OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "La historia de un gobernante convertido en lastre, Nicolás Maduro"

Venezuelaen las horas más inciertas de su historia reciente. Que es la historia de un fracaso, el de la revolución bolivariana, y es la historia de un gobernante convertido en lastre, el heredero de Hugo Chávez, Nicolás Maduro. Que no es una caricatura, por mucho que lo pueda parecer. Es el jefe del Estado, y responsable de las Fuerzas Armadas, que ha dividido el país en chavistas y traidores a la patria, revolucionarios devotos o enemigos del pueblo, venezolanos buenos y venezolanos falsos al servicio del imperio gringo, las injerencias extranjeras y los golpes de Estado.

Carlos Alsina | @carlos_alsina

Madrid | 24.01.2019 08:14 (Publicado 24.01.2019 08:08)

Venezuela, en convulsión. Preguntándose qué va a pasar y con qué grado de violencia va a pasar. Qué viene ahora que el Parlamento que salió de las últimas elecciones legislativas ha dado el paso de declarar inconstitucional la presidencia de Maduro y proclamar como jefe de Estado provisional al presidente de la Cámara, un hombre de 38 años que se llama Juan Guaidóy es del partido Voluntad popular, miembro de la Internacional Socialista.

La oposición parlamentaria ha dado el paso de reivindicarse como poder legítimo frente al Ejecutivo que declara ilegítimo.

Venezuela, mirando a los cuarteles en busca de signos, indicios, respuesta a la pregunta que siempre aflora en situaciones de conflicto civil enconado y con una sociedad dividida. La pregunta: ¿con quién está el Ejército?

'Las Fuerzas Armadas a mi mando', proclamó anoche Maduro. "Yo les pido máxima lealtad y disciplina". No sería la primera vez que Maduro dudara de que el Ejército vaya a estar con él en cualquiera de las circunstancias. Años atrás la duda era si moverían ficha los militares para deshacerse de Maduro y coronar a Diosdado Cabello. Ahora la duda es si están con el chavismo a muerte o dependerá de cómo discurran los acontecimientos.

Venezuela es un país roto. Un país en quiebra. Hundido económicamente. Y en clima de conflicto civil desde hace meses.

Incluso los más devotos partidarios de Chávez, cuyo grado de respaldo popular en Venezuela nadie discute, admiten que Maduro ha sido un pésimo gobernante. Pésimo gestor de la crisis provocada por el abaratamiento del petróleo y propagandista autoritario que ha ido cercenando la separación de poderes, los medios de comunicación y acorralando a la oposición democrática. Pero el chavismo sigue siendo un movimiento con enorme implantación popular, con enorme ramificación clientelar y con grupos armados motorizados y paramilitares. Y sigue controlando la televisión oficial, en la que sólo sale el gobierno y los palmeros del gobierno.

Tiene programa propio Maduro y tiene programa propio Cabello, que se considera a sí mismo presidente del Parlamento verdadero. Un showman cuyo programa empezó anoche con la orquesta cantando yankees go home.

Siguió con la guasa de Cabello sobre la situación de su país, broma sobre broma.

Y remató el show contando que estuvo reunido en secreto con Guaidó anteayer, que éste le dijo que quería pactar y que si ha optado por autoproclamarse presidente es porque le han obligado los poderes económicos.

El riesgo de enfrentamiento violento entre la Venezuela que está con Maduro y la Venezuela que anhela librarse de él y de la revolución fracasada es muy alto.

Sobre todo con un presidente que se sabe amenazado. En su poder y en la impunidad del poder.

América ha cambiado desde los tiempos de gloria de Chávez, el alumno devoto de Fidel que tenía petróleo para aburrir y exportaba su revolución al resto del continente y al sur de Europa (bien lo sabe Monedero). Hoy en Colombia, en Brasil, en Argentina, en Chile hay gobiernos que detestan a Maduro y sintonizan con la oposición venezolana. Y en Estados Unidos está Donald Trump, que fue el primero en dar por destituido a Maduro y reconocer como nuevo presidente a Guaidó. Lo ha hecho Trump, lo ha hecho el progresista Trudeau, el populista Bolsonaro y los conservadores Ivan Duque y Sebastián Piñera. No lo ha hecho México, que ha estrenado presidente de izquierdas, López Obrador, y no lo han hecho los pocos aliados firmes que conserva Maduro: Bolivia, El Salvador, Cuba, la Turquía de Erdogan y la Rusia de Putin.

¿Con quién está el Ejército? Se lo ha preguntado Josep Borrelly ha respondido que no se sabe. ¿Y con quién está España? Esta es la pregunta que hoy incomoda a Pedro Sánchez.Los países están tomando postura —con Guaidó o con Maduro—. De momento nuestro gobierno ha pedido el comodín de la Unión Europea. La postura común. Que sirve para retrasar el momento de significarse.

Hasta hoy el gobierno se ha manifestado en sintonía conRodríguez Zapatero, el ex presidente que intenta la mediación entre el chavismo y la oposición y que predica contra la satanización de Maduro. En disonancia con Felipe González, que ha pedido que se reconozca al nuevo presidente Guaidó. Lo han hecho también cientos de venezolanos afincados en España (expatriados por razones económicas o políticas) que inundaron anoche la Puerta del Sol. Y a los que se dirigió Pablo Casado, agarrando esta bandera.

El PP y Ciudadanos reclaman que Sánchez se sume a los gobiernos que están dando por acabado a Maduro. El presidente no ha dicho aún esta boca es mía. Se remite a lo que dice Borrell. Y Borrell se remite a lo que diga la UE. Puedes eludir la cuestión unas horas pero no le va a quedar otra a Sánchez que tomar partido.

Lo que le faltaba aPodemoses que Venezuela vuelva a ser noticia todos los días en plena campaña electoral española.

Con el esfuerzo que han hecho Iglesias y compañía por hacer olvidar aquel fervor que sentían por la revolución bolivariana, con el charco en el que se metióErrejóncuando exaltó el progreso de aquel país porque hacen tres comidas al día.

Alberto Garzón, líder de lo que va quedando de IU y siempre en socorro de los gobiernos autoritarios de izquierdas, ha hecho suyo el discurso de Maduro y llama a la oposición golpista. Garzón es un nostálgico del comandante Fidel Castro y un devoto del inefable Maduro. Pablo Iglesias también lo es, o lo fue. Pero su tuit de anoche (sólo un tuit, que está de baja) fue bastante más tibio. Contra la oposición venezolana pero sin un solo elogio a Maduro. De Errejón no se tienen noticias.