Y mira al del coche de al lado. Hombre, míralo con más disimulo. ¿Lo ves? Tarareando todavía el himno. Esa cabeza alta, esa seguridad con la que agarra la pelota (digo el volante). Ya verás en el bar esta mañana: “Manolo, hoy el café me lo pones triple”.
Ya verás los chavales en el colegio. Voceando, nada más verse, con voz de ser humano pequeño: “¿tío, lo viste, tío?” Que si Gasol, que si Claver, que si Rudy —-¿lo viste, el trompazo que se dio con Jankunas?—-.
Hoy toda España se siente selección nacional de baloncesto. Incluso los que no tenemos ni pajolera idea de este asunto hablaremos con soltura de relevos, tapones, rebotes, aportaciones. Un rodillo la selección, oiga, la defensa lituana sacando bandera blanca. Qué noche más buena para la autoestima patria. Qué mañana más buena tendrá Rajoy en Moncloa.
Hoy se siente alto hasta Pablo Motos. La legendaria España. “Somos leyenda”.
Así despierta hoy Europa. Rendida a la doble evidencia:
• De que España no tiene rival en el baloncesto.
• Y de que Tsipras no tiene rival en Grecia.
Arrasó el líder de Syriza y se pegaron un tortazo las encuestas. Ni empate técnico con la derecha ni gobierno de unidad nacional ni gaitas. Los griegos han consagrado a Tsipras como el gobernante que claramente desean aunque sea para aplicar la austeridad.
Revisen, analistas europeos (y españoles) todo aquello que dijeron. Sobre la suerte que corre el líder político que promete a sus ciudadanos la luna y ha de envainársela luego tragando tierra. Sobre el gobernante que convoca una referéndum para conocer la opinión de su población y después desoye el resultado. Sobre el primer ministro que malgasta medio año de gobierno enredándose en una negociación mal llevada que obstaculiza aún más la salida de su país del hoyo,
Revísese todo aquello que se dijo porque Tsipras ya no tiene a su vera a Varoufakis ni tiene dentro de Syriza a quienes abogaban por mandar Europa a tomar viento. Los partidarios de la ruptura y el restablecimiento pleno de la soberanía económica ha obtenido menos del 3 por 100 de los votos. Cero diputados. Todo el peso que se les atribuyó dentro de Syriza se ha revelado falta de peso cuando se han presentado solos. Para llamarse Unidad Popular no han conseguido ni uno.
Tsipras se reinventó a sí mismo y ha ganado. No sólo sobrevive al fiasco de su primer programa de gobierno —-el final de la austeridad, el cambio de reglas en Europa—- sino que tiene ahora la estabilidad politica que reclamaba para cumplir con su parte del rescate y recibir a cambio la financiación que su país necesita para salir adelante. Aparcado el euroescepticismo y el discurso de exaltación patriótica, este nuevo Tsipras es un reformista que acabará yendo del brazo de Mateo Renzi y dedicándole cualquier día un cariño a la señora Merkel. Los Varoufakis de Europa nunca dejarán de verle como la izquierda sometida.
Cataluña en la semana última. El próximo lunes, a esta hora, ya sabremos cómo ha quedado la cosa. Las encuestas más recientes dicen que las dos candidaturas independentistas sumarán mayoría absoluta. Y que en porcentaje de voto están ligeramente por debajo del 50 %.
Lo sorprendente es que entre los votantes del Juntos por el sí hay ciudadanos que dicen no querer la independencia. Van a apoyarla sin querer, oiga. Votantes que calculan que una victoria del independentismo hará rendirse al gobierno central aceptado nueva financiación, reforma de la Constitución y, a más a más, un referéndum. El órdago de la secesión pero confiando en que nunca llegue a cumplirse. Jugar con fuego. Entregar la antorcha al pirómano pretendiendo que nada arda.
La encuesta de La Vanguardia aporta este otro dato: a la pregunta “cómo cree usted que acabará este proceso”, sólo el 20% de los catalanes responde “en una declaración de independencia”. El 27 % dice que acabará en una mejor financiación y el 15 % en una negociación para cambiar la constitución. La respuesta más común, 31% es que esto acabará “en un enfrentamiento permanente entre el gobierno catalán y el gobierno central”. Que es tanto como decir que ”¿en qué acabará este proceso? No se engañe: este proceso nunca acabará”.
Sé que para muchos de ustedes, oyentes, esto más que una respuesta es un terrible presagio: toda la vida estaremos hablando de esto.