OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Sánchez: Que pase de mí este cáliz"

Llegó el día. En el que la montaña, si nada cambia, parirá un ratón. Otro ratón. Para aumentar la legión de ratoncitos que habitan esta ratonera nuestra. Llegó el día en que Rajoy le pedirá a Sánchez que no vote en contra de su investidura y Sánchez le dirá que eso es justo lo que va a votar, que no y que no, en la primera y en la segunda. Porque éste es el mandato que tiene de la dirección de su partido y porque, entiende él, es lo que esperan los cinco millones y medio de votantes a los que él representa. Y ya está. Sabiendo las posiciones, y el talante, con el que ambos llegan a su primer mano a mano, a esto se reducirá la esperadísima reunión de la que depende que haya nuevo gobierno en España.

Carlos Alsina

Madrid | 13.07.2016 08:01

El tanteo, diecisiete días después de las elecciones generales, sigue siendo adverso a Rajoy. Tiene garantizados 137 síes a su investidura, uno medio-medio (que es el de Coalición Canaria), 32 abstenciones de Ciudadanos y 180 votos en contra. Si el partido de Albert Rivera, que se ha comprometido a facilitar que haya un gobierno, pasara de la abstención al voto favorable en la segunda votación (Rivera sugirió ayer que el voto en la primera puede ser distinto que en la segunda), entonces el tanteo cambiaría: 170 a favor, 180 en contra. Más presión para los que, estando en el no, pasan por ser los aliados naturales, como diría el comité federal del PSOE, de los partidos que están por cumplir los compromisos con Europa, no disparar el gasto público y no convocar referendos de autodeterminación en Cataluña. Es decir, el PSOE.

Por más esfuerzos que hace la dirección socialista en apartar de sí este cáliz —el foco de la atención mediática— las miradas recaen en quien vienen recayendo desde la noche del 26 de junio: Pedro Sánchez. Hay otros grupos, hay otros líderes, pero están en éste. Es del PSOE del único grupo que hoy se espera —por más que insista en que eso no entra en sus planes— que haga posible la investidura aunque no le guste un pelo tener a Rajoy otra vez de presidente. Por eso, estando la atención puesta en Pedro Sánchez, lo primero en lo que habrá que fijarse hoy es en cuánto tiempo son capaces de soportarse juntos el aspirante a presidente y el aspirante a líder de la oposición. Si la conversación dura más de cinco minutos, entonces es que han hablado de alguna otra cosa. Y tal como está el patio, ya sería un indicio de algo. No de que sean capaces de acordar una investidura —que no se les ve— sino de al menos puedan sentarse a hablar de esto que siempre dicen que les importa más que ninguna otra cosa, ¿cómo se llama? Ah sí, el interés general, los intereses del país que están por encima, eso dicen siempre, de los intereses de los partidos que lideran e incluso de los intereses de los votantes a los que cada uno, separadamente, representa.

Como aquí el calcetinismo político está a la orden del día, no cabe ya sorprenderse de que los dirigentes le den la vuelta a los argumentos a su conveniencia. Para Rajoy el gobierno deseable era con el PSOE, la gran coalición. Ciudadanos era innecesario y, por tanto, accesorio. Ahora sale Maíllo a decir: "entra en el gobierno, Albert, que estamos deseando contar contigo".

Ciudadanos decide hoy…lo que ya tiene decidido. Dejar, en lo que de ellos dependa, que Rajoy siga de presidente. Nosotros ya hemos cedido un poco, ahora que ceda el resto el PSOE. En resumen, esto es lo que dijo ayer Albert Rivera, envuelto en unas parrafadas aparentemente enjundiosas. No van a entrar en el gobierno y no van a apoyar la investidura, sólo van a no torpedearla. Y habiendo ya tomado la decisión, la negociación huelga. Ciudadanos deja para el día a día de la legislatura la negociación con el Partido Popular para apoyar sus proyectos. O traducido, que de entrada renuncia a que haya cambio de presidente, cambio de ministros y nuevos compromisos.

El PP insiste: ¡entra en el gobierno, Albert, gobierna con nosotros y ya verás qué de ministros nuevos hacemos! Pero en Ciudadanos ven la trampa a la legua, eso dicen: el gobierno sería cosa de dos pero las decisiones las tomaría uno. Uno reforzado porque seguiría siendo presidente con Rivera jibarizado porque tuvo que comerse con patatas los papeles de Bárcenas.

Para Rajoy, hace seis meses, era hacer perder el tiempo a los españoles ir a una investidura sin tener los apoyos garantizados —un engaño a la gente—; ayer le dijo a Rivera que piensa intentarlo en dos semanas aunque todavía no los tenga. ¿Le dirá que sí al rey aunque el PSOE se mantenga en el no, no y no? Interesante prueba el algodón para la coherencia argumental de quien declinó la invitación en enero.

Que dice el gobierno que no es verdad que vaya a subir el impuesto de sociedades. Sólo va a recaudarlo antes para hacer caja este año aunque luego tenga que devolver el año próximo. Te lo cobro ahora y luego, si eso, te lo devuelvo. Un truco financiero para cumplir con los ingresos previstos en este ejercicio aunque en 2017 se te descuadren. Y cambiándole el calendario de pago a las empresas para subsanar la ineficacia de las administraciones públicas en el cumplimiento de sus compromisos.

De Guindos se lo ha vuelto a decir a sus colegas europeos —ya lo metió en su plan de estabilidad—: seis mil millones más de ingresos y así cumplimos (a ver si este año sí) el déficit previsto. Tendría delito que cumpliéramos con el objetivo de déficit justo el año que estamos sin gobierno, o con gobierno a medias. La pregunta es: ante una noticia que afecta a la política tributaria, ¿cielos, dónde está Montoro? El ministro desaparecido desde hace meses. Cristóbal Wally. O está fuera del escenario por voluntad propia, o a Montoro lo tienen escondido.

Es uno de los llamados, si de nombres dependiera la continuidad de Rajoy, a ser sacrificados en la pira de la investidura.

¿Qué queréis, la cabeza de Montoro? Ahí la tenéis, diría Rajoy.

¿La de Fernández Díaz? Yo mismo se la corto.

¿La de Margallo? Ya estábamos tardando.

¿Quéreis la de Ana Pastor? ¿Cómo vais a querer la de Ana Pastor? Nadie quiere la cabeza de esta ministra, dice Rajoy. Eso sí que no. Por ahí no paso.