EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: Qué estupor al descubrir que había tongo

Les voy a decir una cosa.

Cuánto escándalo por haber presentado como gran acontecimiento lo que sólo era un teatrillo.

ondacero.es

Madrid | 24.02.2014 20:10

Qué estupor al descubrir que había tongo. Qué formidable debate (social y periodístico) sobre las distorsión de la realidad y lo incauta que puede llegar a ser la opinión pública. Intentaron hacernos creer, aportando supuestas pruebas nunca antes vistas, que había sucedido algo que, en realidad, no había sucedido. No se habla de otra cosa. Los comprensivos con la coña diciendo: pero hombre, si se trataba de probar lo fácil que es engañar al respetable, hacernos pensar sobre cómo nos las cuelan. Los críticos, indignados con la patraña: inaceptable, dicen, ¡cómo han podido prestarse personas de tanto renombre a semejante engañabobos! Está el país dividido entre quienes le dan algún valor a la cosa y quienes se lamentan del éxito de público obtenido por la ópera bufa.

El estreno fue el viernes a la hora de comer, emitido por la BBC y con repercusión inmediata en los demás medios y en las redes sociales. Pero fue ayer cuando se confirmó que el vídeo tenía más de cáscara que de sustancia. Fue ayer, personados los verificadores en la Audiencia Nacional, cuando se confirmó que los etarras de uniforme que aparecen en el vídeo con su muestrario de armas le entregaron la lista de lo expuesto a Ram Manikálingam, éste les firmó el conforme, recogieron otra vez las pistolas y los explosivos y los metieron en una caja de cartón cuya tapa pegaron con cinta aislante. En tiempos de tribulación, etarras de mudanza.

-   Pero entonces las armas, ¿quién las tiene?”-preguntó el juez a los comparecientes.

-   Las tienen ellos, señoría, a nosotros sólo nos las enseñaron.

-   ¿Y están ustedes seguros de que están inutilizadas?

-   Eso dijeron ellos, señoría, nos dieron su palabra.

-   ¿Su pa-qué?

-   Su palabra.

Póngase usted en la piel de este juez que tiene delante a unos señores extranjeros, con muy buena voluntad, a los que ha citado como testigos -son verificadores, no delincuentes- para que le expliquen cómo fue lo del amago de desarme de ETA. Y ellos le cuentan: “Pues verá, señoría, en enero nos fuimos a Toulouse en tren, ¿sabe usted?, y allí nos esperaba un señor con gafas y gorro (imposible reconocerle), que nos llevó en coche hasta un edificio al que entramos por el garaje y del que salimos por el mismo sitio. Arriba había una habitación en la que ya estaba todo listo para hacer el vídeo”.

-   ¿Quieren decir que llegaron a mesa puesta? -Y tan puesta, señoría, allí estaban los revólveres, las 300 balas y el cordón detonante. Ah, y el Guernica.

-   ¿Y no tocaron ustedes nada, para asegurarse?

-   ¿Para asegurarnos de qué?

-   Pues hombre, de que las armas no funcionaban.

-   Ah no, eso no entra en nuestro papel de verificadores.

Porque, como le explicaron al juez, lo que ellos han de verificar es que ETA dice que inutiliza esta lista de armas, y que ETA dice que cierra la caja de cartón con cinta aislante para dar fe de la solidez de su promesa (es bien sabido que nada hay más difícil de quitar de una caja de cartón que la cinta aislante), y que ETA dice, en fin, que si el Estado se porta bien habrá otras entregas de armas.

-   ¿”Entregas”? Pero si las quedaron ellos.

-   Cierto, señoría, “inutilizaciones”.

Fue seguramente entonces, escuchado el relato de la comisión verificadora, cuando el juez se dijo a sí mismo: voy a ver otra vez el vídeo porque al final seguro que sale Garci. Cuánto escándalo por haber presentado como gran acontecimiento lo que sólo era un teatrillo. Qué estupor al descubrir que había tongo. España amaneció perpleja al descubrir que lo de ETA, el viernes, no fue un desarme. ETA, el viernes, se hizo un évole. Una pamema. Para hacernos pensar, eh. Para hacernos pensar en lo ridículos que serían estos tipos, con sus capuchas y su verborrea, si no fuera por los miles de muertos y de heridos que han causado en cuarenta años. Con razón admiten ahora los verificadores que esta puesta en escena del viernes ha dañado su “credibilidad”. Cuando levantas muchas expectativas y acabas presentando un tongo, lo natural es que tu crédito se resienta.

Hombre, puestos a hacer cuentismo sobre acontecimientos que nunca ocurrieron -y por si acaso Évole se ha quedado con ganas de más- ¿qué tal un documental sobre la extraordinaria preocupación que el gobierno de España viene manifestando desde hace una semana (incansable labor de persuasión sobre Maduro) respecto de lo que está ocurriendo en Venezuela? Documental falso, por supuesto, porque hasta esta tarde no se le ha escuchado una primera palabra al respecto a nuestro Ejecutivo.

Salen el presidente, la vicepresidenta y el ministro de Exteriores lamentando el achique de libertades, exigiendo el cese inmediato de los ataques armados contra la población civil y condenando sin reservas los abusos del gobierno de Nicolás Maduro. ¿Cómo se llama la película? Operación Pasas, algo que nunca pasó. Al cabo de una semana de movilizaciones, protestas, muertos y heridos en Venezuela, recién estrenada otra semana en la que sigue habiendo concentraciones, incidentes y hostigamiento del gobierno venezolano a los reporteros de los medios no suficientemente gubernamentales, el silencio del gobierno español empezaba a ser un clamor. Y de alguna manera, lo sigue siendo porque Margallo lo más que ha hecho hoy es salir del paso con una declaración de trámite y porque le han preguntado.

Es conocido que en Presidencia del gobierno la actualidad internacional, en general, interesa poco. A quienes allí trabajan y también, admitámoslo, a los periodistas que acuden los viernes a preguntarle a la vicepresidenta y cuyo interés versa más sobre la política de aquí -¿qué dirá el presidente en el debate de la nación de la semana que viene?- que en lo que pueda pasar fuera -¿qué dice el presidente de lo que está pasando hoy en Venezuela?-, de aquí que haya habido que esperar hasta hoy (rueda de prensa en el ministerio de Exteriores) para escuchar al ministro decir algo.

Se entiende que Ucrania arroja más muertos que Venezuela, que en Kiev están en juego las fronteras de Europa, que detrás del partido del caído Yanukóvich sigue estando Putin y que por Ucrania pasa el gas ruso que compramos la Unión Europea, pero en Venezuela se habla español, entre las víctimas que denuncian abusos del gobierno de allí hay nacionalizados españoles, entre los venezolanos que residen aquí ha habido concentraciones esta última semana. Parecen razones suficientes para que, cuando menos, el gobierno de aquí dé alguna prueba de que está al tanto de lo que pasa. Incluso de que tiene interés en que, cuanto antes, deje de pasar.