Ocurre que Rita no es Soria. Rita es Barberá. A diferencia de Soria, ella nunca ha sido permeable a las instrucciones de Génova para hacerse el hara kiri y evitarle a Rajoy un problema. La conveniencia de los demás no le parece una razón suficiente para tener que sacrificarse ella. Y a diferencia de Soria, ella sí va a ser investigada —imputada— en un procedimiento judicial por presunto blanqueo de dinero. En cuanto el Senado conceda el suplicatorio.
Rita, en la cuenta atrás. La dirección nacional de su partido, enmudecida. Escarmentada de la peineta que les hizo la senadora todas las veces anteriores que intentaron darle el empujoncito. Silencio en la sala y que la decisión salga de ella. El problema, claro, es si hoy no sale. Si mañana no sale. Campaña electoral e investidura en el aire de por medio.
Ésta es el reto: cómo deshacerse de la alcaldesa que fue orgullo del partido sin que ella, con el genio que tiene, arme alboroto. Lo que desde hace meses se sabía que iba a acabar sucediendo, ha sucedido. Cuando un grupo municipal es sospechoso de de haber fingido donaciones de sus concejales para ocultar (blanquear) cantidades aportadas por empresarios afines, parece lógico que se investigue a quien estaba al frente de ese grupo. La señora Barberá, y su partido, se agarró a todos los clavos que pudo en este camino: decían "eh, que el juez instructor no ha imputado a Rita Barberá, ni siquiera la ha interrogado. Que sólo la invitó a prestar declaración si ella quería". Era cierto. Tan cierto como que lo que estaba diciendo el juez instructor es que si de él dependiera, la imputaba, pero que siendo senadora, no podía mover un dedo sin trasladarle el caso al Supremo. Y lo trasladó. Y ahora el Supremo dice que hay que investigarla. Sin prejuzgar su culpa, pero sin exonerarla antes de las indagaciones oportunas."Imprescindible continuar con la investigación", dice el auto de ayer. Y con toda razón.
Llegado el asunto a donde se sabía que iba a llegar, el partido se queda sin burladero. No sólo porque exigió en su día la dimisión de José Blanco cuando éste, siendo senador, fue imputado en el Supremo —por cierto, no dimitió y acabó exculpado—, sino porque hace doce días Rajoy subió a la tribuna del Congreso a defender las medidas pactadas con Ciudadanos. Es decir, la obligación de apartar de las instituciones a todo aquel que sea formalmente investigado. No al procesado, no al condenado, al imputado sólo por el hecho de serlo. Es el listón que aceptó Rajoy y es el listón que ahora se le demanda.
Rita, Soria, Matas. La santa compaña se atraviesa en el camino de Rajoy.
Hoy el presidente arropará a Luis de Guindos en la presentación del libro que publica el ministro sobre su gestión del año 2012. Cabe pensar que Rajoy será hoy más generoso con su ministro en el acto de hoy de lo que lo es en el prólogo del libro. Donde empieza por subrayar que en este gobierno el superministro de Economía no es otro que el propio presidente y despacha los méritos de De Guindos diluyéndole en el grupo de ministros que impulsaron las reformas que Rajoy consideraba necesarias.
De Guindos lo que despachó ayer, con entusiasmo descriptible, fue su comparecencia en el congreso para hablar del Expediente Soria. Sin novedades en la trama, más allá de decir que eran diez los candidatos que aspiraban al puesto y que Soria, siendo el idóneo a juicio de los evaluadores, dejó de serlo a juicio del gobierno cuando la opinión pública se le puso en contra.
Cuando el argumento principal que usa el ministro en su defensa es que se abortó la operación y al final no hubo designación; cuando admite que el procedimiento no es exactamente un concurso público; cuando acepta que no está legalmente reservado a los funcionarios ni había obligación de nombrar a Soria; cuando celebra que el elegido aceptara de buen grado dejar de serlo…puede resumirse la comparecencia como una confirmación tras otra de las falsedades que durante tres días aireó el gobierno.
Y cuando elude mencionar las conversaciones que sobre este asunto mantuvo el señor Soria con él mismo y con el presidente del gobierno está terminando de asumir la culpa. De la insolvencia de las explicaciones que dieron él y el presidente en funciones y de la falta de visión política que supone escoger, de entre diez candidatos con méritos parecidos, justo al que estuvo involucrado en los papeles de Panamá. El Guindos de ayer fue el más eficaz de los portavoces a la hora de dejar en evidencia al Guindos de hace dos semanas. Y a Rajoy, que hoy le podrá agradecer que ni siquiera le mencionara.