OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "La negociación aquélla que, según Iglesias, iba a ser larguísima, está resultando ser la no negociación"

Dos meses ya desde las elecciones generales y aún no tenemos fecha para la sesión de investidura.

Carlos Alsina

Madrid | 24.06.2019 08:21 (Publicado 24.06.2019 08:17)

Yamusukro se llama la ciudad.Los turistas que van nunca dejan de ir a ver a los cocodrilos. Rodean el palacio presidencial y el momento de mayor interés es cuando abren la boca y se zampan lo que los guardianes les echan. Eso, y la basílica de la Paz son los dos mayores atractivos turísticos. Ves la catedral y crees que estás a punto de ver aparecerse al Papa en el balcón, porque es clavadita a la de San Pedro del Vaticano.

Yamasukro es la capital de Costa de Marfil. África.

Seguro que las treinta estudiantes de Barcelona, y sus familias, lo habían mirado antes de emprender el viaje. Las fotos de la basílica, de la ciudad, el lugar en el mapa donde cae Costa de Marfil —dándole al Google Earth hasta ver el lago Kos-sou—, los países con los que tiene frontera; que se habla francés, que la esperanza de vida no llega a los sesenta años, que la edad media de la población no llega a 21.

Cuántas veces no ojearían la página web del colegio mayor Bonaigua de Barcelona las familias de estas treinta chicas: el viaje solidario, de veinte de junio a seis de julio, a Costa de Marfil. ¿Que haremos allí?, se lee. Tres cosas: pintar escuelas, ayudar a los sanitarios, enseñar español. ¿Y cómo iremos? En avión hasta Abdiján; y de allí nos moveremos en autobús. Deseando vivir la experiencia del vuelo, de conocer África, de empezar a ayudar.

Seguro que tú que me escuchas ahora, si empleaste algún verano para participar en un proyecto solidario, o si tienes algún hijo estudiante que ha participado (o va a participar) en un viaje como éste, habrás sentido un punzada al saber de la desgracia que ha afectado a este grupo de Barcelona. El autobús al le revienta la rueda, vuelca y termina abruptamente con todos los planes que habían hecho en el colegio para estos días. Teresa Cardona, la subdirectora del colegio Canigó, perdió la vida en ese accidente. Las diez chicas que viajaban con ella sufren heridas, que no son graves, y sufren sobre todo el shock de haber pasado por una experiencia como ésta.

De Teresa Cardona cuentan sus compañeros que vivía entregada a su labor, durante el curso y más aún cuando terminaba el curso y empezaba esta otra parte, de voluntariado.

Dos meses ya desde las elecciones generales y aún no tenemos fecha para la sesión de investidura. A Sánchez se le complica la suma en el primero de los sumandos, que es Pablo Iglesias. No cede el morado en su pretensión de alumbrar el primer gobierno de coalición de nuestra historia reciente. O en su pretensión de obligar a Sánchez a tragar con lo que no quiere.

Lo de Esquerra Republicana parece hoy más fácil (o más barato) para el candidato a la investidura que lo de Iglesias. Estuvieron juntos en la Moncloa hace siete días —en secreto, sin que el departamento de información de presidencia informara ese día de nada— y desde entonces a hoy no consta que haya habido más conversaciones (estaba el presidente ocupado negociando sillones con Macron y con Merkel).

A estas alturas ya sabrá Pablo que en la dirección socialista no tiene un solo abogado que defienda su causa y que Sánchez ha hecho saber que el menos partidario de tener a Iglesias en el Consejo de Ministros es Sánchez. Directísima ayer la portada de la La Vanguardia: Sánchez no le quiere. ¿Fuentes? Al más alto nivel.

La negociación aquélla que, según Pablo, iba a ser larguísima, esforzadísima, sometida a todo tipo de presiones, está resultando ser la no negociación. Qué se dicen estos dos dirigentes en privado no lo sabe en verdad ni Oliver, pero en público el uno dice que no hay investidura sin ministros de Podemos y el otro que se conformen con tener puestos en la administración.

En el ámbito de la administración pública puede ser, por ejemplo, director general de parques y jardines. O bedel del ministerio de Agricultura. No termina de encontrar un buen argumentario el presidente para vetar a Iglesias como ministro. Si Podemos tiene derecho, dice él, a estar representado en la administración, ¿por qué no tiene derecho a pedir moqueta de la buena, de la de pelo largo?

Que el PSOE y Podemos no sumen mayoría absoluta a Iglesias le da igual porque el socio necesario para esa mayoría todo el mundo sabe cuál será: se llama Esquerra Republicana y su nuevo estadista jefe en Madrid es muy colega de Pablo y se lleva bastante bien con Pedro: Gabriel Rufián. Él no ha pedido ministerios pero le acabará poniendo precio a su abstención.

Hoy, para hacer campaña por Pablo como ministro de Trabajo se anuncia cumbre sindical en Madrid. Bueno, cumbre: que vienen Unai Sordo y Pepe Álvarez, Comisiones y UGT, a retratarse con Iglesias y repetir su llamamiento al gobierno socialista morado.

No hay precedente, yo creo, que líderes sindicales promocionando a un colega como ministro de lo suyo. Si esto lo hace la CEOE le llueven piedras por hacer de lobby mangoneando en las decisiones de gobierno.

Elena Sarasate es la fiscal que llevó el caso La Manada en la Audiencia de Navarra, el primer tribunal que lo juzgó. Le dijo anoche a Ana Pastor en La Sexta que es un error pretender que el Supremo ha corregido el criterio de los dos tribunales anteriores por las manifestaciones o la presión popular. Si cada vez que un órgano superior modifica una sentencia emitida por un tribunal hubiera que buscar razones ajenas al propio procedimiento sería imposible hallarlas.

La fiscal hizo un análisis profesional basado en las certezas y huyendo de especulaciones y juicios de intenciones. Es decir, lo contrario de lo que han hecho estos días el inefable diputado andaluz Serrano —candidato de Vox a la presidencia de Andalucía que ve una turba feminista sometiendo a los jueces del Supremo, pobrecillos peleles que redactan las sentencias atendiendo al número de manifestantes—, y el partido Podemos, que también ve a los jueces sometidos pero para bien: “Esta sentencia no habría sido posible sin la lucha feminista”, dice el aspirante a ministro de Trabajo. Ante un mensaje como ése sólo cabe replicar: ‘¿y usted qué sabe?’ Qué sabe usted lo que habrá dicho el Supremo de no haber habido ni manifestaciones ni políticos como usted poniendo a caldo a los jueces cada vez que sentencian en una dirección distinta a la que usted predica. Los recursos están para esto. Que los recursos los vean tribunales distintos es lo que garantiza que el criterio final sea lo más ajustado posible. Sorprenderse de que el Supremo tenga un criterio diferente del de un tribunal anterior es no entender nada, o no querer entenderlo.

De un día para otro hasta Rufián se ha vuelto fan del Tribunal Supremo. De repente la justicia española ha dejado de ser todo aquello que era cuando no condenaba por agresión: machista, heteropatriarcal, ignorante, franquista. Dónde están ahora los que proclamaron que la manada había quedado impune. Dónde los que querían convencer a los demás de que les había salido gratis lo que hicieron. Porque estaban en la calle, ¿se acuerdan? Lo mismo que decían de Urdangarín: que estaba im-pune en Ginebra, en la calle. A ver si estos dirigentes políticos que son diputados y hacen ellos las leyes se van acostumbrando a no engañar a la gente. Uno puede estar libre hasta que su condena es firme. Y entonces, deja de estarlo.