OPINIÓN

El monólogo de Alsina: "Mas pronunciará su discurso de investidura ofreciéndose a gobernar sólo un poquito más"

Por la mañana, brindarán entusiastas por la futura república catalana. Por la tarde, de resaca, confirmarán que no se ponen de acuerdo sobre quién debe presidir la comunidad autónoma. Por la mañana proclamarán que en un año y medio, máximo, debe estar resuelta la desconexión de España (la ruptura, por la vía de la desobeciencia). Por la tarde habrán de preguntarse cuánto van a durar, en realidad, ellos. Cuántos meses de actividad real va a tener este parlamento si Artur Mas, naufragada su investidura, se enroca.

ondacero.es

Madrid | 09.11.2015 08:05

Hay sesión doble, hoy, en el Parlamento de Cataluña.

En horario matinal, el debate y aprobación de la declaración de rebeldía patrocinada por los dos grupos independentistas. El Tribunal Constitucional dio vía libre al pleno y por eso las Forcadell y los Romeva han evitado, esta vez, decir que es un tribunal político al servicio del gobierno español y todo eso. Votarán los setenta y dos diputados que integran este rodillo (ya se vio cómo se las gastan en la junta de portavoces de la semana pasad) y aprobarán, con toda la solemnidad de que sean capaces, el comienzo de un camino que, en términos jurídicos, termina mañana, cuando el gobierno central recurra y la declaración se convierta en papel mojado. Por mucho que la señora Forcadell se emocione al recordar a los sufridos catalanes que han sido esclavos del estado español no menos de trescientos años, esta tarde seguirá vigente la Constitución y el territorio catalán seguirá formando parte de España. Lo que haga la señora Forcadell a partir de mañana ella sabrá qué es, pero este afán por exclamar que llegará hasta donde sea necesario revela íntimas ganas de martirio. Juana de Arco hambrienta de hoguera.

En horario de mañana, exaltación independentista.

En horario de tarde, frustración artúrica.

La Convergencia Democrática reconvertida en Insurgencia Autocrática apoyará, y festejará, una declaración que ha levantado ampollas entre sus propios dirigentes sin obtener a cambio lo que esperaba obtener: licencia para que Artur Mas siga gobernando. ¿Le hemos dado a la CUP lo que ésta quería pero ella no nos ha dado nada? Ésta es la situación. Diez diputados poniendo a bailar a su son a sesenta y ocho. Celebrarán la declaración de rebeldía pero cundirá la impresión de que los cuperos, al final, les han robado la cartera. El presidente Artur en funciones Mas pronunciará su discurso de investidura ofreciéndose a gobernar sólo un poquito más: dieciocho meses, homme, que son dieciocho meses en trescientos años de lucha. Gobierno hasta el referéndum de independencia y luego ya me aparto, palabrita del niño Jesús, cuándo he incumplido yo una promesa.

Ayer contaba La Vanguardia, con fotografía del president entre papeles y a modo de aviso a navegantes anticapitalistas: “Mas trabaja en un nuevo escenario electoral, nuevas elecciones autonómicas en marzo”. Por si la oferta de quedarse sólo un rato no cuela. No cabe sorprenderse de que amague con elecciones: en realidad, Artur Mas lleva trabajando en escenarios electorales desde que asumió el gobierno hace cinco años; otra cosa no habrá hecho, pero en convocar elecciones cuando a él le ha parecido oportuno está especializado. La última baza que siempre está en su mano, y sólo en la suya, es ésta: convocar de nuevo a las urnas.

¿Le seguirá Convergencia en ese nuevo plan sobrevenido? ¿Se desharán del presidente obstáculo para ofrecer a la CUP a una Neus Munté, la dama artúrica que se preste a hacer de testaferra?

El tiempo pasa rápido. Aquel hombre que acudió, aclamado, al Tribunal Superior de Justicia —-la multitud celebrando que hubiera separado las aguas del mar rojo, los alcaldes independentistas exhibiendo sus bastones en alto, totuus tus, president, los que van a desconectar te saludan—, aquel hombre subirá esta tarde a la tribuna del parlamento autonómico a explicar por qué debe seguir él como president, por qué no vale otro.

Atrapado el rey Artur en su propia trampa: después de todo, él no fue el número uno de su lista electoral. No ejerció en la campaña como candidato a la presidencia del gobierno porque de haber ejercido, habría acudido él a dar la cara en los debates televisados. Él era el número cuatro. Humilde y relegado porque éste no era un proyecto personalista, ¿se acuerdan?, una obra colectiva en la que cada uno de los nuevos diputados tenía idéntica importancia. Es ahí donde los de la CUP han encontrado el argumento daga para matar al césar: si es un proyecto colectivo, invistamos a otro.

O recambio o elecciones otra vez en marzo. Bienvenidos a la política catalana. Cuatro meses de interinidad. ¿Va en serio Mas o farolea? En la CUP también se lo preguntan.