No hay detectives contratados por la defensa que irrumpen a última hora en la sala de juicio con la prueba definitiva que lo cambia todo. No hay fiscales de verbo rápido y lengua de látigo que hacen frases redondas y tan concluyentes que dejan al público con ganas de romper en un cerrado aplauso. Los juicios en España se parecen poco a los juicios peliculeros que vemos en la televisión con factura norteamericana. La realidad es más previsible, más aburrida, más soso todo. Ni siquiera algo con tanto morbo político mediático como el cara a cara entre un ex tesorero en prisión preventiva y la presidente autonómica a la que acusa de haber cobrado en negro ha ofrecido hoy momentos brillantes, o inesperados, o impactantes.
Pasado el golpe de efecto de ver al recluso preventivo, o sea Bárcenas, con traje y corbata en videoconferencia desde la prisión de Soto del Real -no, no era una pantalla de plasma, era un led-, todo lo demás sorprendió poco. El ex tesorero repitió lo que ya tenía dicho (que los papeles, en efecto, son suyos; que reflejan, en efecto, una contabilidad paralela y en negro; que era tradición en el PP bonificar a los cargos del partido con sobresueldos en metálico; y que sí, entre los que cobraron está Dolores de Cospedal, a la que él entregó dos sobres con 7.500 euros en billetes de quinientos, una vez en la sede del partido y otra vez en el Senado sin que hubiera ni recibís ni testigos); y Cospedal, también como ya tenía dicho, niega haber recibido nunca pagos en B y niega estar al tanto de que otros dirigentes de su partido lo hayan hecho.
Lo previsto, porque ésa es precisamente la causa de este juicio de hoy, que Cospedal se fue al juzgado a denunciar a Bárcenas y al diario El País, antes de que el propio Bárcenas se reconociera autor de las anotaciones contables. Es curioso que en algunas crónicas se llame a Bárcenas “el acusador” cuando precisamente hoy no era el acusador, sino el acusado. No era un careo entre dos personas que sostienen cosas distintas (de hecho, careo como tal no ha habido), es el juicio al que está sometida una de estas dos por la denuncia que, contra ella, presentó la otra. Y algunos de los que hoy sostienen que Cospedal se ha pegado un tiro en el pie al llevar el asunto al juzgado son los mismos que reprochaban a los aludidos que no se querellaran contra el tesorero si todo lo que les imputaba era tan falso como ellos decían.
Ciertamente la película ha cambiado mucho desde 2009, cuando el PP difundió aquel comunicado en solidaridad con su pobre tesorero perseguido injustamente por el juez Garzón en la Gürtel, aquella declaración de fraternal reconocimiento a los méritos del dimisionario subrayando la lealtad que siempre había acreditado. Y como hoy ha vuelto a contar Bárcenas, aquella dimisión fue un paripé pactado, una impostura, tras la cual se le siguió pagando como tesorero porque se le pidió que siguiera con sus funciones (y su secretaria, y su despacho) aunque formalmente (falsamente) lo hubieran apartado.
Cuando estalló el tormentón de los papeles, enero de este año, la dirección del PP tuvo aquella reacción tan vehemente como poco reflexiva que fue “todo es falso”. Afirmó su falsedad a la vez que decía “bueno, no sabemos ni qué significan esas anotaciones ni quién las ha hecho. El País dice que son de Barcenas y que reflejan pagos en negro, pero eso en los papeles no lo pone”. Aquella primera reacción alimentó durante días el debate sobre quién era el autor de las anotaciones, cuánta verdad o mentira había en ellas y quién se las había entregado al diario El País. De hecho, en la demanda que presentó Cospedal se alude a la fabricación interesada de esos papeles, a que se han mezclando datos ciertos con otros falsos, y a que se han escrito de una sola vez (todas las anotaciones hechas de una sentada), extremo éste último que los exámenes de los peritos, como sabemos, han desmentido.
Las revelaciones que se fueron produciendo luego dejaron bastante claro que el filtrador de los papeles a El País (las fotocopias) fue Jorge Trías (amigo del alma del tesorero) y que el periódico, sabiendo de dónde venían, les otorgó veracidad (con razón) y los publicó, añadiendo el significado que tenían esas anotaciones conforme a lo que el propio autor de las mismas había explicado a su amigo Trías.
Una vez que Bárcenas, en aquel giro de guión que se produjo cuando lo enviaron a la cárcel, asumió públicamente que los papeles eran suyos y que los nombres y cantidades anotadas significaban cobros en negro, el asunto de qué periódico los publica, teniendo como fuente a quién y cómo los interpreta en sus informaciones, deja de tener interés, porque ya hay un autor que se reconoce como tal y un significado que él mismo explica. De ahí que El País haya dejado de estar demandado esta mañana.
Todo lo que queda ahora, para que dilucide el tribunal, es si la afirmación que, sobre Cospedal, hace Bárcelas, es cierta o es falsa, traducido, si ella cobró en negro o no cobró. Porque si sí lo hizo, no hay daño al honor, sino relato de hecho cierto; mientras que si no lo hizo, hay daño al honor y difamación. Como ha dicho el abogado Adolfo Prego (anotemos para la frase porque no caduca) “cuando se habla de un politico profesional, si los hechos que se le imputan son verdaderos no sólo no hay intromisión ilegítima en su honor sino que se está prestando un servicio a la comunidad”. Para que haya intromisión lo que se afirma debe ser mentira. Y aquí es donde seguimos estando, fuera y dentro de ese juzgado de Toledo. A un lado, lo que sostiene Bárcenas; al tro, lo que sostiene Cospedal. Y al fondo, lo que afecta a los otros dirigentes del partido cuyos nombres aparecen en los papeles como perceptores de cobros en negro y que, a diferencia de ella, no han demandado al ex tesorero.
Cospedal no ha dicho hoy que nadie en el PP haya cobrado sobresueldos en negro. Ha dicho que ella no los cobró y que, cuando ha preguntado a los demás, le han dicho que ellos tampoco (reveladora forma de no poner la mano en el fuego). Su abogado fue aún más claro en el alegato final: “Que otros, en el partido, hayan recibido dinero en negro no quiere decir que la señora Cospedal también lo haya hecho, el café para todos aquí no sirve”.