Monólogo de Alsina: "Aún nos queda saber quién fue la mano política que movió los hilos de la kitchen"
Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de Más de uno sobre las alianzas políticas, por ejemplo entre el Gobierno y ERC. Además, habla sobre la operación Kitchen.
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La cosa consistía en que una vez al mes Villarejo se veía con el chófer infiltrado, Sergio Ríos, y le entregaba dos mil euros con cargo a los fondos reservados. 'Te lo tengo que dar en billetes de quinientos, tronco', le dice el comisario en uno de sus encuentros. Con el estilo coloquial (tirando a zafio) que le adorna ---como si hablara siempre con un palillo en la boca--- le mete presión al chófer de Bárcenas para que encuentre de una vez el pendrive que escondía el tesorero con grabaciones que podían incriminar a sus superiores en el partido, o sea, a Rajoy. Éste era el punto de partida de la operación: la creencia, o convicción, que tenían los jefes de Villarejo de que Bárcenas conservaba munición que podía acabar para siempre con 'el barbas'. 'El barbas' o 'el asturiano', los dos motes que el comisario usaba para referirse al presidente del gobierno. En concreto, la grabación de una conversación que habrían mantenido ambos. Encontrar el pendrive y clonar los móviles del tesorero por si fuera ahí donde estuvieran guardados los audios, en el móvil.
Como el chófer, cada vez que cobraba bajo cuerda, le firmaba al comisario un recibo, y como esos papeles constan en uno de los sumarios, el juez José de la Mata considera acreditado que los pagos existieron: entre julio de 2013 y septiembre de 2015 (ésta fue una operación larga) el tal Ríos se embolsó más de cincuenta mil euros por espiar a Bárcenas. Y como Villarejo lo grababa todo, han podido reconstruir los investigadores del juzgado cómo se ejecutó la kitchen. Sospechan, a falta de pruebas que lo acrediten, que el barbas estaba perfectamente al tanto de todo. Esta parte, la de las responsabilidades políticas (quién ideó, quién ordenó, quién supo, quién dejó hacer) es la que está aún por escribir, y es la que va a depender, en gran medida, de lo que el número dos de Interior Francisco Martínez le cuente al juez el día que declare.
La operación kitchen consiguió su objetivo. El contenido de los dos móviles de Bárcenas fueron copiados en un pendrive que uno de los comisarios, García Castaño, entregó al secretario de Estado (según le relató el comisario, colaborador, al juez García Castellón). Qué contenía ese pendrive nunca ha trascendido. Tampoco a quién se lo entregó el secretario de Estado. Es decir, quién fue el más alto cargo político en recibir el material obtenido ilícitamente –--quién lo vio--- y qué hizo con él. Continuará.
Al presidente Sánchez hay que reconocerle su habilidad no ya para descolocar a sus adversarios, no ya para descolocar a sus socios, sino para tener a los demás políticos (y a la mitad de los comentaristas) ocupados cada día en analizar sus tácticas en lugar de su gestión en el gobierno. El análisis político en España, de un tiempo aquí, consiste en adivinar las intenciones del presidente y valorar su astucia de jugador carambolero, no en sopesar qué plan de reformas tiene para el país porque de las reformas, y del plan, a estas alturas del año sigue sin saberse nada.
Como Arrimadas también lleva mascarilla no se pudo ver ayer cómo de abierta se le quedó la boca cuando escuchó a Sánchez reprocharle la foto de Colón y los pactos con el PP. Debió de pasársele por la cabeza la cara de Ignacio Aguado, el barón naranja de Madrid que se deja querer por el PSOE para descabalgar a Ayuso y coronarle a él. 'Rompe con el PP y Sánchez te perdonará, Inés, todos tus pecados'. Hasta ayer presumía Ciudadanos de que gracias a ellos, y su actitud pragmática, los fondos europeos no los gestionarían Rufián y Otegi. De Otegi no hay noticias, pero Rufián se fue del hemiciclo ayer encantado. Vuelve a estar en la pomada, se permite reconvenir al gobierno semi morado y le dice a Sánchez que aguante. Que le aguante a él. Como aliado. Es verdad que ERC dejó tirado al gobierno en las votaciones del estado de alarma, pero donde hubo amor siempre cabe que vuelva a prender la llama.
Ya explicó la ministra portavoz del gobierno qué es lo que une a sus partidos.
El amor por España. Y por el Presupuesto.
Sánchez le hace un mimo a los de Esquerra y el vicepresidente segundo se siente, así, reconfortado. Conocida es la alergia que él siente por Ciudadanos. Y viceversa.
Ya se sabe que cada partido, y cada dirigente, tiene su orden de prioridades.
A Casado, por ejemplo, le parece más grave que Podemos trabaje para instaurar la República, que que Vox trabaje para acabar con el estado autonómico. Por eso con Podemos dice que no se puede pactar nada y con Vox, sí.
A Sánchez, por ejemplo, siempre la pareció más grave manifestarse con Vox o pactar con Vox que tener al líder del partido cumpliendo condena por sedición. Por eso a Ciudadanos le reprocha la foto de Colón pero a Esquerra no le reprocha la foto del Parlament proclamando la república catalana. Cuestión de prioridades.
Y a todo esto, Pablo Iglesias, que además de moño va teniendo ya años, ahora se nos revela como duro de oído. Oiga, es verdad que Teodoro García Egea habla deprisa. Que no es lo mismo que no vocalizar. Pero vamos, yo creo que se le entiende todo.
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