Una de las historias más intrigantes, debatidas y comentadas de 2014. El avión del que nunca más se supo y sobre el que tantas hipótesis distintas se cruzaron: desde que había sido derribado por error en unos ejercicios militares, hasta que había sido volado por unos terroristas que iban dentro, pasando por el aterrizaje forzoso en alguna isla sin cobertura de ningún tipo (a lo Perdidos), el suicidio del pilotoo el secuestro realizado por alguna organización criminal con idea de usar luego el avión vaya usted a saber cómo. Incluso llegó a lanzarse la leyenda urbana, meses después, de que el otro avión, el malasio derribado cuando sobrevolaba el este de Ucrania, era, en realidad, este mismo avión camuflado. El juego que dan los misterios sin resolver. Y éste del vuelo 370, en efecto, lo sigue siendo. La versión oficial del gobierno malasio dice que el vuelo sufrió un accidente y que todas las personas que viajaban en él murieron, pero lo dice no porque hayan aparecido pruebas que lo establezcan así, sino para dar la oportunidad a las familias de que ejecuten los seguros de vida de sus parientes y reclamen las compensaciones oportunas. Un año después ---y varias pistas falsas después--- se sigue buscando el avión todavía sin éxito. Y hasta que no aparezca, si es que alguna vez aparece, no podrán descartarse unas hipótesis y empezar a confirmarse otras.
Hay misterios, como se ve, que duran meses, o años, o toda la vida. Tal vez nunca lleguemos a saber qué le pasó a Fernando Alonso al estrellarse (o para estrellarse) contra el muro en Montmeló hace dos domingos. O quién mató a Nisman.O dónde reposan los restos mortales de la Gioconda. O quién sigue filtrando informaciones incómodas, procedentes de informes policiales, para torpedear la carrera política de Ignacio González. La actualidad es una fuente diaria de misterios. Los hay que duran eternamente y los hay que, por mucho que duren, tienen fecha de caducidad obligada. Por mucho que Rajoy estire el chicle, la lista madrileña del PP --gran enigma político de nuestro tiempo-- habrá de revelarse antes de que abran las urnas.
En ausencia del presidente del partido, que hoy se fue con Rudi a la vera del Ebro para decir allí dos cosas (que su gobierno ha aprobado ayudas para los damnificados y que Pedro Sánchez sobreactúa), en ausencia del líder inició esta mañana su reunión el comité de listas del partido. Mientras al presidente le preguntaban los periodistas en Zaragoza por qué no ha visitado los pueblos ribereños (y él respondía, con poco tino, que él va a donde le llevan, ¡el presidente!), en Génova la única pregunta pertinente era qué hacemos con Madrid, si lo aparcamos otra vez o procedemos. La decisión, salta a la vista, la tenía tomada quien toma todas las decisiones, el presidente del partido, pero qué mejor que mantener la apariencia de órgano colegiado haciendo ver que se delibera mientras Rajoy contempla, porque le llevan, el cauce del Ebro.
La prolongación del enigma --el PP convertido hoy en Javier Sierra-- ha aumentado aún más el vivo sin vivir en mí que padecen desde hace semanas los aspirantes madrileños. Los mensajes, sobradamente publicitados, para que Ignacio González se rindiera no han tenido la respuesta que algunos, en la cúpula, deseaban: el paso atrás, la bandera blanca, la retirada. González se ha hecho un Tomás Gómez (aun sabiendo que no me quieres, no voy a darte el gusto de jubilarme sin dar guerra) y su nombre, por tanto, sigue en la carrera. Hasta el rabo todo es toro y la lidia de hoy debe de estar siendo con toros rabilargos, porque está siendo, la reunión del comité de listas, la never ending story.
Hay cosas que realmente misteriosas y hay otras que, en efecto, no tienen mayor misterio. Que la universidad de Málaga le haya arreado un sartenazo a Iñigo Errejón por haber incumplido su contrato de investigador guarda, seguro, relación con el hecho de que Podemos esté en carrera contra el Partido Socialista en Andalucía. Apunta bien el afectado cuando se pregunta si habría sido tan contundente la universidad de no ser él un dirigente muy destacado de Podemos. Probablemente no. De no haber sido quien es, lo previsible es que ni siquiera nadie se hubiera enterado de que incurrió en irregularidad en su desempeño como investigador universitario. Pero de nuevo habrá que recordar que el hecho de que haya intereses políticos en juego no impide que el comportamiento sancionado sea incorrecto. Se confunde Errejón cuando sitúa su actividad laboral para la Universidad malagueña en la esfera de su vida privada. Nada tiene de privado, ni de confidencial, el contrato universitario que le ofreció un buen amigo ni el trabajo que, en virtud de ese contrato, desempeña. Cabe hablar de grado de exigencia máxima aplicado a su caso, pero no para denunciarlo sino, tratándose de alguien que defiende la transparencia y el cumplimiento de las obligaciones, para alegrarse de que así sea.