Gracias a eso Obama sigue teniendo despacho oval y gracias a eso Rajoy puede hoy, por fin -el subidón que les da a los primeros ministros españoles pisar esa alfombra- puede visitarlo. Ahora mismo deben de estar a punto de empezar los preliminares, este momento un poco envarado en que los dos dirigentes se saludan y buscan algún tema de conversación intrascendente mientras los reporteros gráficos inmortalizan el momento.
Puede que lo primero que se digan es “hombre, mucho más cómodo vernos aquí que un gimnasio, dónde va a parar”, pero después de eso, a ver qué sacan. Rajoy, en estas situaciones, suele tirar del fútbol -oye, Barack, que por fin le han dado el balón de oro a Cristiano, qué te parece, dos acontecimientos históricos en el mismo día-, pero ocurre que Obama el fútbol le interesa poco. Él, más que con el balón de oro, hoy está con los globos de oro, los premios del cine que se entregaron esta madrugada.
“¿No te reíste, Mariano, con el chiste que hicieron sobre Clooney, lo escuchaste, que ‘Gravity es la historia de cómo George Clooney prefiere perderse para siempre en el espacio a pasar un minuto en compañía de una señora de su edad”, ¿genial, no te parece?, tengo que fichar al guionista para mi cena de corresponsales?” Y Rajoy, claro, con cara de pócker porque no consta que haya visto Gravity ni ninguna otra película reciente. “A mi las que me gustan son las de Garci”, le habrá dicho, “‘El abuelo’, ¿la viste?, extraordinaria”. Claro que casi mejor que de cine no hablen, porque entonces Obama le tendrá que explicar que la peli que este año llega a los oscar con traza de favorita “American hustle” bien podría haberse llamado “American Gurtel”, porque es la historia de una operación del FBI contra cargos públicos que aceptaban sobornos a cambio de favores políticos. “No sigas por ahí, Barack”, le habría dicho Rajoy, “yo sobre ese asunto ya dije todo lo que tenía que decir y que todo el mundo conoce”.“Ah, sí, ¿qué dijiste?” “Que todo es falso menos alguna cosa”. “Guau”, dice Obama, “eso también lo quiero para mi cena de corresponsales”.
Estas conversaciones entre jefes de gobierno de países pequeños y presidente del país gigante pueden plantearse de dos maneras. Una es a calzón quitado: estos son los temas en los que chocamos, repasémoslos a ver si hay forma de chocar un poco menos. La otra es la de vino y rosas: olvidemos todo aquello que nos separa y celebremos lo encantados que estamos de hacernos conocido mutuamente. Cuando aquí gobernaba Zapatero y allí gobernaba Bush estas reuniones tenían más morbo porque todos sabíamos la pésima opinión que tuvieron siempre el uno del otro. Tan mala que a Zapatero no lo invitaron a la Casa Blanca hasta noviembre de 2008, cuando Bush ya estaba de salida e incluyó al español en una cena tipo boda con motivo del G-20, o sea, invitado pero haciendo bulto. Tuvo que llegar Obama para darle a Zapatero el gusto de pisar el despacho oval y resarcirse del ninguneo al que había sido sometido.
El Obama de entonces, además, estaba aún en la cresta de la ola, menos de un año gobernando y con la vitola de estrella de rock aún intacta. Aún no había pisado el presidente los charcos que vendrían luego, la reforma sanitaria, el espionaje a tutiplén, la marcha atrás en el pulso con el régimen sirio. Tampoco los tantos que se fue anotando, singularmente el último que tiene a la Casa Blanca entusiasmada, el acercamiento al viejo enemigo, Irán, una inyección de moral para el Obama más estadista. Si Rajoy tuviera interés por la geoestrategia o los grandes desafíos internacionales, tal vez podrían dedicar un par de minutos en la conversación a comentar cómo va el mundo, pero sabiendo cuáles son las prioridades del jefe del gobierno español, tendrán que hablarán del déficit y la prima de riesgo, porque de Rubalcaba, que es la otra prioridad de Rajoy, no parece que vayan a decirse nada.
En materia económica coinciden más que en otras cuestiones, aunque Obama nunca hizo de la reducción del déficit público el primer mandamiento de su programa (él siempre ha sido más de meter dinero en el sistema y apostar por el gasto público para bajar el paro). Pero en la cosa económica es donde Rajoy se mueve ahora como pez en el agua porque sopla a favor el viento de la prima y ya nadie le pregunta, tampoco en Washington, que cuándo nos rescatan.
- Vamos bien, vamos bien- le dirá Rajoy a Obama.
- Me alegro- dirá Obama-, ¿y el paro qué, va también mejor?
- Ya lo creo, dirá Rajoy, hemos cerrado el 2013 con menos parados que 2014 y va a seguir bajando. Ya sólo tenemos en el paro al 25 % de la población activa.
- Guau -dirá Obama- ¿un 25%? Sí que van bien las cosas en España sí, aquí con un 7 % todavía me dicen que estoy fracasando.
- Bueno, es que Spain is diferent, ya sabes tú, Barack, ¿no has visto el anuncio de Campofrío?
Más allá de las generalidades de estos casos, no se espera que desciendan los dos mandatarios a cuestiones de candente actualidad. Ni Rajoy le va a preguntar a Obama por el pulso con los republicanos ante el Tribunal Supremo ni Obama tiene conocimiento suficiente de la actualidad diaria de España como para preguntarle a Rajoy: “¿qué está pasando en Burgos, Mariano, que parece Faluya?” A diferencia de Zapatero, que era mitómano, Rajoy no ha exhibido nunca una admiración especial por el norteamericano. De hecho, en las elecciones de 2008 el PP veía con mejores ojos a McCain, y en las de 2012, a Mitt Romney.
En cuestiones sociales tienen coincidencias y discrepancias. Obama, como Rajoy, se oponía al matrimonio entre homosexuales hasta que, como Rajoy, dejó de oponerse. El americano profesa ahora la fe del converso y el español, evita decir nada. En la regulación del aborto, sin embargo, las posiciones son irreconciliables. Obama no sólo es partidario de una ley de plazos, sino que le parece retrógrado pretender limitar el derecho de la mujer a decidir lo que hace con su embarazo. La última vez que Obama habló en público sobre esta cuestión dijo dos cosas: que se debe permitir que la mujer tome sus propias decisiones y que aquéllos que quieren limitar esa libertad son retrógrados, “así de simple”, dijo el norteamericano. O sea, que si pretenden una reunión no de las de calzón quitado sino de estas otras de vino y rosas, más vale que del aborto tampoco hablen.
Economía, economía y economía. Y si el temario se les queda corto, que convoquen al experto de la Casa Blanca en cambio climático y así convence a Rajoy de olvidar para siempre a su primo el físico