Ocurrió la tormenta, el vendaval, la sacudida, a la misma hora, en el mismo minuto, en el momento exacto en que el diario Sport avanzó la noticia de que Tito lo deja. La pésima noticia de que abandona el banquillo del Barça y del porqué ha tomado la decisión de hacerlo: el maldito cáncer que, desde noviembre de 2011, siempre ha terminado volviendo a ponerle a este hombre todo más cuesta arriba. La historia de este enemigo que le surgióa Tito Vilanova, el tumor en la glándula parótida, comenzó hace un año y cuatro meses, en el quirófano del Vall d`’Hebron del que salió, según contaron los médicos entonces (o quisieron contar), como si estuviera, dijeron, prácticamente curado. Su enemigo volvería a la carga y le forzaría a retirarse, temporalmente, en otras dos ocasiones para volver a someterse a tratamiento. Es probable que haya sido en estas últimas horas cuando los médicos han dado a Vilanova la información que le ha llevado a asumir que no va a tener fuerza suficiente para dirigir al equipo esta temporada. Ha sido hoy, sin que nadie lo esperara, cuando Tito ha presentado su renuncia a Sandro Rosell con ese único, sincero y abatido argumento: no voy a poder. A las ocho y media comienza, en la ciudad deportiva, la rueda de prensa de Rosell y Zubizarreta. Rueda de prensa que vendrá a ser la continuación, o el desenlace, de la que el martes siguieron con sorpresa los jugadores del Barça. Aquella en la que Tito replicó a Guardiola por haber acusado éste a la directiva de haber utilizado la enfermedad de su amigo ---esta misma enfermedad que hoy lo aparta--- para hacerle a él daño. Retirado Vilanova del banquillo por decisión propia, no habrá, por tanto, reencuentro la próxima semana, por tanto, entre Tito y Pep en el Bayern Arena; el reencuentro entre estos dos amigos, que seguro que se va a producir, lo será en otras circunstancias; será fuera de un estadio, fuera del fútbol y fuera de los focos y los micrófonos. La comarca del Bajo Ampurdán sufrió esta tarde una tormenta de las que no se recuerdan. A la misma hora, en el mismo instante, en que decía adiós Tito Vilanova.
Esta noche hablaremos de familias que parecían felices y que acabaron sabiéndose desgraciadas. Alberto Ruiz Gallardón recurrió hoy a Tolstoi para cerrar su explicación sobre los cambios que propone en la regulación de la custodia compatida: “Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”. La custodia compartida, esta figura que los jueces han empleado en España como algo muy excepcional y que sólo por el impulso de colectivos de padres y de algunos parlamentos autonómicos, empieza a ser considerada ahora, con el aval del Tribunal Supremo, en igualdad de condiciones con la custodia monoparental, que es la que se decanta por uno de los progenitores en detrimento del otro. El cambio de interpretación, cambio de chip, supone que en todos los casos en que el juez --que es quien debe examinar cada situación familiar, los motivos de la separación, la relación de los hijos con cada uno de los padres--, considere que lo mejor para los hijos es la custodia compartida, eso es lo que debe aprobar. Incluso si los progenitores, los dos, están en contra. Además, y según el proyecto, el régimen de visitas pasa a llamarse régimen de estancia con el no conviviente, el juez deberá incluir en ese régimen a los abuelos y otros parientes y allegados, y la obligación de pasar la pensión para el sustento de los hijos no cesará cuando estos sean mayores de edad, sino cuando sus circunstancias económicas lo permitan.
“Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”. La explicación de la norma sobre la custodia la tenía el ministro Gallardón más trabajada que la de la militancia en el partido del presidente del Tribunal Constitucional. Ahí se le pidió al ministro una opinión sobre la circunstancia de que el presidente del TC haya tenido carné de su partido y respondió con una clase rápida sobre derecho constitucional: si la Constitución lo permite, y si el Tribunal que interpreta la Constitucion --que es el propio TC, claro-- lo bendice, pues se acabó el asunto. Cabe imaginar, si necesidad de ser Tolstoi, que de haber tenido el presidente carné del Partido Socialista, y de haber estado el PP en la oposición, los populares no verían tan razonable que el presidente de esta institución estuviera tan identificado políticamente. Sí estuvo un poco más elaborada la respuesta que dio esta tarde el gobierno a la pregunta, previsible, sobre la puerta cerrada que hasta hoy mantiene (o hasta el día 24 mantendrá) para impedir la comparecencia de Rajoy en el Parlamento sobre el caso Bárcenas. Fiel a la doctrina que ha venido expresando el partido estos dos últimos días, la tesis es que no hay reparos a la presencia del presidente en el Congreso salvo uno: que va cuando a él le parece bien, no cuando la oposición se lo reclama (en la versión del gobierno esto se dice de otra forma; se dice “no cuando lo diga Bárcenas”, o “no al servicio de la estrategia procesal de nadie ni de la estrategia política de otro”, porque, para el PP, y en esta historia, la oposición, se lo recuerdo, está asociada, es aliada y está apadrinando al delincuente encarcelado). Rajoy dará explicaciones cuando lo considere oportuno, dice la vicepresidenta, y dará las que se deban a los ciudadanos, estableciendo, así, una distinción controvertida entre la ciudadanía que tiene derecho a las explicaciones y los grupos parlamentarios que, en el Congreso, las están reclamando, y que salvo sorpresa están allí representando a una parte importante de esa ciudadanía. La conclusión es, salvo gran sorpresa, que Rajoy, en efecto, acabará acudiendo; y que el miércoles que viene, cuando se vuelva a plantear el asunto en la mesa del Congreso, Alfonso Alonso abra por fin esa puerta. Para cuando se produzca la comparecencia, tal vez el juez Ruz haya recibido ya respuesta de Hacienda a la pregunta que hoy le ha trasladado: si existen contingencias tributarias derivadas de los papeles de Bárcenas, es decir, si en alguno de los presuntos cobros que menciona el ex tesorero, y caso de haberse declarado a Hacienda, podría hablarse de la existencia de delitos fiscales.