ESPECIAL DESDE FRANCIA

Monólogo de Alsina a las 7.00: El enigma Macron; cuánto de marketing y cuánto de convicciones hay en él

Jornada festiva en Francia. No por la derrota de Le Pen, que no para fiesta nacional, sino por el armisticio, el día de la rendición de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, final del frente europeo de aquella contienda.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 08.05.2017 07:05

Amanece la mañana fresquita en País y habiéndose prolongado hasta bien entrada la noche la celebración de la victoria de Macron… los claxons que sonaban anoche en París para celebrar la coronación de este líder político sobrevenido, 39 años, desconocido para la mayoría de los franceses hasta hace apenas seis meses, como nuevo presidente de la República.

El enigma Macrón. Un rostro nuevo, una figura que está por ver hasta dónde da de sí, cuánto recorrido tiene y que rehúsa el etiquetado ideológico y las clasificaciones tradicionales. De izquierdas y de derechas a la vez, reivindicando el centro. Para sus detractores es sólo una pose, una táctica para no ser visto como el financiero liberal que quiere reducir el tamaño del Estado, mandar a casa a miles de funcionarios y bajarle los impuestos a las grandes empresas. Para sus partidarios es savia nueva, la nueva política que recoge lo mejor de liberales y socialdemócratas y entierra los peores vicios de ambos, una forma distinta de encarar la política y de impulsar la Unión Europea.

Cuánto de marketing y cuánto de convicciones hay en Macrón vamos a empezar a verlo ahora. Su llegada al Eliseo no habría sido posible si antes no se hubieran dividido internamente los dos partidos tradicionales: el socialista entre la línea conservadora del defraudado Manuel Valls y el ala izquierdista del fracasado Benoit Hamon; el conservador entre la nostalgia de sí mismo que embarga a Sarkozy, el perfil bajo de Juppé y la elección fallida de Fillon como candidato sospechoso de nepotismo.

La llegada de Macrón al Eliseo tal vez no habría sido posible de no tener enfrente, o el uno o la otra, a Marine Le Pen. Toda la vida en política para venir ahora a presentarse como outsider, como ajena al sistema. La candidata populista que ha blanqueado la extrema derecha francesa hasta hacerla pasar por una opción más en el abanico ideológico de este país pero que no ha logrado hacer olvidar que el Frente Nacional sigue siendo el Frente Nacional.

La batalla que ha comenzado, para los lepenistas, es trasladar al Parlamento nacional el 20 % del voto que ahora tienen, es decir, multiplicar los dos diputados escasos que obtuvieron en las últimas legislativas. La doble vuelta les complica la representación parlamentaria, aunque el Frente Nacional —si es que decide seguir llamándose así— confía en pescar voto en el caladero de una derecha tradicional en crisis.

Macron sabe que llega al Eliseo en un clima político inédito, con dos partidos extremos muy potentes, y con todas las dudas del mundo respecto al margen de que va a disponer y a su propia aptitud para dirigir el país.