Hoy le toca al PSOE cabalgar la contradicción. Un código ético que dice que al procesado se le desactiva políticamente —aplicándole el cordón sanitario—, un pacto con Ciudadanos para hacer presidenta a Susana Díaz —cuyo peaje fue la defenestración de Griñán y Chaves— y la necesidad, a pesar de todo eso, de salir a predicar la inocencia y la ejemplaridad de quienes ya fueron, por su propio partido, políticamente condenados. El paripé de intentar quedar bien.
Cuando has laminado políticamente a tus antecesores para que no te salpique su imputación judicial, casi mejor abstente de hacer pronósticos sobre lo que el tribunal acabará estableciendo. La inocencia o la culpabilidad de Griñán y Chaves por malversación (el primero) y prevaricación (el segundo) la determinará el órgano judicial correspondiente. Que Susana Díaz, o cualquier otro miembro de la dirección de su partido, emita sentencia absolutoria previa carece de cualquier valor. Que los partidos rivales emitan, a su vez, sentencias pseudo condenatorias, tampoco tiene el menor peso. Todo eso es política. Rivalidad y cálculo político en campaña, que acostumbra a ser lo más alejado que existe a la Justicia.
Ya no es la juez Alaya la que instruye el caso de los EREs. Ya no puede el PSOE acusar a la juez de escoger para los autos judiciales el momento más nocivo para los intereses del partido. Que sí, de eso la acusaron repetidamente, por mucho que ahora diga Susana Díaz que ella nunca comenta autos judiciales o por mucho que presuma el PSOE de su exquisito respeto a las decisiones de los jueces.
Ahora el juez se llama Alvaro Martín y ha ratificado lo principal de la tesis de Alaya: que existió una decisión política, en el gobierno de la Junta de Andalucía, para desactivar los controles sobre el uso que se daba al dinero destinado a financiar expedientes de regulación de empleo. Como el director del banco que ordena apagar las cámaras de vigilancia, los detectores, las sirenas, y luego se sorprende de que hayan entrado los ladrones a mangonearle la caja. El procedimiento fue irregular y permitió usar el dinero público tan elástica y tan desahogadamente que dio pie a desvergüenzas tan notables como la cocaína que se metía Javier Guerrero (presuntamente) o el dineral en metálico que almacenaba en su casa Juan Lanzas (dinero p’asar una vaca, en gloriosa descripción de su señora madre).
No todo el dinero destinado a los EREs se utilizó mal, ninguno de los jueces que ha investigado ha sostenido semejante cosa. La mayoría de los expedientes de regulación de empleo fueron correctos. Y tampoco eran Chaves y Griñán quienes decidían personalmente quién merecía el dinero y por qué, pero no es por eso por lo que están procesados. Ellos alegan que no llegaron a saber de las irregularidades cometidas, cuya existencia no niegan. Pero a uno no le procesan por no enterarse de algo. Le procesan por actuaciones concretas que pueden constituir delito. Y las de Chaves y Griñán son, en el criterio del juez, haber desactivado los controles. Sabiendo que era irregular, el uno impulsó y el otro mantuvo un procedimiento que permitía disponer de las ayudas públicas de forma arbitraria. Un procedimiento que estuvo vigente once años. Ésta es la razón del procesamiento y ésta es la exposición de hechos del instructor que habrán de rebatir, en el juicio, las defensas.
Amanecen cada mañana los candidatos a la presidencia, a estas horas, encomendándose a la virgen para no les caiga un pepinazo. Y se acuestan, cuando el día ha terminado sin sorpresas, suspirando con alivio.
Un día le explota la bomba fétida a un partido, otro día le toca al adversario. Ayer estábamos con la Púnica, hoy con los EREs. Los candidatos temen más que un nublao a los casos durmientes.
• En el PP dicen “virgencita, virgencita, que hoy tampoco se manifieste Rita (Barberá)”.
• En Podemos, que no salga nada raro de Victoria Rosell, y que nadie alcance a preguntarse qué razones pueden llevar a un juez a preferir que lo juzguen sus compañeros de provincia que los magistrados del Supremo.
• Ciudadanos repasa el mapa de sus gastos electorales y prefiere saltarse Murcia. Que ahí siempre acaba saliendo algo.
Casos que nada tienen que ver unos con otros, ni en dimensión, ni en gravedad, ni en consecuencias. Pero con un elemento común: los partidos suspiran para que sigan durmientes hasta después del 26 de junio.
Y en este baile de nubarrones que te pueden descogorciar una campaña, a quien le ha tocado bailar con la más fea es a Pedro Sánchez. Las encuestas adversas, el partido agrietado en bandos, el PSC en arenas movedizas y el PSOE de Andalucía (la fortaleza) sacudido por el procesamiento de sus dos popes. A quien le puede extrañar, con este panorama, que la sonrisa de anuncio que se esfuerza en lucir Pedro Sánchez resulte cada vez más forzada.