OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "¿Habrá pelea de gallos en Vistalegre?"

Entonces qué, ¿habrá pelea de gallos en Vistalegre? ¿Gran velada en el ring podemista? ¿El duelo en OK Corral?

Madrid | 25.01.2017 08:09

Hoy hay cumbre de contendientes en la casa morada. Iglesias y Errejón terminarán de tomarse hoy la medida. Convoca Pablo con intención —así lo tiene declarado— de intentar que se haga la unidad. Neutralizar la competencia interna por la vía del pacto y ahuyentar, así, no tanto el fantasma del cisma como el cuestionamiento definitivo de quien sigue siendo, aun debilitado, el líder carismático de Podemos.

Hoy sabremos si hay cortafuego, pacto, o hay que reservando sitio para el gran duelo.Una vez que cada sector podemista ha presentado sus papeles, los documentos con las propuestas sobre cómo organizarse, llega el momento de ver con qué cartas llega cada uno.

Y si, como parece, la voluntad de Errejón es llevar el pulso hasta el final, arreciará en el camino a Vistalegre la guerra por el descrédito del adversario interno. Envuelto en discursos fraternales de apelación a la convivencia y el no nos hagamos daño que eso es lo que está buscando el sistema, lo que empezarán a sonar son las advertencias de lo que puede pasar si Vistalegre se convierte en una gresca en el barro.

Errejón llega más fuerte de lo que se pensaba. Y avisando de que está muy bien esto de criticar al PSOE por andar haciendo manitas con el PP pero al final los resultados cuentan y el PSOE está agarrando banderas (salario minimo, renta mínima) mientras Podemos sigue dedatiendo sobre la razón de ser de si mismo.

Esta guerra empezó en la noche electoral del mes de junio. La repetición de las generales. El experimento de ir en alianza electoral con IU, el fiasco del sorpasso que no llegó y la demostración de que el líder carismático no deja de ser un ser humano imperfecto que a veces equivoca los diagnósticos y las recetas. Pablo no era infalible y convenía discutirle un poco más las cosas.

Hoy toca acto de conciliación. Antes del juicio. Y lo que se malicia el sector pablista —lo que anda contando por ahí el pablismo— es que Errejón, aunque diga que él no aspira a desbancar a Pablo como secretario general, dé por hecho que si la propuesta de Pablo pierde éste renunciará a su cargo. De oca a oca y me como al líder.

La independencia de Cataluña ya es imparable, inminente, indudable. Qué paso de gigante que dio ayer la tripleta gubernamental catalana, el trío independentista Junqueras-Puigdemont-Romeva, con su viaje evangelizador a las naciones europeas. Es decir, este vuelo de ida y vuelta para entonar los estribillos más pegadizos, La La Land, del recital independentista en la ciudad de las estrellas.

Ya no hay marcha atrás, oiga. Después de escuchar a Puigdemont, Europa entera se ha rendido a la evidencia de que Cataluña va a hacer o que quiera. Nada menos que trescientas personas, trescientas, aplaudió a la separatísima trinidad cuando ésta anunció la buena nueva del referéndum liberador que acabará, sí o sí, con la opresión española de tantos siglos.

Como decía anoche un digital catalán, Puigdemont ha dejado claro a Bruselas que habrá referéndum este año. A Bruselas. Para que lo sepa Bruselas. Hombre, Bruselas tiene 175.000 habitantes. En la Unión Europea somos quinientos millones de personas. Vale que por algún sitio hay que empezar, pero trescientos y pico asistentes a una conferencia no parece que representen a nadie más que a sí mismos.

Una conferencia a tres voces. Imparable el proceso. Perdón, el conflicto. Ahora el independentismo prefiere llamarlo el conflicto. Que se vea que la llama de 1714 sigue viva.

Llegó a decir anoche el presidente catalán, en su querencia por el superlativo, que lo que está en juego este año es la democracia en la Unión Europea. Mejora tú eso. O la señora Merkel, y el señor Hollande, y estos nórdicos de apellidos llenos de consonantes, se rinden de una vez a la evidencia de que no hay más verdad que la que el independentismo proclama, o serán tachados también ellos de antidemócratas. Que lo vayan sabiendo todos y luego no se quejen.

Habrá referéndum porque yo lo valgo y porque si se le ocurre a Puigdemont poner en duda que lo acaba habiendo la CUP lo manda a él a hacer puletas sin esperar a la asamblea ésta del domingo en la que votarán otra vez si le dan oxigeno al gobierno autonómico o le cortan la luz y abren camino a las elecciones enésimas. La CUP aún no ha puesto el huevo. Y conociendo a la CUP, hacer pronósticos es una operación de alto riesgo.

El famoso referéndum ni está convocado, ni tiene fecha, ni tiene pregunta, ni tiene nada. Tiene, eso sí, la seguridad de que si llega a celebrarse será un referéndum falso, sin amparo legal, no tendrá efecto alguno donde los independentistas quiere que lo tenga: en las demás naciones europeas a las que se encomiendan para que den valor a una consulta que, por sí misma, no va a tenerlo.

Ya lo dijo Artur Mas en 2014: una consulta cuyo resultado nadie reconoce tiene poco de avance y mucho de empantanamiento. Luego se lió la manta a la cabeza, él mismo convocó un referéndum de cartón y comprobó hasta qué punto era correcto el diagóstico.

Puigdemont con Junqueras y Romeva dio su lección magistral sobre el diálogo, la democracia y el entendimiento negándose a responder preguntas ni de la concurrencia ni de la prensa (arriesgó poco) y habiéndose negado la semana pasada a concurrir a la conferencia de presidentes autonómicos. El presidente dialogante no tiene nada de qué hablar con sus colegas. No vaya a parecer que él también es el presidente de una comunidad autónoma.