OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Portavoces parlamentarios contra Maza o cómo lanzar alfileres contra un elefante"

La purga se quedó en purguita. O con "ele". En pulguita. Se personó el fiscal general del Estado en el Congreso ayer a sacudirse las pulgas y despachó sin peinarse las críticas de una oposición que se afeitó a sí misma las astas. Sin despeinarse, y no sólo porque sea calvo. El formidable huracán que se anunciaba se quedó en suave brisa marina. Sin bajarse del autobús resolvió su comparecencia el señor Maza.

Los diputados de la comisión de Justicia no lograron ponerle, en realidad, aprietos. Es verdad que el formato de estas comparecencias, sin réplicas de los portavoces, ayuda a que el compareciente se sienta cómodo. Pero Maza estuvo más que cómodo, comodísimo. Más que en ningún otro momento cuando habló del relevo del fiscal jefe de Murcia.

Es un fiscal general que ha llegado con ganas de marcar perfil propio y sin rehuir la exposición pública y las afirmaciones contundentes. A diferencia de su efímera antecesora, a la que nadie llegó a poner nunca cara, el nuevo promete dar que hablar. Por las decisiones que toma y por la forma en que las defiende.

No se molestó ayer en envolver su mensaje en un pañuelo de seda. Ni perdió el tiempo disimulando cual es su idea de cómo debe funcionar la fiscalía. Ésta es una institución jerárquica y con unidad de actuación. Que significa que aquí las decisiones las toma el que está arriba del todo en la cadena de mando, o sea, él mismo. Una cosa es escuchar el criterio de los fiscales que llevan los casos y otra que él tenga que hacerlos suyos.

Es el jefe y como tal jefe se piensa conducir. Las críticas que reciba por ello, de la prensa o de los partidos políticos, van en el sueldo y no le harán cambiar su forma de actuar.

El fiscal general ha venido a mandar.

Lo primero que anticipa es esto que a la opinión pública en su día tanto le costó digerir: que la misión de la fiscalía no es acusar a todo aquel que se cruce en su camino, sino sólo a aquellos sobre los que haya fundamento suficiente para sospechar que han cometido un delito. O sea, que la función de la fiscalía no es sólo acusar, sino oponerse a las acusaciones de otros cuando considere que no están fundamentadas.

Si a él le parece que no hay caso púnico contra el presidente de Murcia, pues la fiscalía se abstiene de imputar nada. Si él cree que deberían ser los fiscales, y no los jueces, los que dirigieran las investigaciones, pues asume como propio ese objetivo y emplaza a los legisladores a que sean ellos quienes cambien el estatuto fiscal para garantizar la autonomía que no haya injerencias del poder político. Y si hay que criticar la baja calidad de algunas informaciones que le afectan, también está dispuesto a hacerlo en primera persona. Indignado porque ha leído que impuso el relevo de José Luis Bueren porque se lo exigió la secretaria de Estado y en contra del criterio de la cúpula fiscal.

Hombre, fiscal general, será la prueba de la calidad de esa información, no de la información en general. Que haya una información averiada no significa que esa crónica dé la medida de la calidad de la información en España.

El escándalo de la purga se quedó en pulguita.

Fue el PSOE el que habló hace una semana de purga y de escándalo y de golpe y no sé cuántas más cosas. Antonio Hernando como un miura.

Pero ayer el portavoz socialista, Juan Carlos Campo, después de escuchar al fiscal general Maza, de miura no tuvo nada. Terminó la lidia en buey manso.

No cuestiona los nombramientos y sólo pide, mientras saca a pasear los bueyes, que se despejen las sospechas y las dudas. Explicaciones razonablemente razonables, como dijo con su retórica atribulada el portavoz peneuvista Legarda.

Brazo ejecutor de las políticas criminales. Quiere decir su señoría que el fiscal debe actuar en sintonía con la política penal del gobierno que lo ha escogido.

El fiscal general Maza viene de ser magistrado del Tribunal Supremo y es evidente que, en conocimiento jurídico, en conocimiento de las normas que rigen la fiscalía y en argumentos, por tanto, para justificar sus decisiones, está muy por encima de los portavoces que ayer se dedicaron a leer recortes de prensa —como el propio fiscal— sin mayor peligro. Lanzando alfileres a un elefante.

No es la sospecha sobre su falta de competencia o su condición de jefe jerárquico del resto de los fiscales. Es la independencia lo que un fiscal general, en última instancia, tiene que acreditar. La independencia de criterio, y de actuación, respecto del gobierno que lo propuso para el cargo.

Y no ayuda a creer en esa independencia que el ministro de Justicia hable cada día como si la fiscalía fuera cosa suya y como si estuviera obligado a opinar sobre las controversias técnicas sobre el criterio que se asume en cada uno de los casos que se investigan o se juzgan.

Si Maza quiere que se le vea como a un fiscal general con criterio propio e impermeable a las presiones, empiece por pedirle al ministro Catalá que no hable tanto sobre lo que hace o deja de hacer la fiscalía.

Hoy, Cs y el PP celebran reunión en Murcia. Sánchez el del PP. Y Sánchez el de Ciudadanos. Para que este segundo le diga al primero que haga el favor de irse y el primero le diga al segundo que suba y pedalee.

Ayer dijo aquí Arrimadas: ¿no hay nadie más en el PP murciano?