OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Tabarnia es la caricatura que le ha roto el juego al ministerio de la verdad soberanista"

Hace treinta y cinco años la Audiencia de Madrid dictó sentencia contra Rafael Escobedo. El crimen de los Urquijo. "En la madrugada del primero de agosto", dijo el tribunal, "Escobedo fue al domicilio de sus suegros y los mató, por sí solo o en unión de otros". La prensa le dio una vuelta a la frase y quedó para la historia como "sólo o en compañía de otros". Ni el juicio, ni la investigación previa, llegaron a aclarar nunca quiénes eran esos otros. Rafi ingresó en la cárcel él solo y el caso se quedó sin rematar.

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Madrid |

La sentencia del caso Palau establece como un hecho probado que Convergencia Democrática pactó con Millet y Montull la utilización de la Fundación para camuflar las comisiones que Ferrovial le pagaba al partido. Dice el tribunal que "el pacto se hizo con el tesorero sin excluir que participaran otras personas de este partido que no han podido ser competamente identificadas". Traducido: que el tesorero actuó solo o en compañía de otros.

¿Y los otros quiénes son? ¿Qué fue de ellos?

Ni el juicio, ni la investigación previa, resolvieron este misterio.

Ni el juez instructor, ni la fiscalía, llegaron nunca a rellenar, con nombres, esta casilla. Los otros que no se excluye que participaran de la trama de las comisiones y el tráfico de influencias, ¿quiénes eran?

El marrón de la financiación irregular se lo come, solo, el tesorero. Daniel Osácar, este hombre que nunca se animó a tirar de la manta (y no será porque el fiscal Ulled no lo intentara) y que mantuvo en pie el muro: a este lado los imputados, al otro los intocables que nunca llegaron a ser ni tan siquiera citados.

Es natural que, en la hora de la condena, Artur Mas se apresurara ayer a reiterar lo muy honorable, molt honorable, que es su ex tesorero.

Nunca se llevó un euro a su casa. Lo metía todo en la caja de Convergencia. Ejerciendo el tráfico de influencias y a cambio del trato de favor en la adjudicación de obra pública. Esto es lo que Mas considera honorable. Osácar, en efecto, no tenía firma ni en las adjudicaciones ni en los contratos públicos. Él lo que hacía era pasar el recado de quién había pagado y cuánto. El trato de favor, la prevaricación, era cosa de otros. De los otros. Que sentenciado ya el Palau, puede respirar tranquilos porque se han librado.

Tabarnia quiere separarse de un país gobernado por el partido de la corrupción, o sea, de Cataluña.

Tabarnia reclama su derecho a decidir por sí misma su futuro.

A votar por la secesión.

A liberarse de la opresión y del yugo.

A terminar con el expolio.

A que se respete su cultura, su historia y su hecho diferencial.

Tabarnia denuncia el terrible déficit fiscal que padece porque aporta al conjunto de Cataluña mucho más de lo que recibe a cambio. Ya está bien de sostener a las comarcas rurales, tan atrasadas y tan habituadas a que otros les paguen los ordenadores de los colegios.

Tabarnia, la caricatura del independentismo que le ha roto el juego al ministerio de la verdad soberanista, presenta esta mañana su escudo, su calendario de movilizaciones y a su presidente en el exilio, Albert Boadella.

Que, como todo el mundo sabe, ni es presidente ni está en el exilio. O sea, como Puigdemont. Ni es presidente, ni es exiliado. Es un cargo destituido que huyó a Flandes escapando de la fiscalía y que fue elegido diputado en las elecciones del día 21.

Los votantes te eligen y luego tu te personas en el Parlamento, tomas posesión de tu escaño, prometes la Constitución y el Estatut, y ejerces.

Si no te personas, pues ni ejerces ni te pueden investir presidente.

Este partido oficioso que se ha montado Puigdemont, Junts per Cataluña, ha conseguido ganarle las elecciones a Esquerra y ganarle el pulso al PDeCAT. Lo que no ha conseguido es que nadie se preste a debatir en serio si es lícito investir presidente a un señor que vive en Bélgica. No ha colado la estratagema. El truco de examinar con lupa el reglamento para alegar que allí no se prohíbe que el candidato esté en Bruselas ha sido ha naufragado. Gatillazo del PuigDeCat. Se ha quedado solo defendiendo la marcianada.

El informe de los letrados tiene enorme mérito porque se han sido capaces los juristas de llenar veinte folios para explicar lo que todos y cada uno de los diputados de esa cámara saben: que ya puedes poner el reglamento boca abajo o del revés, ya puedes estrujarlo hasta que grite, que no hay manera de hacerle decir lo que no dice. No hay forma de justificar ni que un diputado ejerza sin haberse personado antes en la cámara ni que sea investido presidente un belga —perdón, un español que se fue a vivir a Flandes—.

No se puede investir al que no está, Puigdemont.

No se puede ejercer como diputado desde Flandes, Comín.

Y ahora, que Esquerra diga qué hace si el PuigDeCat se empecina en proponer al fugado. Y, sobre todo, qué hace cuando Puigdemont se resigne a no ser él pero imponga a un tapado, o tapada, que sí esté aquí para impedir que hagan presidente a su rival más íntimo, el que pasaba por ser el listo del dúo que ha gobernado Cataluña. Preso de Estremera. Oriol Junqueras.

Si las encuestas te son adversas, ¡quítales importancia! Di que casi nunca aciertan.

Esto es de primero de propaganda política. Si la realidad no te gusta, ¡niega la realidad! y quédate tan ancho.

Eligieron mal momento Rajoy y Soraya para restarle fiabilidad a los sondeos.

Ay, las encuestas, que no aciertan.

Es verdad que a veces no afinan del todo. En Cataluña, por ejemplo, daban muy bien a Ciudadanos…y resulta que se quedaron cortas. Al PP le daban muy mal y, sin embargo, fue peor. Mucho peor.

Tanto que García Albiol se ha esfumado.

A Rajoy se le atraganta el éxito demoscópico de Ciudadanos. A Pedro Sánchez, no. Pedro Sánchez lo que hace es una lectura personal e intransferible de lo que están reflejando los sondeos. Según él, lo que las encuestas dicen es que el PSOE puede ganarle —atención— a la derecha bicéfala.

La factoría de eslóganes y latiguillos nunca para en política: derecha bicéfala. El juego de ponerle o quitarle a Rivera la etiqueta derechista está ya muy visto: cuando compite contigo en las urnas, es la derecha; cuando pactas con él tu investidura, es la fuerza del cambio. A ratos Albert y a ratos el señor Rivera.

Es verdad que las encuestas no siempre anticipan lo que acaba pasando en las urnas. Menos aún cuando no hay elecciones a la vista.

Pero tampoco vale inventarse lo que dicen.

A ver, las encuestas lo que dicen (Metroscopia y Gad3) es:

• Que la derecha bicéfala suma el 50 % del voto. 26 Ciudadanos, 24 el PP.

• Que el PSOE tiene el 23-24 %.

• Y Podemos el 15.

Todas dicen lo mismo: que hoy el PSOE no ganaría ni a la derecha bicéfala ni a cada una de dos dos cabezas por separado.