Ayer a estas horas les contaba que el PP tenía perdido el pulso sobre la comparecencia de Luis de Guindos para responder por el Expediente Soria. La matemática parlamentaria es implacable. Si los portavoces que representan a 213 diputados dicen que hay que convocar al ministro para que responda ante el pleno, el único grupo que no lo dice, 137 diputados, tiene la batalla perdida. Por eso lo previsible, ayer, era que la mesa del Congreso tomara nota de la voluntad mayoritaria y la presidenta de la cámara procediera a tramitar el emplazamiento al ministro y ponerle fecha. Pero no fue eso lo que sucedió. Lo que estuvo a punto de pasar fue un enorme tongo.
Tongo, tongo, tongo.
Recurriendo a una argucia, una añagaza, Pastor Julián se negó primero a modificar la agenda de la próxima semana alegando que sólo podía someter a votación los plenos ordinarios que ya estaban apalabrados de antes. En sintonía con el portavoz popular Rafael Hernando, que recurrió a palabras como vergüenza o banalización para describir la pretensión de los demás grupos.
¿Estaba la presidenta Pastor desoyendo la voluntad mayoritaria de los portavoces de los grupos? Pues esa fue la impresión que todos los presentes, en efecto, tuvieron. Que barría para la Moncloa y daba largas para no concretar cuándo se celebraría ese pleno. Trabajando para el Gobierno, le reprocharon los demás grupos políticos. Rajoy sabía lo que hacía cuando puso a su leal escudera de guardameta.
Hasta las ocho de la tarde no salió su compañera del PP Sánchez Camacho a entonar un discurso bien distinto del de Hernando y para anunciar que esta vez sí, que se convoca el pleno pero que aún no se puede saber el día porque depende de la disponibilidad que tenga el señor ministro.
El interés del partido del gobierno en que este pleno se celebre es perfectamente descriptible, pero a Pastor Julián acabó corrigiendo la posición ante el riesgo de que los demás grupos le montaran una protesta en toda regla. Y todo indica que previa consulta con Moncloa. Que esto es lo más nocivo para la solvencia de la presidencia de la cámara: la imagen de que es un brazo más del poder ejecutivo. Entre Patxi López y Ana Pastor, han convertido en un gigante a Jesús Posada.
¿Quiere la oposición aprovechar el caso Soria para hacer ruido, y erosionar al PP, en plena campaña electoral de las autonómicas vascas y gallegas? Pues claro. ¿Busca el enorme altavoz que supone el pleno del Congreso? Desde luego. Pero no habría caso si el gobierno no lo hubiera creado nombrando a Soria y enredándose en un festival de justificaciones averiadas. El Parlamento no está en funciones. Ni cierra por campaña electoral. Es, de hecho, el Parlamento donde los partidos estrenaron, hace hoy una semana, la campaña. Al PP le toca apretar los dientes y confiar en que Luis de Guindos salga más o menos airoso de la cosa. Maniobrar para que no haya debate cuando hay 213 diputados reclamándolo sólo sirve para engordar aún más el expediente Soria y para rematar el desastre que ha supuesto todo este asunto para quien primero lo nombró y luego lo ha desnombrado.
En la ronda de contactos que se esfuerza en mantener viva Pedro Sánchez el que más minutos de atención le ha merecido al líder socialista no es ni Pablo Iglesias (apenas 25 minutos) ni Albert Rivera (con quien no consta que aún haya hablado). El ganador del concurso de cortejos ha resultado ser Francesc Homs, delegado de Artur Mas en las Cortes. Una hora entera le dedicó el secretario general del PSOE —-o se dedicaron—. Una hora entera de vis a vis en la intimidad que ha despachado luego Convergencia con una nota que sostiene que a Sánchez se le insisitió en que si aún no es presidente, es porque no quiere. En cuanto trague con el referéndum de autodeterminación, lo llevan en volandas los independentistas, con Podemos abriénole camino, al palacio de la Moncloa.
Aunque Sánchez no ha difundido nota propia, no parece que se haya dejado aún seducir lo bastante como para acompañar a Puigdemont el domingo en la manifestación indepe de la Diada. En su partido ha cundido la idea de que estamos ante un entremés para mantenerse ocupado y aplazar al mes de octubre todo lo que ahora mismo está en el aire.
Andalucía es el escenario de la mayor tensión entre PSOE y Podemos y también, de la creciente sintonía entre Ciudadanos y el PP.
Ayer en el Parlamento andaluz se enzarzaron Susana Díaz y Teresa Rodríguez en un concurso de méritos, o más bien, de deméritos, sobre cuál de las dos —a lo largo de su vida— ha trabajado menos.