¿Puede una ciudad en otra que hasta ahora sólo existía en los cómic y las películas? La respuesta es “sí”, sí que puede cuando quien tiene la ilusión de que eso suceda es un niño de cinco años con leucemia. El chaval se llama Miles, vive en un pueblito de mil habitantes -Tulelake, en California- tiene los ojos claros, la cara muy redonda, y lo que más le gusta en el mundo...es Batman. Para él Batman es lo más. ¿Por qué? Pues vaya una pregunta, porque es un superhéroe de los buenos, buenos. A Miles le gustaría ser Batman, pero como no es billonario, no tiene batmóvil y no tiene en casa a Michael Caine, sus padres han tenido que buscar un poco de ayuda. Eh, la han encontrado.
Ayuda suficiente para convertir este día de hoy, viernes de noviembre en San Francisco, en una aventura de película con superhéroe vestido de negro que ayuda a la policía a hacer el bien y recibe el aplauso de las multitudes. Como a Miles le hacía ilusión que pasara, hoy San Francisco se ha convertido en Gotham City. El jefe de policía difundió por la mañana un mensaje en la televisión pidiendo la ayuda de BatKid, el niño-batman (el bat-niño)para combatir a los malvados que estaban haciendo de las suyas. Y desde ese momento, este chaval de cinco años ha salvado ya a una dama que estaba en apuros, ha evitado el robo de un banco y ha perseguido y capturado a unos malotes que se habían refugiado en el estadio de los Gigantes y que no eran nada fáciles de coger, porque daban saltos tan altos y volteretas tan enormes que parecía que trabajaran en el circo (en concreto, en la escuela de circo que se ha sumada entusiasmada a esta formidable puesta en escena para hacer realidad el sueño de un niño).
Diez mil personas se han apuntado en internet para plantarse dentro de un rato ante el ayuntamiento con pancartas de agradecimiento al pequeño Batman, y está lista una edición vespertina del periódico de Gotham City, en papel (no en Orbyt), que abre con este enorme título: “Batkid ha salvado la ciudad, gracias Batkid”.
Ya, ya sé que la comisión europea hoy no ha hablado de esto, sino del déficit que sigue teniendo España; y que los moscosos que os iban a devolver a los funcionarios de la administración de Justicia han sido visto y no visto; y que siguen saliendo de la cárcel reclusos que nunca fueron buena gente y a los que les ha venido a ver Estrasburgo. Pero me apetecía contarte hoy esta historia que habla de sueños y de ilusiones cumplidas y en la que no sale Bustamante, ni los cinco cantores con sus cinco mil bombos, no sale Raphael haciendo de Jim Carrey.
La culpa de que hoy el pequeño Miles se haya convertido en BatKid la tuvo Chris, hace treinta y tres años, en Arizona. Chris Greicius tenía siete años, una enfermedad incurable y una fascinación por el trabajo de la policía. Un día conoció a Tommy Austin, perdón, al agente Austin, del servicio federal de aduanas, que vivía cerca de su casa. La primera vez que el chaval le vio de uniforme le soltó con desparpajo: “Alto ahí, yo también soy policía”.
La madre de Chris le contó luego a Tommy -perdón, al agente Austin- cómo ella hacía lo posible para que fuera feliz el poco tiempo que los médicos le habían dicho que viviría. De manera que el agente habló con su amigo Ron, del departamento de policía, éste a su vez habló con Frank, y con John, y con Allen, todos policías, y le organizaron a Chris un día inolvidable. Se presentaron en su casa a primera hora gritándole: “Agente Chris, ¿pero qué hace usted todavía en la cama? Hay que salir a patrullar, póngase de inmediato el uniforme”.
Le llevaron, claro, un uniforme de su talla, y el sombrero -porque los agentes llevan sombrero-, le subieron al coche patrulla y le dijeron: “si eres uno de los nuestros, tendremos que ponerte un mote; aquí todos tenemos mote; tú serás...‘globo de chicle’”, porque siempre estaba mascando chicle. “¿Dónde vamos?”, preguntó Chris. “Vamos a patrullar...pero desde arriba”. Y entonces vio el helicóptero que lo estaba esperando para su primera misión aérea. El chaval se lo pasó en grande todo el día. Y los policías, ni te cuento. Al final de la jornada, cuando lo llevaron de vuelta a casa, le dijeron: “Globo de chicle, ¡buen trabajo!” Y él se fue más ancho que largo con su madre para adentro. Algunos días después la madre y sus nuevos amigos policías hicieron un viaje de regreso mucho más triste, porque venían de enterrar al pequeño Chris.
Y fue en ese viaje de regreso donde empezaron a recordar lo feliz que se le veía el día de patrulla, empezaron a hablar de lo reconfortante que resulta ver cumplido el sueño de un niño y empezaron a preguntarse por qué no repetir, con otros chavales que sufrieran enfermedades graves. Así nació la Fundación “Cumple un deseo”, que en inglés se dice “Make a wish” y que hoy tiene presencia en cincuenta países, entre ellos el nuestro. Como saben de sobra los padres de Alba, que conoció a Picachu y fue entrenadora de Pokemon, o los de Alex, cuya sueño cumplido, con siete años, fue poder preguntarle a Buzz Light Year qué diablos hace para poder volar, o los de Guillermo, que a sus ocho años lo que de verdad deseaba era ver cómo se prepara “El hormiguero” y estar un rato de palique con Trancas y Barrancas.
Los sueños de los niños-a diferencia, a menudo, de los sueños de los mayores- tienen poco que ver con motos de gran cilindrada, apartamentos con vistas al mar y cruceros por el Báltico. Nuestros sueños son caros, como dice el anuncio de Lotería Primitiva. El sueño de jubilar las apreturas y vivir menos asfixiado, menos en el filo siempre, sin tener que mirar cada recibo y cada euro porque a ti te ha tocado el gordo.
Hoy la mayoría de la gente no sueña con dar la vuelta al mundo o comprarse una casa en el caribe -eso es el supersueño que sí que es caro-; sueña con poder ir un poco más holgado este mes, con que se siga retrasando el invierno porque la calefacción siempre supone un pico, con poder echar una mano a quien anda todavía más asfixiado. Sueños de persona adulta con obligaciones y niños a su cargo. Los sueños de los enanos son distintos. Para ellos el gordo de la lotería es subirse a un coche de bomberos, conocer a Casillas, que hable de ti Vegeta en un video de mundo minecraft. El sueño puede ser sentirse Batman. Y a veces, echándole imaginación, yes we can, sí, se puede.