MONÓLOGO DE ALSINA

Monólogo de Alsina: Rato no puede dimitir y dejar de ser Rodrigo Rato

El problema de ser un político sin cargo es que ni tu partido ni los de enfrente pueden exigirte que dimitas. Váyase, señor Rato, váyase. ¿De dónde? Si Rodrigo Rato —y ésta es la constatación más clara de su desahucio profesional y público—-, Rodrigo Rato hoy no es nadie.

ondacero.es

Madrid | 17.04.2015 08:15

No puede dimitir de ningún cargo quien ya sólo tiene cargos judiciales. No puede irse quien ya se fue, y a quien hicieron irse, de todos los mullidos sillones que un día fueron suyos. Rato es el “ex” por excelencia, exde tantos cargos y tantas cosas que aquellos que en otro tiempo le admiraron, le aplaudieron, le pidieron favores, le cubrieron de panegíricos, hoy le cubren con la mortaja, hoy para ellos es ex-Rodrigo, un señor al que nunca calaron, una amarga sorpresa, una decepción de tamaño cósmica, tamaño pujolianp. No le llames Rodrigo llámale Jordi. Otro estadista secretamente preocupado por el estado, por el estado de sus cuentas en otros países. Hoy Rato celebraría ser ex, ex imputado, ex investigado y ex detenido. Pero son ésas todas las condiciones —imputado, investigado, detenido—- que constituyen su tarjeta de visita.

No se puede forzar la dimisión de quien ya no es nada (y esto, para el gobierno, es un problema). Uno no puede dimitir de su currículum. De se historia. De lo que fue, durante muchos años, para los suyos, sus compañeros de partido, sus discípulos, sus periodistas de cámara, sus amigos.

La ley no entiende de amigos, dice el gobierno de España. La ley es la ley. Incluso cuando se hace por ley una amnistía.

Rodrigo Rato, detenido durante cinco horas y regresado de madrugada a su casa tras haber asistido al registro del piso, el despacho y el balcón de Carabaña; Rodrigo Rato en soledad, sospechoso de poner patrimonio propio a nombre de otras personas para evitar que le fuera embargado por el caso Bankia, amanece a la espera de que el juez decida si  ordena alguna diligencia más.

Por qué lo detuvieron ayer. A comienzo de esta semana trascendió —-en información de VozPópuli—- que Rato estaba siendo investigado por presunto blanqueo de capitales. En 2012 se había apuntado a la amnistía fiscal y había admitido un patrimonio (hasta entonces oculto a Hacienda) que no coincidía con el que declaró al año siguiente. Ya explicamos ayer que ésta fue la inconsistencia —-el dinero surgido de no se sabe dónde— que dio pie a la sospecha de que hubiera blanqueado. Y que puso al servicio de prevención del blanqueo del ministerio de Economía a analizar números y buscar papeles. Rato dijo anteayer que él no tenía constancia de que le estuviera investigando nadie. Y así era. Lo eficaz, en casi todas las investigaciones financieras, es que el afectado lo ignore. Una vez publicado que estaban detrás de él, el riesgo era que tratara de arruinar esa indagación deshaciéndose de todo aquello que pudiera incriminarle, presuntamente. La fiscalía actuó presentando en la mañana de ayer una denuncia en el juzgado que permitiera proceder al registro del domicilio y, llegado el caso, a la detención del presunto. Y todo eso es lo que sucedió entre las cuatro de la tarde y la una de la madrugada. La policía en su casa, el registro y la detención.

Cuenta El Mundo en su edición de hoy que el origen de todo es sólo uno: Hacienda. Un informe de ochenta páginas de la Agencia Tributaria entregado a la fiscalía y en la que se menciona un entramado de sociedades empleado para ocultar la titularidad de una parte del patrimonio.

La ley no entiende de amigos, dice el gobierno, como si a Rato le quedara aún algún amigo en el ejecutivo. Del árbol caído lo único que uno espera es que no le aplaste.

Tanto Hacienda como el Servicio de Prevención de Blanqueo son departamentos que dependen, en efecto, del gobierno. La pregunta, en lo que afecta a los 705 investigados de la amnistía fiscal, es si la investigación responde a una indicación expresa del gobierno —-examinénse esos nombres, sean quienes sean—- o es fruto del trabajo de los funcionarios que aun sabiendo de la incomodidad del gobierno han seguido adelante. Una vez que la investigación ha trascendido el gobierno dice: eh, que soy yo quien ha  levantado la liebre, encima no me fustiguen. Pero la oposición lo que sostiene es son los funcionarios los que, indignados por el pacto de silencio, han tirado millas por su cuenta y han tirado, por su cuenta, de la manta.

La oposición es consciente —-quién no lo es—- de que Rato es el temazo politico a un mes de las urnas inciertas. De manera que trata de hincarle el diente aunque sin terminar, aún, de dar con la tecla. En Pedro Sánchez se percibe que aún no tiene una acusación concreta que hacerle a Rajoy. Se percibe porque ha recurrido Sánchez a una fórmula que, en la horquilla de las exigencias, es el escalón más bajo: pedir que Rajoy dé explicaciones. Cuando un líder político le exige a otro que se explique es que no tiene nada concreto, en principio, que reprocharle. Cuando la tiene agarra el estoque y entra a matar. Pedir comparecencias, pedir explicaciones es menear el capote, sin mayor trascendencia.

¿Qué es lo que Rajoy tiene que explicar? Si acaso, desde cuándo sabe él de estas cosas. Si acaso, qué información, qué sospechas, tenía de la situación fiscal del ex ministro cuando forzó su salida de Bankia. Y si acaso, quién toma la iniciativa para investigar a los 705 de esta lista de evasores amnistiados sospechosos ahora de blanquear. La oposición reverdece la ofensiva contra Montoro por su amnistía fiscal de 2012. En coherencia con la postura que mantuvo la oposición en aquel momento, se le critica al ministro el portillo que abrió para que los evasores conservaran sus fortunas abonando a Hacienda una cantidad muy escasa. El concepto mismo de la amnistía es, en efecto, muy discutible, porque supone renunciar al objetivo último de un ministro de Hacienda, que es garantizar que todos los contribuyentes paguemos lo que nos corresponde.

La amnistía es una declaración de impotencia: como el Estado no puede demostrar que usted tiene una fortuna fuera, obligarle a repatriarla y cobrarle lo que corresponde, le invita a confesar a cambio de rebajarle al mínimo lo que paga. Todos los que se acogieron a la amnistía eran evasores y todos pagaron menos de lo que habrían tenido que pagar de haberse comportado, desde el principio, honradamente. Eso es un hecho. Pero Montoro dijo en aquel momento algo que, visto lo visto, cabe tener en cuenta: que una vez que el evasor amnistiado declara, entra en el radar de Hacienda todo lo que tiene y de ahí ya no sale. A partir de ese momento se sabe cuánto le corresponde tributar y a partir de ese momento se puede ir comparando lo que dice tener con lo que va viéndose que tiene. No hay por qué negar que, de no haber existido la amnistía y no haberse acogido Rato a ella, probablemente hoy ni estaría el ex ministro detenido ni sabríamos nada de su presunto blanqueo. Dices: hombre, lo suyo es que un gobierno sea capaz de descubrir todo eso sin tener que andar amnistiando a nadie. Es verdad. Pero las situaciones reales casi nunca coinciden con las ideales.

A Rodrigo Rato, si pudieran, lo borrarían los populares de sus álbumes de fotos. Pero Rato, aún desgauciado, nunca dejará de ser Rato. Como Pujol nunca podrá dejar de ser Pujol para Convergencia.

Rato no puede dimitir de lo único que siempre va a ser: Rodrigo Rato.