos va para arriba —parece claro— pero sigue estando, en las encuestas, en la cuarta plaza y por detrás de Podemos. Aunque aparezca Rivera como el sereno al que hay que llamar para que te fraquee el paso, Iglesias tiene, sobre el papel, más llaves para abrir más puertas: más escaños que Ciudadanos en casi todas partes.
El éxito de Ciudadanos corre parejo a la caída del PP y al hundimiento de Unión Progreso y Democracia: la representación que hoy tiene UPyD en Madrid y Asturias está, como el rinoceronte de Java, en peligro de extinción. Rosa Diez, que no es de Java sino de Sodupe, ha dicho que esto sólo es una encuesta y que el muerto está muy vivo. Es verdad que es una encuesta. Justo para eso se hacen las encuestas, para saber qué piensa la gente en cada momento. Y hoy lo que están diciendo los ciudadanos es que el partido mayoritario, aun dejándose un chorro de votos, sigue siendo el PP. Que el PSOE está más o menos ahí y que entre los dos suman la mitad de los votos. Que Podemos convence al 16 % de los electores, más de lo que lo hace Ciudadanos, aunque mirando las tendencias Podemos va a menos y Ciudadanos va a más. Que IU mantiene a duras penas el tipo y que UPyD, sin embargo, se evapora. Es una encuesta, claro, pero para eso se hacen las encuestas. Para saber cómo de inquieta está la sociedad por la desaparición del rinoceronte de Java.