Dices: ¿pero habla usted de España?Hablo de los españoles que están a punto de tomar tierra en Torrejón, españoles de regreso de un terremoto que se han venido a Madrid en el avión en el que viajó a la India el ministro García Margallo.
El avión se encuentra ya en el espacio aéreo de nuestro país y en unos pocos minutos habrá terminado para estas cincuenta personas una experiencia tan dura como la de verse en medio de un terremoto, en un país que no es el tuyo, sin alcanzar a saber si saldrás de esta y volverás a ver a los tuyos. Hoy Margallo es la envidia de sus colegas porque lleva tres días sin dejar de salir en los medios y sin recibir una sola bofetada. “Estuvo en su sitio”, dicen partidarios y adversarios, aplaudiendo ambos esa actitud resumida en una frase: “Yo no me muevo de aquíhasta que esto se arregle”.
Luego le recordaron al ministro que hoy, esta tarde, tiene que estar en Madrid porque viene de visita —-atención a esta visita—- el nuevo aliado de Occidente en Egipto, este Mubarak redivivo en la piel del general Al Sisi que ha encontrado en el yihadismo, en el auge de los Bagdadhi y compañía, argumento convincente para sugerirle a Occidente que haga la vista gorda, pase por alto, los abusos que pueda cometer el ejército egipcio contra la oposición que encarcan los Hermanos Musulmanes. Le recordaron al ministro Margallo que hoy tiene cita en Madrid con Al Sisi y aclaró el ministro, coronando su declaración de canciller al rescate, que si era preciso él se volvía a España en vuelo comercial y dejaba allí el avión para que terminara de evacuar españoles.
Queda el debate —siempre está ahí el debate— de si el Estado tiene que acudir en socorro de viajeros, montañeros, espeleólogos, misioneros a los que sucede un contratiempo grave mientras están en otro país —y no es mal debate—. Pero si el avión del ministro está en el país de al lado cuando sucede un terremoto, lo que hay que tener es cintura e iniciativa.
Para estas familias españolas llega la hora del reencuentro y el regreso a sus vidas cotidianas. Para otras familias, no se sabe bien cuántas, permanece la incertidumbre, la duda que taladra la salud mental, y emocional, de quienes nada saben de alguno de los suyos —-un padre, una hermana, un hijo—- desde hace cinco días, los españoles no localizados, ciento tres personas convertidas, por el terremoto, en un enigma. Y para decenas de miles de familias, que no son españolas sino nepalíes, lo que queda es la necesidad de sobreponerse, reconstruirse ellas, reconstruir sus casas y seguir adelante. En un país condenado a vivir, durante meses, o años, en estado de emergencia.
No siempre, en fin, los ministros cosechan palos, no siempre. Hombre, si eres Montoro igual hay que hacer una excepción porque allí donde asomas la cabeza, es verdad que te llueven piedras. Y como tú haces saber que el castigo es aliciente —que te creces—- aún más piedras te caen. Por tu estilo, por tu actitud, por tu discurso y, naturalmente, por tu amnistía. La amnistía fiscal que aparecerá grabada en mármol el día que se escriba tu epitafio político: aquíyace el ministro que perdonóevasores. A Montoro, que hoy se pondrá de nuevo el casco porque tiene sesión de control (cuatro preguntas le tocan, sobre Rato, sobre Trillo, sobre el nombre de la cosa, la amnistía), a Montoro le volvieron a pedir la dimisión ayer los socialistas como quien le pide la hora, por costumbre, por hábito, porque si no se la pides parece que te está faltando algo. El senador Rodríguez Esquerdo, o alguien parecido a él porque a los senadores poco conocidos (eso igual es redundancia) es fácil confundirlos con otros, intentó darle fuste a su demanda emulando —¿tú también, Rodriguez?— a JoséMaría Aznar. Le dijo el senador al ministro: “Váyase, señor Montoro, váyase”. Y respondió Montoro en la amenaza más cruel que cabe imaginar viniendo del minsitro de Hacienda que cuanto más le pidan la dimisión, más tiempo piensa quedarse. Entiéndase que quedarse, lo que se dice quedarse, solo puede quedarse hasta que se disuelva el gobierno en fin de año. Pero claro, sonó a jinete del apocalipsis: “¿A que repito como ministro si Rajoy gana?
El suceso más prodigioso que se está produciendo hoy en la política europea es la mutación de Varoufakis en Montoro y de Montoro en Varoufakis. Son dos estilos, es verdad, dos estéticas distintas en todo menos en la forma de peinarse. Pero empieza a haber coincidencias sorprendentes entre el griego y el jiennense. Es la pregunta que recorre Europa: ¿Se le esta poniendo a Varoufakis cara de Montoro? Y al revés: ¿se le está poniendo a Montoro cara de Varoufakis?
El ministro de finanzas griego, tocado y casi hundido por la embestida todos a una de los ministros del eurogrupo, se ha descolgado ahora haciéndose un Montoro, es decir, proponiendo una amnistía fiscal para persuadir a sus evasores de que declaren. Una amnistía fiscal—pásmese el personal syriziano—-, una amnistía fiscal para que los griegos con patrimonio fuera y oculto (según todos los indicios una enormidad) lo afloren a cambio de tributar menos de lo que les corresponde. No me lo llamen amnistía, dirá en breve Varoufakis, llámenmelo declaración especial tributaria. El gobierno del partido rompedor que iba a cambiarnos todos los esquemas…recurriendo a la fórmula más tradicional que conservadores y socialdemócratas han empleado de cuando en cuando, la más denostada, la inmoral, la de Montoro. ¿Qué argumento maneja Syriza para promover una amnistía? El mismo que usó el gobierno de aquí: que el Estado necesita recursos. Y que el Estado, por más que prometa siempre que el fraude no queda impune, es incapaz de detectar y hacer pagar a todos los evasores. Tsipras también amnistía, en Grecia. A Iglesias, a Errejón, a Monedero se les deben estar abriendo las carnes: el proceso de conversión de Syriza en partido convencional que se resigna a las mismas políticas de siempre empieza a ser inquietante, para quienes creyeron que habría un antes y un después, la prueba de que se podía hacer todo de otra manera.
A Varoufakis se le está poniendo cara de Montoro y a Montoro de Varoufakis. De ministro amortizado y en la recta final de su carrera. Prestó el servicio que de él se esperaba y ahora todo lo que se espera de él es que siga siendo el imán que atrae hacia sí todas las tortas dirigidas al gobierno. Séfuerte, Cristóbal, contigo siempre hacemos lo que podemos. Cara de fin de etapa. Que es una cara parecida a la que se le va poniendo a Monedero. Este dirigente político efímero que un año después de haber montado un partido se confiesa incapaz de adaptarse a las estructuras de un partido. Vaya por dios. Incómodo Mondero en Podemos (o incómodo Podemos con Monedero): va empezando a coger la puerta. Es lo único que le falta a Podemos para consumar esta transición suya la homologación con los partidos políticos de siempre: una baja sonada, un abandono real o figurado. Uno de los parteros que alumbró la criatura (que la inspiró como ideólogo y la alimentó como conseguidor financiero) siente que el crío ya no le emociona. Porque el crío, cuando él hace una monería, llora. Cunde la idea en Podemos: Podemos vivir sin Monedero. Como Varoufakis, defenestrado. Como Montoro, amortizado para la causa.