Poder plantarte en el Parlamento a decirle a sus señorías: ¿existe una forma de salir de este infierno? Sí, existe, yo lo tengo y aquí lo traigo. Os presento...el maná. Aplaudidme como a vuestro salvador y no me llaméis Artur, llamadme Moisés”. En tiempos de adversidad, resulta práctico encontrar una bandera en la que envolverse para recuperar la popularidad perdida e ir abonando, por si acaso, el camino que lleva a las próximas elecciones autonómicas. Artur Mas ha encontrado su talismán, el milagro que multiplica sus panes y sus peces.
Tal como él lo ha planteado hoy, parecería que la solución a todos los problemas económicos que atraviesa Cataluña se llama pacto fiscal, el nombre que Convergencia le puso al nuevo sistema de financiación que reclama para esta autonomía, un concierto económico inspirado en el que ya tiene el País Vasco.Todos los impuestos que se paguen en Cataluña los recauda y los gestiona el gobierno autonómico, que aporta luego una cantidad pactada al gobierno central, lo que se llama el cupo, que puede calcularse de dos formas: o como el equivalente a los servicios que la administración central presta en territorio catalán o como el equivalente a lo que el gobierno central recaudaría de mantenerse el régimen común. Hay una notable diferencia entre un cálculo y otro, hasta el punto de que esto que Artur Mas expresa como verdad absoluta ---con el pacto fiscal el gobierno catalán tendría más recursos para gastar---en realidad no lo es tanto: dependería de qué criterio se aplicara para hacer el cálculo. Es verdad que esto a Convergencia i Unió le preocupa poco, porque lo interesante para esta formación es mantener viva la reivindicación frente al gobierno central: no es nuevo que Mas haga bandera del pacto fiscal, iba en su programa electoral y, de hecho, retoma con vehemencia la idea siempre que se da una de estas dos circunstancias: está en campaña electoral o está en serios apuros políticos. En este momento se dan las dos circunstancias a la vez: su gobierno ha tenido que pedir la asistencia financiera de la administración central –-lo que se llama un rescate-- y la hipótesis de elecciones anticipadas está ganando enteros. Qué mejor momento para promover la votación de este remedio de amplio espectro que lo resolvería todo, sin dolor y sin contraindicaciones: el pacto fiscal; basta que nos dejen a nosotros recaudarlo y gestionarlo todo para que tengamos ¡déficit cero!
Hace dos meses el presidente catalán se reunió con un grupo de periodistas extranjeros y les contó que iba a necesitar –como finalmente ha sido-- que el gobierno central le prestara dinero para poder atender los pagos. Los periodistas lo publicaron y se organizó un cierto revuelo. Pero dos meses después el consejero de Hacienda catalán, Mas Collel, le ha dicho a la BBC que va a pedirle a Rajoy que abra el grifo del dinero porque ésa es la única ventanilla a la que ahora mismo se puede acudir. Que esto último es relevante para entender todo lo que está pasando: la fórmula que tradicionalmente emplearon las comunidades para obtener el dinero que, en un momento determinado les faltaba, era emitir deuda pública, es decir (y como hace la administración central) salir al mercado a pedirlo prestado. Eso es lo que ahora mismo no puede hacer; si al Estado español les está costando Dios y ayuda colocar su deuda a un interés asumible, a las comunidades, directamente, se les ha cerrado esa puerta, de ahí que haya habido que poner en pie este surtidor, el Fondo de Liquidez Autonómica, que consiste en que las regiones dicen cuánto dinero necesitan para ir funcionando y el gobierno se lo enchufa, siempre que garanticen que van a seguir con las medidas de ajuste. Medidas en las que, a cada cual lo suyo, fue pionero el gobierno del señor Mas, a él le correspondió en primera instancia comerse ese marrón porque heredó una situación endemoniada del gobierno anterior.
La idea de que, con pacto fiscal, las cuentas de Cataluña serían imbatibles, es, como poco, especulativa ---puede que sí, puede que no, hay muchos factores que tener en cuenta---, mientras que el hecho probado es que, como diría Mas Collel, el único banco al que se puede pedir hoy prestado es el propio Estado, that is life, así es la vida. Y el segundo hecho que no cabe perder de vista es que ese fondo de liquidez que ha creado el gobierno está avalado por todos nosotros, por los ciudadanos de todas las comunidades autónomas sin distinción. Es toda la sociedad española la que asume el riesgo de esos miles de millones de euros que se van a prestar a los gobiernos autonómicos, sin distinción también entre ellos, a cada uno lo que pida. Convergencia i Unió está en su derecho a reverdecer ahora su demanda de un sistema de financiación más favorable a Cataluña, sólo faltaría, pero tampoco estaría de más que tuviera presente todo este contexto.
Si Cataluña necesita hoy ---como la comunidad valenciana, como Murcia--- que el gobierno central le eche un cable no es porque no haya habido, hasta ahora, pacto fiscal, sino por la mala gestión que hizo el gobierno del señor Montilla, como el propio Artur Mas se encargaba de explicar cuando estaba en la oposición. Aquel gobierno tenía un sistema de financiación al que debía ajustarse, pero incurrió en un déficit y un endeudamiento que al gobierno siguiente le ha tocado ir corrigiendo. Tiene poco sentido que Durán i Lleida apele en el Congreso al acuerdo nacional para ganar crédito y prestigio de país serio, o que reclama a Europa (como están haciendo el PP y el PSOE) más integración, más políticas comunes, si luego algún compañero suyo reclama menos integración fiscal del Estado español o incurre en esta simplificación injusta según la cual hay comunidades autónomas que se están quedando con el dinero de las otras. El desafío es común, las dificultades son comunes y las herramientas que se están poniendo en marcha también son las mismas para todos. Sería estupendo que existiera una varita mágica que permitiera al gobernante presentarse en el Parlamento a decir: ¡lo tengo! Pero la historia de los últimos años enseña que no existe el talismán, ni la tecla milagrosa. No hay Moisés. No hay maná.