Monólogo de Alsina: "El sonido de la libertad"
El sonido que más celebro poder ofrecerles esta mañana dura apenas dos minutos.
Redacción OndaCero
Madrid | 09.05.2016 07:54
Y es la voz de una persona que en más de una ocasión, en estos últimos diez meses, creyó que su vida se acababa. Cada vez que sus secuestradores le ordenaron, agitados y encañonándole, que se pusiera de pie se preguntó si no sería ésta la vez en que lo llevaran a algún sitio para matarlo mientras lo grababan con una cámara. Es la voz de una persona —de profesión, periodista— que en las últimas cuarenta y ocho horas ha recuperado sus tres pertenencias más valiosas: su familia —sus padres le vieron anoche meterse agotado en la cama—, sus amigos —no ha parado de sonar ese móvil en casa— y su libertad. La voz de la libertad recuperada.
Se llama Angel Sastre. Angel Sastre Canelas, porque hoy sería imperdonable que no mencionara yo a tu madre. Reportero, corresponsal y, por culpa de un secuestro, víctima protagonista. Dos minutos de audio con los que retoma el periodista su tarea.
A Sastre, Pampliega y López les han aconsejado pasar todas las horas del día con sus madres, y sus padres, y sus hermanos y el resto de la familia, y dejar para más adelante el relato de cuanto les ha sucedido. Tendrán que declarar ante el juez que lleva la investigación del secuestro en la Audiencia Nacional —víctimas españolas de un delito grave en el extranjero— y tendrán que sortear el interés que tenemos todos los medios (bien lo saben ellos) en que nos cuenten con pelos y señales su experiencia.
Lo más conveniente —-explican quienes han dirigido la localización y negociación con el grupo secuestrador—, es dejar que la noticia, pasado este fogonazo mediático inevitable de la liberación, vaya dejando paso a otras historias. Que los tipos éstos que los han tenido secuestrados, el Frente Al Nusra, pierdan interés por saber qué se dice, qué se cuenta, de cómo ha transcurrido todo.
Saberse, sí se saben algunas cosas. Se está diciendo, por ejemplo, que los secuestradores les han tratado bien. Bueno, es una forma de hablar. En estos diez meses han pasado momentos muy duros —-si por una vez me permiten la expresión, muy jodidos, de creer que iban a matarlos—. No les han tratado mal en comparación con cómo trata Estado Islámico a sus secuestrados —describieron los detalles hace un año Javier Espinosa y Marc Marginedas—, pero difícilmente puede decirse que hayan sido bien tratados.
No sólo por el maltrato físico, encerrados en una habitación sin ventanas días y días, trasladados de cuando en cuando de cautiverio, estas casas que los grupos yihadistas usan como prisiones, sino porque el secuestro supone una tortura permanente, que es la psicológica. El tiempo que va pasando, los días tan parecidos el de hoy al de ayer y al de mañana, y la incertidumbre, el no saber qué está pasando ahí fuera, que para cualquier persona es un tormento y para el periodista, algo así como un doble castigo.
Se ha contado que hacían ejercicio para matar el tiempo, pero la mayor parte de las horas las han pasado pensando. Dándole vueltas a la cabeza para mantenerse cuerdos. Y en el caso de Ángel Sastre, suspirando por un cuaderno. O por dos, o por tres o por diez, que son los que llegó a llenar ordenando recuerdos, narrando experiencias, anotando datos y volcando en un papel historias y emociones que nunca supo si podría llegar a compartir con alguien alguna vez. La escritura como salvavidas. Lástima que los cuadernos, Angel, se los quedaran al final los malos. Después de registrar lo que te llevabas contigo y de chachearte. No sirvió ninguno de los escondites, ni los calzoncillos siquiera. Vas a tener que reescribirlos de memoria, como Hans Krasa reescribió en Terezin su ópera infantil, Brundibár. Sólo que él recordó cautivo lo que había escrito en libertad y tú lo harás al revés, escribirás en libertad lo que antes escribiste cautivo.
Han pasado momentos duros y otros momentos –-me decía anoche Angel-- surrealistas, islamistas que traen un televisor y te dejan ver un partido de fútbol o las noticias internacionales. Fue así cómo él, que habitualmente trabaja como corresponsal en Iberoamérica, supo que los argentinos habían jubilado el kirchnerismo, o que en Brasil estaba en apuros Dilma Rouseff o que el Parlamento venezolano tiene mayoría antichavista. Cuántas noticias relevantes y no estar allí para contarlas. Bromeaba anoche Angel Sastre, antes de meterse en la cama con el hecho de que hacerle esto a un secuestrado cuando el secuestrado es periodista —dejarle ver las noticias que no estás pudiendo contar tú— debe considerarse también maltrato.
Y después de la broma se metió en la cama. En una cama de verdad, por primera vez en diez meses, de la que confío en que, a estas horas ---qué necesidad tendrás hoy de madrugar--- aún no se haya levantado.