OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El Gobierno no quiere y no va a promover un debate sobre la permanente revisable"

Lo decía anoche Juan Ramón Lucas. Cuanto más se va sabiendo sobre lo que le pasó a Laura Luelmo, más espantoso es.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 19.12.2018 07:48

Murió de un golpe en la cabeza pero no el día que desapareció, sino dos días después. Estaba aún viva cuando su familia, los voluntarios, la guardia civil, ya la estaba buscando. Desapareció hace hoy una semana, al día siguiente la echaron de menos en el instituto, su novio no consiguió dar con ella, los padres tampoco, y empezaron a buscarla. No hay información aún confirmada, pero la sospecha de los investigadores es que todo ese tiempo Laura estuvo retenida, secuestrada, por quien al final la mató. El único sospechoso hasta el momento, Bernardo Montoya, detenido, habría tenido a Laura escondida en su casa, enfrente de la de ella, mientras decenas de personas intentaban encontrarla. Horror sobre el horror.

Aún hay que situarlo todo en el terreno de la sospecha, pero es probable que el tal Montoya pase a disposición judicial y sea acusado de secuestro y asesinato porque los investigadores albergan poca duda sobre lo que sucedió entre el miércoles de la semana pasada y anteayer, cuando el cadáver fue encontrado. Y ahora que ya va habiendo datos confirmados (fue un asesinato, hay un presunto asesino, que cumplió condena por un asesinato anterior) es cuando puede empezar a analizarse este caso planteando las preguntas que nos planteamos siempre.

Es obligado preguntarse qué puede hacer la sociedad para evitar que algo así suceda. O mejor, si puede hace algo más (de lo que ya ha hace) la sociedad para impedirlo. O, en rigor, si podría haberse hecho algo para que Laura Luelmo hoy siguiera viva.

En los casos de maltrato en que una mujer sufre violencia a manos del marido, del novio, del ex marido, la ex pareja, el camino que ha ido recorriendo la sociedad (y ahí siguen los expertos aportando ideas para seguir recorriéndolo) ha sido el de persuadir para romper el silencio, facilitar las denuncias, promover los alejamientos, dar cobertura a las víctimas y endurecer el castigo a los maltratadores.

Este caso no es uno de esos. Aquí tenemos a una mujer joven que es asaltada, retenida y asesinada por un criminal. Y como el individuo, que ya antes mató, había salido de prisión hace sólo unas semanas, la pregunta '¿se pudo haber hecho algo para impedir que esto sucediera?' causa una respuesta casi inmediata: 'si el criminal hubiera seguido en prisión, no habría podido matar de nuevo'. Ésa la respuesta que asumen con convicción quienes apoyan la cadena perpetua (o su versión rebajada española, la prisión permanente revisable) y es la respuesta que dan, aun sintiéndose incómodos con ella, quienes no comparten esa medida pero admiten que un individuo que mata, cumple condena y nada más salir ya está matando de nuevo es un fracaso de la misión rehabilitadora que se le presume a la prisión. Este individuo se pasó más de 15 años en la cárcel y ha salido muy poco reparado. Es un fracaso individual, que no tiene por qué ser la prueba (naturalmente) de un fracaso total y en todos los casos. Hay criminales que han cumplido condena, hoy están reinsertados y ofrecen su ejemplo como prueba.

El hecho de que el detenido sea un asesino recién salido de prisión es la razón de que hoy volvamos a tener sobre la mesa el debate sobre esta pena máxima que introdujo el gobierno de Rajoy y que el PSOE, de hecho, ya ha aceptado. Es verdad, en su programa y en su discurso no aparece un respaldo a la permanente revisable, pero en sus hechos, sí. Pueden estar tranquilos quienes defienden la necesidad de esta pena máxima porque va a seguir existiendo gobierne ya quien gobierne.

De todas las reformas legales que hizo el gobierno anterior, con su mayoría absoluta, y que el Parlamento de ahora rechazó, sólo hay una que el gobierno actual no se ha planteado derogar: se llama prisión permanente revisable. Ni lo ha hecho ni lo va a hacer. Usa el comodín del Constitucional para decir que estará a lo que digan los magistrados. Pero el Tribunal lo que tiene que decir es si la medida encaja en nuestra Constitución, no si debe formar parte o no del código penal. Que sea constitucional no significa que deba existir. Lo que ocurre es que el PSOE sabe que las encuestas, en este asunto y entre su propio electorado, aconsejan mantener las cosas como están. No quiere el gobierno un debate sobre la permanente revisable. Y no lo va a promover.

La siguiente pregunta obligada es qué diríamos si el asesino no tuviera antecedentes ni hubiera pasado ya por la prisión. Porque sigue siendo válido lo del principio: ¿hay algo que se pueda hacer para que un asesinato como éste no se produzca? La anciana a la que este criminal asesinó en su casa en el 95 para que no testificara contra él, víctima también ella, ¿pudo haber sido protegida de alguna forma? Pedimos medidas, leyes, reformas, cambios sociales para que dejen de producirse asesinatos. Con el crimen de Laura aún reciente puede parecer frío mirar los números oficiales. Los asesinatos en España vienen disminuyendo en los últimos veinte años. No es consuelo cada vez que una mujer es asesinada, pero es un hecho.

Preguntarse qué más se puede hacer contribuye a que ese camino se siga recorriendo. Generar la idea de que la sociedad es cada vez más insegura, de que hay cada vez más miedo (miedo a salir a correr, a salir de noche, a quedar con alguien) a lo que contribuye es a que prenda el discurso de que las leyes que hay no protegen, que las medidas no sirven, que todo es cada vez peor. Y es en el clima de miedo donde con más facilidad arraigan los discursos extremistas que prometen soluciones inmediatas. Por la vía del endurecimiento del castigo, por la vía de la sospecha preventiva, por la vía del desmantelamiento de todo lo que en estos años se ha ido construyendo.

A un paso estamos de que Sánchez vuelva a ser Just Peter y acuse de rebelión a Junqueras y los otros reclusos del procés. Ayer ya dijo que cometieron ilegalidades, sin esperar a la sentencia del Supremo. Se le pasó la presunción al presidente en esta nueva etapa que ha iniciado y que consiste en llamar mentirosos en cada pleno parlamentario a los independentistas y acusarles de estar pendientes sólo de tener contenta a su pandilla.

Aunque, a la vez, sigue llamando a la puerta del señor Torra a ver si tiene a bien dedicarle un par de minutos mañana o pasado. Hasta hoy la posición del gobierno decía que carecía de sentido montar una cumbre bilateral entre el ejecutivo Sánchez y el gobierno Torra porque no son dos países distintos, el gobierno de España lo sigue siendo cuando se reúne en Cataluña. La ministra Batet lo tenía así de claro hace dos semanas.

Y sin embargo en la Moncloa andan ahora dándole una vuelta a la cosa y preparando el argumentario por si al final hubiera una cumbre bilateral al gusto de Torra, es decir, por si acaso Sánchez cediera a las pretensiones del visionario. (Visionario es como le llamó Ábalos, y xenófobo populista fanático, como le llamaba Simplemente Pedro).

Albert Rivera insistió ayer con el 155 y el diputado socialista Zaragoza le llamó pirómano.

Aunque fue Aitor el del tractor, Aitor Esteban, PNV, quien más incómodo se sintió no por el debate, sino por la inquietud que mostaba Rivera en su escaño.

A las nueve de esta mañana, sesión de control: PP y Ciudadanos le preguntan a Sánchez por el consejo de ministros de Barcelona.