El Congreso de los Diputados aún no se ha constituido, ¿y ya están pensando en tomar vacaciones? Sin haber comenzado siquiera su tarea. En la empresa se toma uno vacaciones cuando ha estado trabajando los meses anteriores, no cuando todavía no ha empezado. La mayoría de los diputados electos ya lo eran en la legislatura anterior y sabemos lo poco que les cundió. De los seis meses de legislatura hubo actividad parlamentaria (forma generosa de llamarlo) cinco. Fueron incapaces los diputados de cumplir la misión que tenían encomendada —investir presidente— y a pesar de ello han cobrado el salario correspondiente a estos dos meses de parada biológica. Vacaciones ya han tenido, desde el tres de mayo.
[[DEST:Si empieza la legislatura en agosto, oye, se siente, señorías]]
De modo que podrán tomar vacaciones los ujieres, el personal de plantilla, los policías y los camareros de la cafetería, pero pero sus señorías…con la cantidad de cosas urgentes que tienen que resolver pensando en el bienestar de los españoles…sus señorías no han acumulado aún méritos para irse a ningún sitio. Si empieza la legislatura en agosto, oye, se siente.
A Pedro Sánchez muy estresado con la próxima investidura no se le ha visto. De hecho, no se la ha visto ante la prensa desde la noche electoral, y sin preguntas. Un paisano destapó ayer, con una foto traicionera, al Sánchez veraneante en Mojácar, en un chiringuito playero rumiando entre aceitunas y patatas fritas su futuro. Con gorra y gafas de sol, un ex futuro presidente de incógnito. No estaba muerto, que estaba de Mojácar.
Hoy ya se vuelve el secretario general del partido a los madriles porque según la versión oficial del PSOE, tiene que preparar el comité federal del sábado que viene. Su intervención, grata no va a ser. Tiene que justificar cinco escaños menos y un estancamiento electoral decepcionante. Evitó el sorpasso, pero más por demérito ajeno —el millón de votos menos que obtuvo Podemos— que por mérito propio. Y si en diciembre le obligaron a asumir por escrito que el resultado había sido malo, esta vez no parece que vaya a ser distinto.
Es verdad que el mayor interés de este cónclave sabatino es lo de la abstención: si el PSOE abrirá la puerta a facilitar la continuidad de Rajoy. Pero en ese frente no debería haber curvas, dado que todos los barones socialistas —-salvo Fernández Vara— repiten este almo responsorial que dice: “Dichosos los que no apoyan a Rajoy ni con su voto ni con su abstención”. El PSOE andaluz lo proclamó ayer con vehemencia: no hay debate alguno al respecto, dijo, “no a Rajoy, no al PP, que se busque la vida con otros grupos”. ¿Qué valor tiene esta declaración? El mismo que todas las que se escuchan en el PSOE estos días: cero zapatero. En público se enrocan, en privado admiten que al final no quedará otra que resignarse a que Rajoy siga.
[[DEST:Con gorra y gafas de sol. A Pedro Sánchez muy estresado no se le ha visto]]
Recordémoslo una vez más por si Susana Díaz tuviera a bien escucharlo: para que un partido se quede en la oposición tiene que haber antes un presidente investido.
En Podemos sigue la indigestión. Pablo Iglesias, escarmentado, ha rebajado mucho el alcance de sus pronósticos políticos.
Puede irnos bien, puede irnos mal. La precisión en el análisis no parece que sea elevada. O bien, o mal. ¿Cuándo? Dentro de cuatro años. En 2020, porque la dirección de Podemos da por hecho que habrá gobierno del PP y para toda la legislatura. A Iglesias le salió ayer todo el lenguaje coloquial que lleva dentro. Impresionado el líder por la magnitud del desafío que afronta.
El desafío es funcionar como un grupo organizado en el parlamento que no descuide la actividad callejera. Le ha comprado el análisis a Monedero: la actividad parlamentaria carece de la emoción y el atractivo de la movilización en la calle, las asambleas en las plazas, los escraches aquellos de otros tiempos. El “no nos representan” tenía más tirón que el “somos nosotros los que os representamos”. Pídele épica a una proposición no de le ley, a una humilde enmienda parlamentaria.
Nos irá bien o nos irá mal. Pero pase una cosa o pase otra, seguiremos metiendo citas de Gramsci en todos los discursos y recordando nuestra condición de profesores universitarios. Politólogos con carisma en riesgo de convertirse en vulgares diputados rasos.