Aguirre propone una nueva figura en los partidos, la del responsable de asuntos internos, como en las películas de policías, ¿verdad?, el agente antipático al que todos los demás odian porque su función no es perseguir delincuentes en la calle sino destapar compañeros corruptos. Esto de los asuntos internos lo hemos comentado más de una vez en la tertulia, no en el sentido de que se cree un departamento como tal, sino como metáfora de la actitud de la mayoría de los partidos políticos -sus máximos responsables- hacia los escándalos de tráfico de influencias, comisiones, maletines y enriquecimientos privados con dinero público.
La opinión mayoritaria entre los españoles respecto de este asunto es conocida: hay mucha corrupción y los partidos hacen muy poco para combatirla; se les llena la boca de exigencias cuando la basura afecta al partido contrario pero se vuelven poco exigentes cuando esa misma basura (o parecida) afecta al propio. Para refutar esa opinión, los partidos se inventaron esto de la tolerancia cero con la corrupción, que en otros tiempos se habría dicho intolerancia, y que consiste en que, cuando uno de sus cargos públicos resulta imputado le obligan a dimitir y le suspenden de militancia. Dicen: no, hay que respetar la presunción de inocencia, pero por si acaso, lo tiran por la ventana alegando eso tan recurrente y tan discutible de que una cosa son las responsabilidades políticas y otra, las penales.
Bueno, como bien sabemos, la doctrina de la tolerancia cero es un cuento que sólo se aplica cuando conviene, porque España está colmada de alcaldes y concejales imputados que siguen en el cargo (y algunos diputados autonómicos y algún ex ministro). De manera que los imputados son apartados según y cómo, según quiénes sean y según lo que su partido sepa, en realidad, de los presuntos chanchullos de los que es sospechoso. Ésto último es la clave del asunto. Qué saben los partidos de los chanchullos no cuando un juez ordena detenciones, o cuando la fiscalía anticorrupción registra cajones, sino...antes. Incluso mucho antes. Asuntos internos significa eso: que es el propio partido el que asume la responsabilidad de detectar y destapar la suciedad interna. Cabe pensar que la sociedad empezará a creerse lo de la tolerancia cero el día que vea a los propios partidos llamando a la fiscalía anticorrupción para decirle “mira lo que hemos encontrado” y convocando a la prensa para dar la primicia de otro mangoneo abortado. Si a Esperanza Aguirre se le ha ocurrido así, de repente, esta noche, bienvenido sea.
A Aguirre hay que reconocerle que siempre está aprendiendo; siempre permeable a lo que se dice en los medios, en las tertulias, siempre atenta a los temas de conversación de la gente y siempre presta a aparecer como pionera y alumbradora de ideas nuevas. Llevaba ya ocho años de presidenta autonómica cuando cayó en la cuenta de que sería bueno devolver competencias a la administración central, justo cuando el debate en las tertulias giraba sobre el tamaño y disfunciones del estado autonómico. Y ahora que el debate permanente es sobre la llamada clase política y sus “privilegios” declara la “guerra de la mamandurria” y reclama que sólo pueda acceder a un cargo público quien tenga una profesión, un oficio. Para poder volver a vivir de ese oficio el día que deje el cargo público. Porque el desempeño de un cargo --sostiene ahora Aguirre con convicción y vehemencia-- debe ser algo temporal, ha de asumirse temporalmente. “Tem-po-ral-men-te”, dijo hoy, subrayando las sílabas. En su caso, por ejemplo, entró en política como concejal del ayuntamiento de Madrid --año 1983-- y ha dejado su último cargo público el pasado mes de septiembre. Del 83 al 2012 van 29 años. Ella tiene sesenta, o sea, media vida. Tem-po-ral-men-te. Los cargos públicos, dice Aguirre, para un rato. Aunque sea largo.
Hay que reconocerle a la ex presidenta su actitud siempre abierta para abrazar ideas nuevas y expresarlas con éste lenguaje llano que se gasta. Y también para hacer autocrítica: esta mañana admitió que este fervor suyo por no gastar lo que uno no tiene y atajar a toda costa la deuda pública es, digamos, reciente. “Debí dedicar más dinero a rebajar la deuda y menos a construir metro”. Vaya. No sería porque el metro siempre es más lucido, y da más votos, que equilibrar las cuentas. Es interesante comprobar cómo los cargos públicos, cuando dejan de serlo, van ofreciendo, a menudo sin darse cuenta, relatos de sus años de mandato que no coinciden con las versiones que, en su momento, dieron ellos mismos.
Es verdad -ella misma lo recordó hoy- que Esperanza Aguirre actuó en el caso Gurtel con más celeridad y eficacia que sus compañeros de partido (apartando a los imputados y reclamando que se llegara hasta el fondo del asunto) pero hasta hoy no había dicho abiertamenteprimero, que fue ella quien echó a alcaldes, diputados y un consejero autonómico (hasta ahora todos ellos habían dimitido llevados de un rapto de responsabilidad, hoy el relato ya es o dimites o te ceso ahora mismo), pero lo que es más relevante, hasta hoy nunca había pronunciado la ex presidenta en público frases como “un consejero me salió rana” o como que la razón de apartar a los sospechosos fue “que vi cosas que no me gustaron”. Qué interesante será cuándo cuente qué fue aquello que vio, por ejemplo en el juicio el día que se celebre. Hace dos años, en una entrevista en televisión, Aguirre se declaró convencida de la inocencia de los afectados. Hoy ya tenemos un consejero que le saliórana y cosas que vio que no le gustaron. Debería nombrarse a ella misma inspectora jefe de asuntos internos del PP de Madrid. U ofrecerse a Rajoy, por si éste se anima a extender los asuntos internos a todo el partido.
Las últimas revelaciones sobre Luis Bárcenas son un revés muy serio para Rajoy, el presidente del partido al que costó mucho convencer de que el tesorero debía abandonar su puesto. Ahora todos los dirigentes del PP dicen esto de “Bárcenas ya no tiene nada que ver con este partido”, pero el día que presentó su renuncia puso mucho empeño el PP en subrayar que era una renuncia transitoria, algo así como que se le guardaba el puesto para cuando saliera limpio de todas las acusaciones. Rajoy creyó sinceramente en la honradez de Bárcenas, y a la vista de lo que ahora se va sabiendo, cabe pensar -en el supuesto más amable- que no sabía con quién estaba tratando. Incluso en el caso de que el dinero de Suiza no proceda de Gurtel y no sea todo él propiedad de Bárcenas, estaríamos ante un tesorero que, a la vez que lleva las cuentas del partido, maneja fortunas en Suiza ocultas a Hacienda. Con la derecha lleva el partido, con la izquierda las cuentas suizas. Es posible que lo uno lo hiciera con total limpieza y lo otro con total desvergüenza, pero es la misma persona. Éste es el problema (como poco, de imagen) que hoy se le presenta al PP. Que por más que ahora repudie y maldiga a Bárcenas es un hecho que, durante veinte años, lo mantuvo en la gerencia.
Es jueves, día de tomarnos un carajillo Magno…a la salud de Joau Ricardo Pedro, un portugués de 39 años, ingeniero de profesión, que se quedó en el paro. El primer día sin trabajo llevó a los niños al colegio y, al regresar a casa, allí solo y sin saber en qué ocupar el tiempo, se dijo: “voy a escribir”. Cuenta que, al principio, lo que escribía eran cosas sobre la compra, la casa, los niños. Luego ya se decidió con una historia larga y novelada. Y así acabó naciendo Tu rostro será el último, una historia que no va de paro ni de recesión económica, sino de una familia portuguesa en la revolución de los claveles. El debut de un escritor novel que ha ganado el principal premio literario de su país y se ha convertido en un fenómeno editorial allí. Ahora llega a España, tierra de buena literatura, de buen brandy y de buenas combinaciones.